Las calles de "San Beca", como ella siempre lo llama, son el diario refugio de Magdalena Hay-Sang-Lay. Vive en Santiago Centro, pero a la hora de manejar su taxi colectivo, prefiere ir a San Bernardo. Ahí conoce todas las rutas, se aleja de los embrollos de los tacos céntricos y, a pesar de la progresiva urbanización, aún dice "encontrar vida de barrio". Tal vez es la nostalgia por cierto tipo de país que ya no existe y cuya última expresión se manifestó en los 80, cuando la conocían simplemente como Maggie Lay, una de las vedettes más populares de Chile.
En rigor aún le dicen así, pero sobre todo la llaman "Mallita". Ella misma lo recalca en el documental La última vedette, que este jueves se estrena en el país. Dirigida por Edwin Oyarce, la película cierra un año particularmente prodigioso para el género de la no ficción en Chile, en gran parte revitalizado por la exhibición a cargo del circuito Miradoc y por la llegada de las distribuidoras StoryBoard Media y DCI. Ya van 19 documentales estrenados en el 2017.
Realizado durante cinco años, La última vedette es el tercer largo de Edwin Oyarce, quien en Empaná de pino exploró la marginalidad a través de una ficción protagonizada por un transexual y en Otra historia de amor optó por una historia mucho más clásica sobre el despertar sexual de un joven gay.
"Yo no vengo del documental, pero sí reconozco que en el último tiempo hay más y mejores propuestas", dice Oyarce. "También hay películas que mezclan el documental y la ficción y que me son cercanas. Es el caso de El diablo es magnífico", cuenta el director.
La intención de retratar la cotidianidad de Maggie Lay, desde las juntas familiares de fin de semana a su rutina en el auto, busca desnudar el alma de un personaje marcado por una vida implacable (su esposo murió jugando a la ruleta rusa) y se resiste a la nostalgia historicista. "Nunca quise hacer una revisión de los años 80 o de la época de gloria del Bim Bam Bum. Lo mío era más bien conectar con Maggie Lay en este momento", dice Oyarce.
Lazos de familia
Más allá de los documentales de realizadores con una obra ya conocida (Ignacio Agüero, por ejemplo), 2017 se caracterizó porque vio la llegada de un par de cintas cuyos autores están en el cine casi para exorcizar sus fantasmas personales. Ambas películas, El color del camaleón y El pacto de Adriana, son historias de familiares que más o menos en la misma época (poco después del Golpe de Estado) se vieron involucrados con los organismos de inteligencia del régimen militar, contra su voluntad y en forma deliberada, respectivamente.
En El color del camaleón, el cineasta belga-chileno Andrés Lübbert cuenta la historia de su padre, Jorge Lübbert, quien en mayo de 1978 fue reclutado por la CNI mientras trabajaba en la ex Compañía de Teléfonos. Sólo logró salir de ahí a la fuerza, escapándose a Alemania gracias a las gestiones de su padre. En El pacto de Adriana, Lissette Orozco reconstruye la historia de su tía Adriana Rivas, que trabajó como secretaria de la Dina y de su director, Manuel Contreras. Rivas, una mujer caída en desgracia en una humilde y numerosa familia, permanece hasta hoy en Australia, prófuga de la justicia chilena. Lübbert, por el contrario, venía de una familia de izquierda de Nuñoa y arriesgó su vida al negarse a colaborar con los organismos de inteligencia chilenos.
Estéticamente más arriesgado y lejos de la agenda ligada a los años del régimen militar se ubicó Robar a Rodin, la cinta de Cristóbal Valenzuela sobre el caso de Luis Onfray, el estudiante de arte que en el año 2005 hurtó por poco más de 12 horas el Torso de Adèle, escultura del artista francés Auguste Rodin. El episodio sucedió en el contexto de la muestra de Rodin en el Museo de Bellas Artes y la cinta de Valenzuela tiene la ambición y el logro de dispararse en múltiples direcciones, desde la sociológica a la cotidiana. Siempre, en cualquier caso, la ironía y la distancia le permiten mirar de manera lúcida el curioso hecho policíaco.
También este año llegaron Cómo me da la gana II, la película con que Ignacio Agüero ganó el prestigioso Festival de Documentales de Marsella y Los niños, entrañable producción de Maite Alberdi sobre un colegio para personas de capacidades diferentes.
Como pocas veces también, se estrenaron tres películas dedicadas a figuras de la cultura chilena: Buscando a Matilde, cinta de Pedro Lacerda y Constanza Luzoro acerca de la artista cinética Matilde Pérez (1916-2014); Jaar, el lamento de las imágenes, trabajo de Paula Rodríguez sobre el Premio Nacional de Arte Alfredo Jaar, y Unfinished plan, la sensible y reveladora historia de Rodolfo Gárate sobre el músico chileno Alain Johannes, quien lideró la banda de culto Eleven y colaboró con Chris Cornell y Dave Grohl, entre otros nombres de peso de la escena grunge de los 90.