Las Cuatro Convenciones de Ginebra, que, en tiempos de guerra, velan por las suerte de los militares que han dejado de combatir y la de todos los civiles, celebran mañana 60 años desde su firma, pero tienen su origen en unos acuerdos firmados en 1864.
Allá por 1859, el visionario burgués Henri Dunant volvió horrorizado de lo que vio en la Batalla de Solferino, en Italia: muchos de los militares heridos morían antes de llegar al hospital porque no se concebía una evacuación de emergencia para ellos.
Al volver a su ciudad natal, Ginebra, fundó la Cruz Roja, estableció las bases del Derecho Internacional Humanitario e inició una campaña internacional para lograr un tratado que estableciera unas mínimas normas en la guerra.
El objetivo no era acabar con los conflictos, cosa asumida como imposible, sino limitar las atrocidades que provocan.
Dunant convenció al Gobierno de la Confederación Helvética de organizar una Conferencia Internacional que redactara, firmara y adoptara una normativa que estableciera la necesidad de crear lo que ahora se conoce como corredores humanitarios.
El texto lo firmaron 16 países en 1864, se llamó Convención de Ginebra y establecía la obligatoriedad de los estados firmantes de permitir la evacuación de los militares heridos.
En 1907 se redactó la Segunda, con el mismo espíritu y objetivo, pero en la que se abarcaba también la guerra marítima, que no se había tenido en cuenta en la Primera.
En la I Guerra Mundial se capturan miles de prisioneros que son tratados de forma inhumana, es por ello que comienza a estudiarse la idea de que los prisioneros de guerra también deben protegerse.
Surge así la Tercera Convención, firmada en 1929. Dedicada a los prisioneros de guerra, establece la necesidad de tratarlos correctamente y velar por su salud mental y física.
Ese mismo año, se reconoció al emblema de la Media Luna Roja como igual al de la Cruz Roja.
GUERRAS CIVILES
Tuvieron que transcurrir los horrores de la II Guerra Mundial para que la Comunidad Internacional percibiera que, en tiempos de guerra, no sólo era necesario salvaguardar la integridad de los militares, sino también la de los civiles.
Los datos era contundentes: durante la I Guerra Mundial murió un civil por cada dos militares, en la II Guerra Mundial fallecieron igual número de civiles que de militares.
En esa contienda participaron 100 millones de militares y murieron 70 millones de personas, por lo que se convirtió en el conflicto más mortífero de la historia.
Ochenta y cinco años después de la primera firma, en 1949, Ginebra vuelve a ser sede de una Conferencia Internacional que redactará la Cuarta Convención y que revisará y actualizará las tres anteriores.
Participan 63 países que firman el documento llamado ya oficialmente Convenciones de Ginebra.
Posteriormente, se han redactado tres protocolos adicionales: el primero relativo a la protección de las víctimas de los conflictos armados internacionales; un segundo consagrado a los conflictos armados no internacionales; y un tercero que establece el nuevo emblema del Comité Internacional de la Cruz Roja: el Cristal Rojo, con el mismo estatuto internacional que los emblemas de la cruz y la media luna rojas.
Las Convenciones de Ginebra sólo se aplican a los conflictos armados internacionales, a excepción del artículo 3, común a las 4 Convenciones, que también abarca las guerras civiles en el interior de un mismo país.
La adopción de este artículo en 1949 supuso un enorme avance, ya que los anteriores tratados sólo contemplaban situaciones de guerras entre Estados.
Dado que la mayoría de los conflictos de la actualidad son conflictos armados no internacionales, el artículo 3 revela una importancia capital.
Actualmente, 194 países han firmado y ratificado las Convenciones de Ginebra, uno de los tratados con mayor apoyo de todo el derecho internacional.