Ernesto Ottone levanta el índice derecho y lo oprime contra su nariz y boca cada vez que quiere personificar a Fidel Castro. Está haciendo ese gesto, cuando, en voz muy baja y con un cubano impostado, dice: "Ustedes no quieren a Chávez porque es militar". Fue una de las cosas que le dijo Castro en 2003, cuando, en representación de Ricardo Lagos, el entonces jefe del segundo piso de La Moneda viajó a La Habana para explicarle cuál era el "sentido" del gobierno de Lagos.
Fue una de las cuatro oportunidades en que Ottone estuvo con Fidel, aunque dice que la primera no cuenta. Fue a comienzos de los 70, cuando él tenía 22 años y era un dirigente de la Jota. Castro estaba visitando al Chile de la UP y los recibió en la embajada de Cuba. Su primera impresión fue de "distancia cultural" con el PC chileno en el que estaba inscrito.
"Él era este personaje vestido siempre de uniforme, y todos alrededor se movían con una cuestión reverencial, casi religiosa. Él hablaba fuerte y, de pronto, se enojaba. La revolución cubana yo la apoyaba y todo, pero no era lo nuestro. Se daba en otras latitudes, en otros climas, era una cosa de los guerrilleros, de la selva, de la Sierra… Lo nuestro era lo urbano", recuerda.
La segunda vez fue en el 78, en La Habana, donde se celebraba el undécimo festival anual de la juventud. El fulgor de la revolución había dado paso a la dictadura, y Ottone, con la misma distancia que después lo llevaría a desafiliarse del PC en Chile, lo veía así.
"Me da risa cuando algunos empiezan a discutir si Cuba era democracia o dictadura. ¡Si ellos siempre han dicho que era una dictadura! Una dictadura del proletariado, con partido único. Ninguna de las reglas democráticas procedimentales que plantea Bobbio se cumple. Entonces, que es dictadura no cabe ninguna duda; es una dictadura y nunca pretendió ser otra cosa, salvo en los momentos iniciales en que no tenía definición", comenta.
Era plena Guerra Fría y el Fidel de entonces -según su apreciación- superaba al que había conocido a los 22 años: "Era este personaje mesiánico, desmesurado, que dirigía una isla pequeña a la que convierte en el centro de momentos cruciales, como la crisis de los misiles, y a la vez genera un conjunto de políticas sociales que tienen mérito, en salud, en educación, etcétera, pero que no son sustentables en la economía".
Entonces, usted siempre se plantó desde el escepticismo con Fidel...
Yo tenía otra idea, y ya el año 78 o 79 comencé a tomar distancia con la URSS, con lo de Afganistán, con lo de Polonia. Yo decía: 'Yo lucho contra una dictadura y aquí hay una dictadura. Lucho porque la oposición tenga derechos y aquí la oposición no tiene derechos. Lucho porque haya prensa opositora y aquí no hay'. Entonces, llega un momento en que vas evolucionando hacia la democracia como un valor permanente, que es lo que provoca mi ruptura con el PC, además del tema de la lucha armada, que yo pensaba no era el camino.
Y a la vez, Castro tenía reparos con el tipo de socialismo que impulsaba el gobierno de Ricardo Lagos...
Claro. No solamente con eso, con el proceso de la Concertación en general. Esas cosas no le gustaban; reformismo, social democracia, nada de eso. Entonces había un presidente socialista que se había propuesto una cierta estrategia que era pasar al tema republicano, terminar con los enclaves autoritarios, con la pena de muerte, hacer la ley de divorcio... Con toda esa parte de libertades y democracia, que en lo social funcionaba a través de políticas sociales como el Auge, y en lo económico no pretendía socializar los medios de producción, sino avanzar en el desarrollo de Chile.
Un hombre de la Guerra Fría
Cuando viajó a Cuba representando a Lagos -la primera de dos veces en que fue en ese rol-, Ottone llegó como turista, junto a su mujer, a un hotel en Varadero. Ahí los recogieron y los llevaron a una de las casas de protocolo del gobierno, en el Laguito, donde lo fue a buscar Castro. Mantenía el riguroso uniforme verde oliva, pero ya no fumaba. Había dejado los habanos hacía tiempo. Se trasladaron al palacio y almorzaron juntos. Hablaron por varias horas. "Empezamos a conversar y él me dice: 'Me doy cuenta de que para ustedes es muy difícil'. Entonces, yo me doy cuenta que tengo que clarificar algo de entrada, porque sino iba a ser una confusión".
¿Qué?
Yo le digo 'comandante, nosotros no somos revolucionarios, hemos escogido el camino de las reformas. Creemos en la democracia liberal, en la democracia representativa. Ese es nuestro camino, y en ese camino el sistema económico es una economía de mercado que tiene que ser controlada, tiene que haber una relación público-privada, en fin. Somos un camino socialdemócrata. Y ya. Era un reformista conversando con un revolucionario.
¿Y él no quiso hacerlo cambiar de opinión?
No. Él ya estaba informado, pero era bueno poner las cosas en claro. Le fui explicando por qué pensábamos en esto o en lo otro, y fue interesante. Pero no se negociaba nada, no era una conversación sobre temas de gobierno, de acuerdos. No.
Para saber cómo funcionaba Chile...
Claro, era para saber cómo pensaba el gobierno de Lagos.
¿Qué le decía él de Lagos?
Me habló con mucho respeto, pero partiendo de la base de que había posiciones diferentes, que Lagos tenía otra historia, no una historia marxista. Ahí ya había una distancia muy grande.
¿Con qué se queda de esas conversaciones?
Con la idea de un hombre de la Guerra Fría. Un hombre que vivía en un mundo anterior. Estados Unidos era el enemigo, estaban los revolucionarios, y esto que había pasado con la caída de la URSS era una etapa muy dura para el comunismo, pero después el comunismo renacería de las cenizas, y él era como el que guardaba el fuego prendido. Cuando hablaba de Estados Unidos, hablaba del Hollywood de Marilyn Monroe, un Hollywood que ya no existía. Era todo una visión muy ideológica, muy marxista-leninista, por los cuatro costados. Él no hacía concesiones y tenía esa relación de padrinazgo de Chávez. Él decía 'ustedes no quieren a Chávez porque es militar', y yo le decía 'no, no tenemos mucho que ver con Chávez por el estilo, esta visión populista, neojacobina'. Otras cosas que me llamaron la atención, por ejemplo, es que tenía un gran cariño por Juan Pablo Segundo, aunque había tenido que ver con la caída de la URSS. Le dije eso y me dijo 'no, pero eso ya estaba podrido'. Y claro, son categorías morales; buenos contra malos, sanos contra enfermos, podridos… En el fondo había una religiosidad en su posición. Y en lo otro, la represión…
¿Eso no lo hablaban?
Yo le expliqué por qué el tema de derechos humanos tenía una gran carga para nosotros. Porque él decía 'yo nunca voy a admitir que a la isla venga una comisión a ver los derechos humanos'. Y yo le decía que para nosotros esa comisión fue fundamental, yo luché toda mi vida para que en Chile esas comisiones entraran. Son diferencias muy de fondo. Es decir, yo puedo ver la importancia histórica de Fidel, pero no es algo que pueda admirar. Yo admiro a los demócratas.
¿Cómo se sintió con las palabras de Bachelet? Ella calificó a Castro como "un líder por la dignidad y la justicia social en Cuba y América Latina"...
La Presidenta lo que envió fue condolencias.
Con un juicio de valor...
Con un juicio de valor. Ahora, las condolencias siempre son gentiles. Si fuera un análisis político, encuentro que es un análisis político algo parcial, pero como no se trata de un análisis político, sino de unas condolencias, está bien.
Es difícil disociar cuando habla la jefa de gobierno, y la figura es Castro...
Es difícil. Pero ahí prima la emocionalidad, qué más le puedo decir. A mí me resulta claro que Fidel es un gran personaje histórico, pero yo no puedo tener una relación de afinidad con un personaje histórico que no es democrático y que dirige un país donde se ha cometido una represión sobre los derechos humanos, aunque tenga virtudes.
¿Cómo ve al PC hoy, respecto del que era cuando usted se desafilió?
A mí me alegra que el PC chileno esté participando en la democracia, en el gobierno, en el Parlamento. No me gustaba la idea de un PC que estaba como alternativo, porque esa no es la historia del PC de Chile. La historia del PC de Chile es la de un partido que, incluso teniendo una doctrina revolucionaria, tenía una práctica reformadora en los hechos. Ahora no sé qué piensa el PC, porque el marxismo-leninismo no tiene mucho sentido y el comunismo como horizonte tampoco. No existe más el comunismo. Es como una marca histórica, pero sin futuro. Es un partido que se tiene que acomodar a una situación poscomunista, y al estar en el sistema democrático, el comunismo puede ser un nombre, pero no una concepción.
¿Le ve futuro a esta alianza del PC con la Nueva Mayoría? Ha hecho ruido...
Sí, pero eso no es el tema de los comunistas, es que la centroizquierda, llámese como se llame, encuentre un horizonte, un norte, ideas. Tiene una experiencia reciente de un gobierno que realizó reformas necesarias, pero con muchos problemas para llevarlas a cabo, y tendrá que en el futuro recoger estas lecciones y prepararse para hacer una propuesta al país que tenga sentido.
¿Tiene posibilidades de mantenerse en el gobierno la Nueva Mayoría?
Eso depende de muchas cosas. Primero, si se ponen de acuerdo en un candidato, sino está difícil.
¿Cree que fue un error de Lagos plantear su disposición tan pronto?
Es que Lagos no ha hecho un cálculo, lo ha hecho por una cuestión, yo diría, más ética. Él sabe lo que quiere hacer en industria, energía, infraestructura, en lo social... Tiene una idea de país. Si no hubieran habido problemas, no estaría haciendo este esfuerzo. Lo hace porque está convencido de que tiene algo importante que aportar.
El problema es que los demás no parecen convencidos de apoyarlo...
Bueno, esto tiene dos aspectos, como diría Maquiavelo; la virtud y la fortuna. La virtud la tiene. La fortuna… Hay que ver si eso se constituye, no hay cómo saberlo todavía.