La carrera que ayer por la mañana se hizo por las calles del centro de Santiago no fue sencilla. A un par de cuadras más allá del punto de partida -que se ubicó en la Alameda, frente al cerro Santa Lucía, al igual que la meta- los runners que llegaron con sus poleras verdes tuvieron que saltar sobre decenas de neumáticos. Cuando trotaban por la esquina de Miraflores con Monjitas, se vieron obligados a gatear, porque una enorme malla, puesta a medio metro sobre el nivel del suelo, atravesaba la calle. Más al poniente, frente al Museo Histórico Nacional, en la Plaza de Armas, debieron pasar encima de seis viejos Lada que alguna vez se usaron como taxis.

Precisamente, ésa era la idea de esta singular corrida: que los participantes sortearan obstáculos similares a los que se encuentran cuando trotan por las calles de la capital, como taxis en medio de la calzada, botes de basura y paraderos de buses. Eso fue, además, lo que diferenció esta carrera de las que habitualmente se desarrollan en la Alameda y en la Av. Andrés Bello y razón por la cual recibió el nombre de Urbanatlón; es decir, una triatlón con dificultades puestas en el mobiliario urbano.

El evento, que se organiza por primera vez Chile y Sudamérica, fue traído por la productora de eventos outdoor Aventura Aconcagua, la que replicó similares carreras hechas en otras ciudades del mundo, todas inspiradas en el riguroso sistema de entrenamiento de los marines estadounidenses.

En total, fueron 3.200 santiaguinos los que estuvieron probándose en este desafío durante una hora en promedio, siendo Patricio Contreras el ganador con 28' y 38", y Gisele Alvarez por las  mujeres, con un tiempo de 33' y 45".

LOS OBSTACULOS

Víctor González, director de Aventura Aconcagua, afirma que la recepción de los competidores fue buena, "porque era una carrera diferente a las que corren habitualmente". Tan satisfechos quedaron en la organización que ya anunciaron una segunda versión para agosto de 2014.

En los ocho kilómetros que corrieron los capitalinos se encontraron con 10 zonas con obstáculos. Uno de los corredores, Andrés (38), aseguró que lo más complejo fueron los andamios instalados en Huérfanos con Morandé, "porque eran estrechos y la gente se amontonaba ahí". Iván (27), en tanto, sostuvo que "lo más difícil fue subir por las escalinatas del cerro Santa Lucía hasta la cima. De todos modos, estuvo entretenido. He participado en varias maratones, pero ninguna parecida a ésta".

Además de los obstáculos, la competencia tenía otra particularidad: la integración de íconos de la ciudad. Esto, porque los participantes pasaron frente a 26 lugares emblemáticos, como la Biblioteca Nacional, la Plaza de Armas, la catedral y el GAM.

Frente a este último recinto, precisamente, estaba la última dificultad: dos buses del Transantiago, uno naranja y otro azul, que los corredores debieron sortear saltando sobre sus asientos y saliendo por las ventanas. "Fue como una especie de revancha contra las trabas que existen en la ciudad", remata el director de la empresa organizadora.