El presidente brasileño, Michel Temer, ganó tiempo este martes en el juicio que podría terminar con su presidencia por ilegalidades en la campaña 2014, luego de que la corte electoral diera más plazo a la defensa y citara a nuevos testigos.
Sin fecha definida para ser reiniciado, este proceso con potencial para arrastrar al país a otro ciclo de inestabilidad política, empezó según lo esperado: plagado de obstáculos y recursos para dilatarlo.
La noticia de la postergación de una eventual sentencia, que en la teoría podía efectivizarse este mismo jueves, era largamente esperada.
"El tribunal aceptó los testimonios requeridos por la defensa (...) y el plazo de cinco días para los alegatos finales después de los testimonios", dijo el presidente del Tribunal Superior Electoral (TSE), Gilmar Mendes.
Temer responde por una denuncia de abusos económicos y políticos perpetrados por la fórmula en la que acompañó como vicepresidente a la mandataria de izquierda Dilma Rousseff (2011-2016), destituida el año pasado por maquillaje de las cuentas públicas.
El actual presidente, del conservador PMDB, sucedió a la primera mujer en gobernar Brasil luego de que perdiera su cargo a manos del Senado, en un impeachment promovido por el partido de su exaliado, a quien acusa de golpista.
Con el Congreso y los mercados a favor, Temer aspira a que el proceso se acerque lo más posible a las elecciones de octubre de 2018 y pierda sentido político.
"No hay previsión de fechas. Todo depende de cuándo sean escuchados los testigos", dijo a la AFP una asesora del tribunal.
La denuncia, paradójicamente, fue presentada por el partido PSDB (centro), derrotado en 2014 y hoy estrecho aliado de Temer. Avanzó en el TSE, pese a haber perdido interés para la parte acusadora, que en los alegatos recientes pidió eximir al actual mandatario de cualquier responsabilidad.