Arrastrado por las corrientes del Océano Pacífico, atado de manos y pies sobre una improvisada balsa, aparece por primera vez Corto Maltés. Fue un 1 de noviembre de 1913, "el día de las sorpresas y de todos los santos", que la tripulación del catamarán comandado por Rasputín avistó al marinero, víctima de un motín y abandonado a su suerte. Previo a este rescate, la embarcación ya había salvado a otros dos náufragos, los primos Caín y Pandora Groovesnore, sobrevivientes de un incendio en alta mar. Así es como el dibujante italiano Hugo Pratt (1927-1995) reúne a los actores principales de La balada del mar salado, historieta que marcó el inicio de una saga que medio siglo después no termina.
Durante un año el catamarán surcó el océano con la misión de robar carbón para abastecer a las tropas alemanas y recién en agosto de 1914, empezando la I Guerra Mundial, la tripulación llega a la isla Escondida, donde los espera el Monje que reina los mares. Con los pies en la tierra, los objetivos de todos quedarán al descubierto, nacen y mueren alianzas, entre la borrosa línea del bien y el mal.
Con mucha lectura, además de una vida como viajero, Pratt dibujó la epopeya de Corto Maltés; marinero que hoy tiene un puesto inamovible en el panteón del cómic universal. La balada... publicada en la revista italiana Sgt. Kirk en julio de 1967, fijó a Maltés como un personaje que se camuflaba entre otros que protagonizaban sus páginas. Con pocos antecedentes, su personalidad carismática y audaz se dejaba ver entre los breves guiones.
El mismo cuenta que durante su infancia, y tras percatarse que su mano no tenía línea de la fortuna, tomó la navaja de su padre para dibujar una a su antojo. Y es a costa de otros que el lector podrá ir uniendo cabos para entender el carácter de este hombre que se rodea de piratas, amigos y enemigos. "No tiene patria y es un hombre libre", lo describe Cráneo, el segundo al mando de la tripulación de Rasputín.
Con su aro en el lóbulo izquierdo, patillas y un cigarrillo en la boca, desde Argentina hasta las Antillas, el marino apátrida viajó por el globo en búsqueda de diversos botines como la clavícula del Rey Salomón o en una excursión hacia la Atlántida.
"Corto Maltés es uno de los tres personajes más importantes del cómic de aventura europeo. Y el adulto de este triángulo formado por Ásterix y Tin Tin", dice el escritor Francisco Ortega (Mocha Dick). Mientras que el dibujante José Gai (Capitán Garra), sugiere que su impronta se debe a que: "Pratt lo sacó de la simple aventura para enriquecerlo con referencias culturales, políticas, más cercano a un antihéroe que a un héroe tradicional".
Traducida y publicada en ocho idiomas, la vida de Maltés es un reflejo de los 40 años que Pratt tardó en crearlo. "Creo que Corto llegó en el momento en que estaba preparado para hacer un personaje que era fruto de mi experiencia", dijo Pratt al diario El País, en 1981. "Corto nació un año antes de la gran contestación juvenil, y coincidiendo con la muerte de Che Guevara. Algunos piensan que esos jóvenes se identificaron con Corto".
El historitista nació en Rimini, pero creció en Venecia hasta cumplir 10 años y debió ir a vivir a Etiopía por el traslado de su padre. De vuelta en la ciudad italiana fundó una revista de cómic que fracasó, y en 1950 atravesó el Atlántico para ir a Argentina, donde vivió 12 años. Allí trabajó junto a H.G. Oesterheld (El eternauta), ilustrando los guiones de Sargento Kirk (1953), Ernie Pike (1956) y Ticonderoga (1957). "La influencia del guionista argentino fue determinante en su evolución", dice Félix Vega, creador de Juan Buscamares.
Romántico libertario
Hijo de la novela anglosajona de aventura, la balada de Corto Maltés bebe de diversas fuentes como Jack London y Conrad. Pero también fue herencia de "Hemingway, Faulkner, Bruno Traven, John Steinbeck y más...", comentó Pratt.
"Corto es una suerte de anarquista, un marino romántico, libre, solitario, sin prejuicios", dice el guionista Carlos Reyes sobre la consagración de Corto Maltés. "El atractivo son sus personajes, que sientes cercanos y una narrativa visual impecable", agrega.
De la misma forma que Corto Maltés es producto de un sinfín de lecturas, el protagonista de Las etiópicas (1972) se ha convertido en un referente para las actuales generaciones. "Mocha Dick es muy Corto Maltés, pero en códigos juveniles", afirma Ortega. A su vez, el creador de Juan Buscamares sostiene que "su figura melancólica, su abrigo y mezcla de romanticismo y ensoñación son un referente para su personaje". Por su parte, la guionista Bernardita Ojeda, coautora de Varua Rapa Nui dice: "Me influyó mucho esa relación tan natural entre fantasía y realidad, en la cual los personajes mitológicos intervienen en el mundo".
La última vez que se supo del paradero de Corto en el puño de Hugo Pratt, fue en Mû (1992), que se desarrolla en la Isla de Pascua. El creador del marinero errante falleció en 1995 sin dejar claro cuándo ni dónde se produciría el final para la aventura. Se rastrea su paradero desde que desapareció en la Guerra Civil española y se especula, que la muerte lo alcanzó en 1967 en Viña del Mar.
"Habrá un final para Corto, pero no pienso hacerlo yo, porque él encontrará otro dibujante que le de vida", dijo el autor, a modo de profecía en 1988. Veinte años después, la ex colorista de Pratt y gestora de los derechos de autor, Patricia Zanotti se dejó convencer por la editorial Casterman para continuar con Maltés. Así en 2015 el dibujante Rubén Pellejero y el guionista Juan Díaz Canales retomaron sus andanzas en Bajo el sol de medianoche. La continuación recibió la aprobación de antiguos lectores y sumó a nuevas generaciones de fans, llegando a vender 220 mil ejemplares. Además de triplicarse las ventas de todo el catálogo de Pratt. Este año, medio siglo después de la primera publicación, se editó Equatoria; viaje que lleva al aventurero a Africa agitado por el colonialismo europeo del siglo XX.