CON LAS MALETAS HECHAS
Llegan las vacaciones y nada mejor que agarrar las maletas y partir. Pero hay viajeros incansables cuyo sueño es recorrer el mundo o hacer varias escapadas durante el año. A simple vista parece misión imposible: que el trabajo, el dinero, los niños o la pareja… Múltiples razones que para los más crédulos de las tradiciones de Año Nuevo se desvanecen por un momento cuando marcan las 12. Sólo es cuestión de estar preparados. Apenas comienza el nuevo año las maletas deben estar en el umbral de la puerta de salida de la casa. También el potencial trotamundo puede sostenerlas en la mano. Si son muchas las ganas de cumplir este deseo y se quiere ir a la segura es mejor dar una vuelta a la manzana con ellas a cuestas. Cansador, cierto, pero ¿no vale la pena el esfuerzo? El paseo tiene mucho de simbólico porque las maletas no sólo sirven para guardar nuestras pertenencias, también representan los recuerdos, conocimientos, habilidades y anhelos acumulados a lo largo de los años.
PASION Y VIBRAS POSITIVAS EN AMARILLO
Si está entre sus deseos más preciados atraer pasión y buenas energías, le guste o no el amarillo, para la noche de Año Nuevo este color puede ser el mejor de sus aliados. Es la tonalidad del sol y del oro, el más noble de los metales, por lo que representa la luz, la eternidad, la pasión, la fecundidad y la sabiduría. Pero no es llegar, comprar y estrenar un calzón de este tono para despedir el año e iniciar otro cargado de éxito. Esta prenda debe ser regalada. Además, dice la tradición, es mejor usarla al revés hasta las 12 de la noche y cambiarla al derecho después de esa hora. Otro dato que no hay que pasar por alto: el amarillo debe ser fuerte, intenso, porque el pálido simboliza traición y engaño, comenta en su blog Héctor Velis-Meza. Así que mejor no arriesgarse y optar directamente por un dorado, por si acaso... ¿Se atreve, entonces? Será su secreto mejor guardado… A menos que decida lo contrario, claro.
LAS UVAS DE LA BUENA SUERTE
Doce uvas, doce campanadas, doce meses… Esa es la cuestión. Dice la leyenda que comer un grano de este fruto con cada golpe de campana a partir de la medianoche asegura salud, prosperidad, suerte y felicidad los 365 días venideros. Para algunos se trata de una creencia europea que tendría un origen económico: hace un siglo, los vitivinicultores españoles al ver que sus uvas se estaban echando a perder –la vendimia en ese país se realiza en octubre– quisieron colocar a fin de año un excedente de esta fruta en el mercado y por eso crearon un mito de prosperidad que les ayudó a vender más. Cierta o no esa teoría, lo claro es que esta centenaria costumbre se generalizó a partir de los años 20 y es una de las más populares y arraigadas entre los chilenos. Un dato: Idealmente deben ser seis granos verdes y otros seis rosados. Pero cuidado: si no come al acelerado ritmo de las campanas que marcan los segundos del reloj, no hay que abrumarse –ni atorarse–. Todo está en creérsela.