Ha sido un largo y complejo recorrido. Mad men debutó en 2007 en Estados Unidos, consiguiendo de inmediato el reconocimiento de la crítica -además de obtener el premio Emmy a mejor serie dramática y guión por su primer ciclo-, siguiendo con una polémica negociación con la cadena de cable AMC (que la transmite en ese país), que implicó que no hubiera temporada en 2011 y que terminará en 2015, con un ciclo final dividido en dos partes, de siete capítulos cada uno.

"Separar la temporada de esta manera ha sido más bien una decisión creativa con respecto a la manera en que hemos hecho el programa hasta ahora", explica Matthew Weiner a La Tercera, al teléfono desde Los Angeles, sobre la serie que emite HBO en Chile y cuya primera parte terminará el lunes 26 de mayo.

Y consciente de las suspicacias que la estrategia ha generado -pues apunta más bien a conseguir un año extra de presencia en la temporada de premios-, agrega: "Estar sumergido de manera tan profunda en este proceso permite contar la historia de una manera diferente. Se trata de un nuevo desafío, teniendo en cuenta que terminar una serie es una exigencia en sí misma, claro".

Aunque terminará de emitirse en 2015, terminó de grabarse en su totalidad hace un par de meses, por ello, la melancolía en el tono de Weiner es tan evidente como en otros integrantes del programa que saben que no volverán el próximo año a reunirse. "La naturaleza de una serie es continuar cada semana. El final no es algo que sea parte del proceso de trabajo. Quieres una conclusión para cada episodio, pero cerrar la historia de forma definitiva es territorio nuevo para mí. Veo mucha televisión y por lo mismo sé que se trata de una gran responsabilidad. Por eso intentamos tomarlo como una temporada normal con la excepción de que se trata de la última vez que veremos a estos personajes", comenta Weiner sobre la manera en que abordaron el trabajo.

EL FUTURO DE DON DRAPER

Y esa responsabilidad apunta en parte a uno de los finales más comentados de la TV: el de Los Soprano, serie que se transformó en una importante cantera de guionistas, incluyendo al mismo Weiner. Consciente del efecto que el programa tuvo en el panorama televisivo -se trata para parte de la crítica del punto fundacional de la tercera era de oro de la TV-, él agrega: "Me gusta ser parte de este universo televisivo post Los Soprano, donde puedes tener una serie con un foco más artístico y en el cual puedes ponerle una fecha de término a tu programa. Se trata de un lujo casi ridículo".

Durante el proceso de escritura de la séptima temporada -Weiner es responsable de gran parte de los episodios del presente ciclo-, el foco apuntó a lograr un buen cierre para la historia de Don Draper (Jon Hamm). "Estamos llegando al final del programa y todavía el factor más importante que existe en su vida tiene relación con la manera en que fue criado. Es decir, se trata de la eterna pregunta de naturaleza versus educación. Logramos poner en juego esa ecuación varias veces en la serie, pero para mí el real conflicto siempre será que Don es un hombre de determinada edad que proviene de un contexto determinado", explica el también productor ejecutivo de Mad men.

Y pese a la tensión, la postura de Weiner siempre ha sido mantener una mirada libre de prejuicios frente al personaje, caracterizado por su incapacidad de abrirse a otras personas. "El es alguien que tiene muchas dificultades para superar los sentimientos que tiene en su interior sin importar lo que ha conseguido en su vida. En ese sentido, la posibilidad de poder cambiar es una de las grandes discusiones que existen en el programa. Junto con la manera en que te puedes sentir versus a la manera en que eres percibido por otros. Pero nada de eso ingresa a la esfera de lo moral para mí. Dejo que la audiencia encuentre lo que quiera, no busco entregar una lección", comenta el guionista.

Y sobre lo que viene a futuro, Weiner prefiere no aventurarse, sólo tiene claro que el fin de Mad men marcará su vida: "Estoy ansioso por descansar, pero claro, voy a extrañar muchísimo al programa".