Crece opción de año sabático post PSU
Encuesta de La Tercera refleja que entre los que quieren postergar su entrada a la universidad, al 58% le gustaría viajar y al 21% trabajar.
Un año sabático antes de entrar a la universidad. Eso es lo que casi el 30% de los estudiantes de cuarto medio tiene en mente. ¿Es posible? Sí. El anuncio del Consejo de Rectores de que los resultados de la PSU servirán para postular a la universidad en un período de dos años abre con mayor margen la posibilidad de un gap year, una tendencia que surgió alrededor de los años 70 en los países anglosajones. Los estudiantes dejan los estudios en reposo durante un año y se dedican a otra cosa. ¿Qué cosa? El 58% quiere viajar. El 21% trabajaría para juntar plata, el 6% haría un curso de inglés y el 5% simplemente descansaría.
Estos datos se desprenden de una encuesta de La Tercera a 300 estudiantes de cuarto medio que se preparan para la PSU en los preuniversitarios Pedro de Valdivia, Gustavo Molina y en el Preuniversitario UC. Quienes protagonizan esta tendencia en Chile desde hace 20 años son los estudiantes universitarios que retrasan su ingreso al campo laboral pensando en que el trecho es largo y agotador. Pero el gap year luego del colegio es un fenómeno reciente y poco masivo que con este anuncio del Consejo de Rectores promete tomar más fuerza.
Eso lo tiene muy claro Francisco Ochagavía, director de Cocha Joven: "Con mayor razón vamos a apuntar a ese público ahora y para eso estamos reestructurando los programas de Cocha Joven. Vamos a tratar de flexibilizar las posibilidades para que puedan viajar". Ochagavía explica que los estudiantes que hoy lo hacen eligen como primera opción el programa para ir a estudiar inglés, preferentemente a Vancouver (Canadá) y Londres (Inglaterra), y en segundo lugar, trabajar unos meses en hoteles y centros de esquí del extranjero para juntar plata y viajar el resto del año.
Pero una cosa es que exista la posibilidad y otra es que los padres lo permitan. Y los estudiantes están confiados: el 63% dice que sus padres aceptarían su determinación. El 22% estima que recibiría una negativa inicial de sus papás, que luego se convertiría en un sí. Y apenas un 3% cree que los padres les regalaría un "no". Es que los padres juegan un rol fundamental en este deseo de los estudiantes: el 32% dice que para viajar les pediría la plata a sus papás, el 8% juntaría sus ahorros con la ayuda de sus progenitores y el 59% trabajaría para cumplir el deseo de un año sabático.
MEJOR DECISION
Sobre esta tendencia existe un dejo de mala fama. Hay un dato que lo revela: el 14% de los estudiantes que no se tomaría un año argumenta que hacerlo es "de flojos". Sin embargo, el libro The Gap Year Advantage: Helping Your Child Benefit from Time Off Before or During College (2005), de Rae Nelson y Karl Haigler, se sitúa en la vereda opuesta. Ahí dice que el 60% de los jóvenes que se tomaron un año libre antes de entrar a la universidad les ayudó a decidir mejor su opción de carrera. El mismo libro dice que, contrario a los miedos de los padres de que los hijos no vuelvan a su país o se queden demasiado tiempo afuera, el 90% de los que tomaron el año libre entró a la universidad luego de ese período y el 85% no estuvo más de seis meses fuera del país.
No es todo. Prestigiosas universidades del mundo aconsejan hacerlo. Harvard, por ejemplo, recomienda a sus alumnos el gap year antes de que se matriculen. Es lo que hizo en Chile Raúl Silva (27). "Me di cuenta de que hice exactamente lo que debía hacer", cuenta. Él lo hizo cuando en Chile eran contados con los dedos los que tomaban la mochila antes de ingresar a la universidad. Su caso no es distinto al de muchos estudiantes que hoy están en la indecisión de qué estudiar. Cuando cursaba cuarto medio, su baraja apuntaba a arquitectura, odontología o teatro. Finalmente, eligió esta última carta. A su madre le parecía una disciplina encantadora, pero le avisó que debía buscar quién lo financiaría. En esa disyuntiva estaba cuando una amiga le mostró fotos de un viaje donde salía montando un elefante. Entonces, tomó una decisión. ¿Veterinaria? No. Hacer un viaje. "Era algo atípico en ese momento", cuenta. Pero él estaba convencido. Tramitó la visa work and travel de Nueva Zelanda, que en ese tiempo tomaba varios meses, y pasó otros seis meses aprendiendo a ser independiente y practicando su inglés. Viajar y escribir sobre lo que veía le abrió los ojos. Hoy tiene un título bajo el brazo.
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