Keith B. Richburg, ex jefe de la oficina de The Washington Post en Hong Kong, recordó en una reciente columna para ese periódico, que en junio de 1995, dos años antes de que la antigua colonia británica fuera entregada a la China comunista (el 1 de julio de 1997), la revista Fortune publicó una famosa y controvertida historia de portada titulada "La muerte de Hong Kong". En resumen, cuenta Richburg, el artículo predecía que este brillante centro financiero internacional se convertiría en otra típica ciudad continental una vez bajo control de Beijing.
Aunque los vaticinios de Fortune no se cumplieron, a dos décadas de la entrega de Hong Kong a China la revista The Economist considera que hoy Beijing "está endureciendo" su trato con la que fuera colonia británica por 150 años.
En 1997, Jiang Zemin reafirmó que el recién adquirido enclave -convertido en una nueva Región Administrativa Especial- disfrutaría de amplia autonomía, reivindicando que la historia recordaría al difunto Deng Xiaoping por su fórmula "un país dos sistemas".
Bajo este principio se suponía que Hong Kong preservaría el imperio de la ley, la libertad de expresión y el derecho a protestar como lo disfrutaban los británicos -por lo menos hasta 2047-, pero algunos sienten que China no ha mantenido su parte de la negociación, según sostiene CNN.
Es lo que piensa en parte Jean-Pierre Cabestan, académico de la Universidad Bautista de Hong Kong. A su juicio, este territorio "sigue siendo gobernado por un sistema diferente y seguirá siendo así, supongo, incluso después de 2047", afirma a La Tercera.
Pero al mismo tiempo, el académico francés denuncia que el "prometido 'alto grado de autonomía' ha sido puesto en peligro". Ello, porque "no sólo el Jefe Ejecutivo ha seguido siendo seleccionado por Beijing, sino también porque el gobierno central se ha vuelto cada vez más intrusivo en el gobierno y la política de Hong Kong, restringiendo algunas de las garantías y libertades políticas y legales fundamentales que regían antes de 1997".
En ese sentido, Cabestan asegura que "Beijing, especialmente desde que Xi Jinping llegó al poder, ha intimidado cada vez más abiertamente a los activistas, ha impedido y prohibido a candidatos independentistas participar en las elecciones del Consejo Legislativo y ha secuestrado a libreros que imprimieron y vendieron libros que criticaban a los líderes y al régimen chino".
Pero el propio Xi Jinping, que el jueves inició su primera visita oficial a la ex colonia británica desde que asumió el cargo en 2013, prometió en el mismo aeropuerto de Hong Kong que trabajará para que la fórmula "un país, dos sistemas", se mantenga "estable y por un largo tiempo".
Apenas unas horas antes de la llegada de Xi, sin embargo, la policía del territorio autónomo detuvo a 26 activistas de varios partidos prodemocráticos. Y es que Hong Kong se ha polarizado cada vez más. Por un lado, está la facción pro-Beijing que sigue la línea del Partido Comunista y, por otra lado, el sector pro-democracia que favorece una mayor autonomía para Hong Kong.
Este último sector (encabezado por el movimiento Occupy Central) lideró en 2014 masivas protestas en favor de la democracia, las cuales, no obstante, no lograron asegurar ningún cambio o promesa del gobierno y los problemas cotidianos como el aumento vertiginoso de los precios inmobiliarios, el deterioro de los estándares educativos y el estancamiento de los salarios dominan el discurso diario, según The Guardian.
Con todo, en los últimos años un grupo pequeño pero ruidoso de jóvenes ha comenzado a defender la independencia de Hong Kong. "Son varias las razones que explican el auge independentista. Hay cierta sensación de asfixia por la magnitud e intensidad del abrazo continental, además de no pocos errores en la gestión política de la autonomía del enclave. Y también hay decepción porque las grandes asignaturas pendientes, entre ellas la mejora de la justicia social, no se han abordado suficientemente", explica a La Tercera Xulio Ríos, director del Observatorio de la Política China, en Beijing.
Sin embargo, los expertos coinciden en que el principio "un país, dos sistemas" se mantendrá. "Continuará probablemente después de 2047, porque le acomoda a los intereses de las elites de Beijing", opina Cabestan. "A China le interesa mantener el estatus singular de Hong Kong", agrega Ríos.