El Dylan está muerto, y nadie, ni su familia ni sus amigos ni vecinos ni todo el que alguna vez la miró de reojo y le susurró cobardías al oído en la población donde vivía, en La Pintana, se logran explicar por qué. "Fue sólo por ser homosexual", alegó Elvira Parra, su madre, acosada por una jauría de micrófonos y cámaras de televisión. Mientras, una fotografía reciente de su hijo, que había nacido hombre y que aún así sacó a la mujer que llevaba dentro sin importar el resto, permaneció colgada en pantalla, entre discusiones intrascendentes y tips de cocina para dueñas de casa de un burdo matinal.

Días antes del Año Nuevo de 2015, Dylan Vera, de 26 años y enfermero de profesión, cruzó la puerta de su hogar cubriéndose el rostro. Alguien lo interceptó unas cuantas cuadras más allá y le lanzó un recipiente con ácido. Días después, una vecina se acercó a su madre para contarle que su hijo estaba en la Posta Central: esta vez la habían apuñalado en el tórax, y ya no había mucho por hacer. Horas después, durante las primeras de ese año, el Dylan murió.

El joven dramaturgo chileno Bosco Cayo (1984) mataba el tiempo en internet cuando dio con la noticia del crimen por accidente. "Supe de inmediato que tenía que escribir sobre esa historia, aunque no sabía muy bien qué ni cómo", recuerda hoy. Primero fue un largo monólogo, cuenta, pero luego optó por multiplicar las voces hasta reconstruir la vida del joven asesinado en la boca de otros. Al texto lo tituló El Dylan, en memoria de su protagonista , y este viernes debutará en Matucana 100 como el más reciente trabajo de Teatro La Mala Clase.

"Cuando la obra parte, el Dylan ya está muerto, y son sus más cercanos -su madre, una amiga y vecinos, además de otros que lo conocieron y supieron de su muerte-, los encargados de decirnos quién y cómo era", revela el autor. En la dirección del montaje, que será protagonizado por Juan Pablo Fuentes, Paulina Giglio, Guilherme Sepúlveda, Jaime Leiva y Mónica Ríos, está Aliocha de la Sotta, quien ya se había hecho cargo de otros anteriores de la compañía, como La mala clase (2009) de Barrales, y La chancha (2013), Leftraru (2014) y La historia de los anfibios (2015), todas escritas por Cayo. "Esta historia se vuelve a hacer cargo de un problema nuestro de fondo, como es la discriminación y violencia por lo distinto, lo 'extraño'. Por eso la ambienté en La Ligua, para que nos remezca a todos por igual", dice Cayo.

"Lo que Bosco hizo con esta crónica brutal, fue convertirla en poesía negra", opina De la Sotta. "Aún sin el Dylan en escena, podemos ver y ser parte del recorrido que hizo hasta llegar a ser quién fue, de niño a mujer, aunque en un país que sin duda no estaba listo para ella. Por eso esta obra sigue, pienso, la línea de lo que veníamos haciendo -concluye-, porque la homo y transfobia son también consecuencias de la mala educación que persiste en Chile".