Hace poco más de una década, Cobreloa dominaba el fútbol chileno. Así fue como en apenas dos años conquistaron tres campeonatos: Apertura 2003, Clausura 2003 y Clausura 2004. En total, alcanzaron las ocho estrellas, consolidándose como uno de los clubes más ganadores y poderosos del balompié nacional.

Fue una época dorada del cuadro naranja, donde competía palmo a palmo con los equipos grandes de Santiago, económica y deportivamente, y se daba el gusto de superarlos. No había dudas de que el elenco minero, fundado el 7 de enero de 1977, era una de las instituciones más importantes del país, y una de las pocas capaz de discutirle el protagonismo a Colo Colo, Universidad de Chile y Universidad Católica.

Sin embargo, 11 años después de la última Vuelta Olímpica, los Zorros del Desierto viven un panorama desolador y totalmente opuesto al que disfrutaron a principios de siglo, cuando sólo se hablaba de victorias.

Debido a pésimas campañas, malos manejos dirigenciales y a la resta de tres puntos por infringir el reglamento, el equipo entrenado por Marco Antonio Figueroa perdió la categoría por primera vez en su historia (ver página 59).

Empieza la debacle

El descenso a la Primera B se debe, deportivamente, al rendimiento acumulado de los Zorros del Desierto en los últimos cuatro campeonatos. Eso sí, en el llamado Transición 2013, los loínos salieron terceros, detrás de Unión Española y la UC, bajo la conducción del Fantasma. Se esperaba que por su buena campaña siguiera. No obstante, fue despedido por la directiva, que argumentó "falta de confianza". Su salida provocó la renuncia de Mario Herrera, presidente del club.

Ya en el Apertura 2013, con Jorge García al mando, y con la modalidad del descenso programado, terminaron 10º, con un 45,1% de rendimiento; en el Clausura 2014 hubo tres técnicos (García, César Bravo y Marcelo Trobbiani), los naranjas salieron 9º, con un 38,57%; mientras que en el Apertura 2014 (empezó Trobbiani, luego asumió su hijo Pablo y, finalmente, Fernando Vergara) fue la peor de todas, quedando en últimos, en el 18° lugar, con un 21,57% de puntos obtenidos.

A partir de ese momento, los de Calama comenzaron a mirar de cerca los puestos más bajos de la tabla de coeficiente. Y así jugaron el presente certamen, no con la meta de salir campeones, como  antaño, sino que con la presión de escapar de la Primera B, donde sólo jugaron cuando fueron fundados hace 38 años.

En el presente certamen, el equipo del Fantasma está noveno con un 45,83% de rendimiento, pese a perder tres puntos por la mala inscripción de Alejandro Hisis, ayudante técnico. La suma de todo los llevó a los potreros.

Para José Sulantay, una de las principales causas del desastre loíno es la división que existe a nivel directivo, ya que incluso los dirigentes han llegado hasta el punto de atacarse mutuamente a través de redes sociales.

"Esto fue la coronación de un problema que viene de hace bastante tiempo. Cobreloa hace años que había dejado de ser un equipo sólido y una institución respetable. Incluso, me llamaron para que me hiciera cargo del equipo este torneo, pero había un desorden tremendo. Un grupo quería una cosa; el otro, otra distinta y contraria. Y cuando arriba la cosa no camina, es difícil que en la cancha pase lo contrario", señala el DT campeón con  Cobreloa del Torneo Nacional 1992.

"Todo esto que está pasando es una lástima, porque Cobreloa es una institución que nació grande, que internacional y nacionalmente siempre destacó y fue respetada. Cobreloa pasó a ser un equipo común y cuando se tiene un nombre de equipo grande hay que formar un equipo de equipo grande y eso no fue así. Y ahora se ven los resultados", se lamenta el adiestrador.

En apenas 11 años, Cobreloa pasó de la gloria al desastre.