1.- La crisis mundial.
El Chile actual debe ser analizado en el marco de una crisis de la globalización neoliberal, lo cual ha llevado a una importante agencia internacional a hablar de un fracaso del modelo. Esta situación ha afectado a una serie de economías en el mundo, entre ellas la de los Estados Unidos y también las de algunos países europeos, en especial las de Grecia y España.
Esta crisis tiene lugar en un doble contexto mundial. Primero, el enfrentamiento de algunos países con un sector radicalizado del mundo islámico. Segundo, la reciente votación ocurrida en Gran Bretaña, la cual ha otorgado una ligera ventaja a los partidarios de salir de la Unión Europea.
Estos desajustes no implican, sin embargo, que el capitalismo neoliberal vaya a ser sustituido. Las crisis en ese tipo de sociedad son constantes, aunque la mayor parte de ellas no tienen carácter catastrófico.
Probablemente, la actual crisis mundial ha sido uno de los impulsos de algunas medidas del segundo gobierno de Michelle Bachelet.
2.- Las elecciones de 2013
La votación de Michelle Bachelet en el balotaje de 2013 fue la más alta obtenida por un candidato presidencial en el periodo posdictatorial: 62,16% contra 37,38% de su contendora de derecha, Evelyn Matthei.
Pero, pese a lo anterior, el aspecto más significativo no fue la alta votación de la triunfadora. Más reveladora aún fue la alta abstención; ella muestra que incluso antes de que se conocieran los casos de corrupción, ya existían importantes signos de desafección ciudadana.
3.- La crisis de la política en Chile
Hacer política significa luchar por conseguir objetivos y realizar valores. Para que ello ocurra, los diferentes grupos deben elaborar proyectos de país, plantear cuál es el Chile que desean. Deben, además, realizar prácticas destinadas a lograr sus ideales, por supuesto que de un modo gradual.
Por ello, la situación actual tiene especial gravedad. Que aparezcan, como en este caso, evidencias de corrupción significa que los proyectos, los valores, han pasado, para algunos actores, a segundo plano; han sido desplazados por la ambición, por la obsesión, por el dinero.
Los delitos atribuidos a las empresas Penta, Soquimich, al ex ministro Jorge Insunza, además del tráfico de influencias que afecta a familiares de la Presidenta ensombrecen la acción política. El hecho de que una empresa como Penta realice pagos a partidos de derecha no es sorprendente, aunque, por supuesto, debe castigarse por haber incurrido en delitos tributarios. Pero solicitar fondos a Soquimich por parte de políticos del PPD o del PS es aún más repudiable, porque se hace abstracción del origen de la fortuna del empresario y de sus vínculos políticos.
Estas evidencias de corrupción han provocado cambios, entre ellos la puesta en marcha de modificaciones en la relación entre la política y las empresas, prohibiéndose que estas últimas realicen aportes a candidatos y partidos. Además, se han aumentado las atribuciones del Servel y se ha comenzado a poner en práctica el financiamiento estatal de los partidos.
Pero la desaparición de la sensación de crisis es una cuestión de largo plazo; exige que las entidades afectadas corrijan sus actuaciones y dejen de involucrarse en cuestiones críticas. Ello significa que los partidos cambien en algunos aspectos fundamentales. Por ejemplo, que refuercen sus dimensiones ideológicas y democráticas. Es decir, que formulen proyectos de mediano y largo plazo y no estén sólo abocados a justificar sus prácticas inmediatas. Además, implica que sus representantes y dirigentes provengan de elecciones abiertas y no únicamente de las decisiones de la elite.
4.- La mercantilización de la cultura
Otra característica del Chile actual es la mercantilización de la cultura, derivada de la instalación de una economía neoliberal, proceso que se inicia en abril de 1975, pero que continúa durante el período posdictatorial. ¿Cuáles son los aspectos principales de esta mercantilización? En primer lugar, el par dinero/consumo se convierte en uno de los más importantes sentidos de vida, desplazando a los elementos ideológicos que en el pasado eran tan significativos. Basta recordar el Chile de la "revolución en libertad" de Frei Montalva , el de la "vía chilena al socialismo" o el período del gobierno militar en los que una parte importante de la población se movía por motivos ideológicos.
Hoy estamos volcados hacia el mercado, el que genera elementos que facilitan el consumo. El primero de ellos es la significación que adoptan los grandes centros de consumo, los llamados "malls". En ellos no se va solamente a comprar, se va también a mirar, a pasearse; operan como verdaderos museos, reemplazando a los espacios al aire libre. Se cree que en ellos existen menos riesgos, que hay mayor seguridad.
Otro elemento de facilitación del consumo es el uso de tarjetas, sean de crédito o de débito. Las primeras permiten adquirir con facilidad deudas, postergando, por tanto, el momento de pago y ampliando el tiempo de placer asociado al consumo. Ello conduce a prácticas de consumismo, el cual no es necesariamente un consumo ostentoso, sino uno que va más allá de las capacidades de pago.
Las tarjetas de débito tienen el papel de esconder el dinero al contado; evitan andar con los billetes en el bolsillo. Y esto se torna significativo en una sociedad obsesionada por la delincuencia.
Esta mercantilización cultural produce hábitos hedonistas e individualistas. El primero es una ansiedad por el placer, el cual es asociado a proveerse de objetos. Se crean nuevos códigos de necesidad asociados al deseo de poseer cosas. Podría decirse que los cuerpos son desplazados por los objetos. El segundo tiene relación con el individualismo, lo que algunos analistas nombran individualismo posesivo: la atención al nosotros es desplazada por la atención al yo. Algunos autores afirman que se cierran los ojos frente al prójimo y el individuo se ensimisma.
5.- Vistazo a la discusión constitucional
El gobierno actual ha intentado ir más allá de la continuidad del modelo que ha primado en la mayor parte de las administraciones posdictatoriales, aunque aún es muy temprano para realizar un juicio global sobre las reformas intentadas.
Sin embargo, la más significativa, por sus implicancias para el presente y para el futuro, es la discusión constitucional.
Por el momento están funcionando los cabildos, los cuales no son instancias representativas. El uso de este sistema es mejor que concentrarse en la mera discusión parlamentaria, pues permite que ciudadanos comunes puedan opinar.
Pero el método más democrático para discutir una nueva Constitución es una asamblea constituyente, la cual debería ser amplia y representativa.
En ella, los ciudadanos podrían formular sus opiniones sobre el Chile que quieren, pues ese es el sentido más profundo de la discusión sobre una nueva Constitución. Que los ciudadanos digan el país que desean.
Si eso ocurre se avanzaría hacia prácticas propias de una democracia participativa; materializándose la utopía de que los vecinos que se juntan en las esquinas a hablar de fútbol discutan también sobre el Chile del mañana.
Para que ello ocurra los ciudadanos deben organizarse y tratar de ir más allá del actual nivel de discusión.