Cristián Boza (70) resume sus 45 años de trayectoria de manera breve y entusiasta. Cuenta que, además de hacer su posgrado en Londres, ha sido "asesor de ministros de Vivienda, profesor por tantos años y decano de la Facultad de Arquitectura".
Este último rol, que ejerció en la U. San Sebastián (USS) por casi seis años, concluyó a fines de mayo de 2012, luego de que en una entrevista afirmara que la malla curricular que había diseñado no se ajustaba al perfil de sus alumnos.
A un año de su desvinculación, está dedicado a su oficina de arquitectos y a terminar su noveno libro. La semana pasada, el Global Trade Leader's Club (agrupación de empresarios, con más de siete mil socios en 95 países) otorgó a su oficina el Trofeo Internacional de la Construcción. "Ha sido una etapa de mucha reflexión, y de estas reflexiones salen proyectos muy locos", comenta. El último consiste en una alianza con los países de la cuenca del Pacífico, para "intercambiar experiencias como borde de este océano, respecto de su arquitectura y urbanismo".
A un año de su salida de la U. San Sebastián, ¿cómo la evalúa?
Ya lo superé. Lo hablé conmigo, con mis amistades de acá y con mis amistades internacionales. Cuando se produjo esto, pensé que, en realidad, capaz que haya sido lo mejor que me ha pasado, porque así me puedo dedicar, finalmente, a lo que me interesa. Está 100% superado.
¿Le gustaría volver a enseñar?
No, no me interesa. Ya tengo 70 años, no me interesa volver a los 35 años de clases. Prefiero dedicarme a la investigación, como lo que es el Instituto de la Ciudad, a reflexionar sobre la arquitectura, a escribir mi libro.
¿De qué se trata ese libro?
La enseñanza de la arquitectura es muy compleja, porque es una disciplina muy subjetiva, pero hay una etapa que he descubierto, en todos estos años, que vincula la concepción de un proyecto, de manera mental, con el primer dibujo. Ese acto de dibujar la primera idea es fundamental. Ahí pasas al proyecto final. Tendrá más o menos 300 páginas, es muy gráfico.
¿Es un libro de docencia?
Son las cosas que me han interesado siempre. Cada vez estoy más quitado de bulla, antes andaba gritando por las calles. Ahora que dejé las clases estoy más reflexivo.
¿Cómo surge la idea de conformar la alianza entre los países de la cuenca del Pacífico?
Se empezó a desarrollar hace dos años, pero se implementó cuando me desvinculé de la USS. Considerando que éste es el siglo del océano Pacífico y que todos hablan de las conexiones comerciales, surgió la idea, casi académica, de pensar, desde el punto de vista del urbanismo, qué sabemos del concepto de ciudad de Manila, Papúa Nueva Guinea, Callao o Valparaíso, y qué tienen en común.
¿Cómo se concentrará la alianza?
Con mi equipo inventamos un instituto, el Instituto de la Ciudad, que se dedicará a estudiar todas estas ciudades, preocupado de intercambiar nuestras experiencias como borde del Pacífico respecto de la arquitectura y urbanismo (al que se han sumado arquitectos como Gonzalo Mardones, Jorge Figueroa y Mathias Klotz, además de la Asociación de Oficinas de Arquitectura). Esta es una iniciativa que tiene un sesgo real, pero también académico y teórico. El objetivo es que todos, como arquitectos, estudiantes de arquitectura o urbanistas, conozcamos cómo estas ciudades tienen resueltos sus temas enfrentando a este océano. No podemos quedarnos una vez más abajo del carro. Mi propuesta, y de ahí nace toda la idea, es que los arquitectos tenemos que ir 10 años más adelante, previendo los problemas, porque tenemos la visión y estamos educados para eso.
¿Cómo se estableció el acuerdo con la U. de Canberra, en Australia, para impulsar el proyecto?
Hice un viaje a Australia, donde el embajador de Chile, Pedro Pablo Díaz, conoció esta idea y la valoró inmediatamente. Llamó al rector de la Universidad de Canberra y, a su vez, el rector llamó al decano y al director de estudios de la Facultad de Arquitectura. Nos juntamos, enarbolamos una estrategia para desarrollar el proyecto y acordamos hacer una alianza entre este instituto chileno recién formado y la U. de Canberra. Así, haremos el primer evento conjunto, que coincidirá con los 100 años de esa ciudad.
La Asociación de Oficinas de Arquitectura patrocinará en Chile la iniciativa. ¿No pensó en contactar a alguna universidad?
Todas estas universidades tradicionales pasan por un cedazo tan complejo que, al final... yo tengo una especie de actitud frente a la vida más dinámica. Querer es poder.
¿A qué otros proyectos está abocado?
Tengo dos. El primero es el Mapocho navegable, que está absolutamente en construcción, y el segundo es que, entendiendo que la gran herida urbana que tiene Santiago es la Norte Sur, por donde pasan 100 mil autos diarios y donde se generan cuatro millones de toneladas de CO2 diarios, comencé a trabajar en un proyecto para crear un gran invernadero sobre ella, de plantas magníficas, que consuman todo este CO2. Es un proyecto que lo conoce el Presidente, que lo conoció (el ex edil de Santiago Pablo) Zalaquett y que la nueva alcaldesa (Carolina) Tohá ya hizo propio. Estoy esperando que me llame en cualquier momento. Es una idea transversal.