Fue el año de 1986 cuando se corrió un triatlón por primera vez en Pucón. Era febrero y me enamoré de ese pueblo. Fue amor a primera vista. Recuerdo que busqué durante varios días la mejor forma para llegar y varios me recomendaron -quizás en broma, ahora que lo pienso- hacerlo en tren. Fue un viaje agotador en extremo. Demoré más de 20 horas en llegar, hecho bolsa, claro.
Pero corrí y gané. Y así nació todo. Aquella vez lo hice con una bicicleta prestada por Fernando Carlín, que se horrorizó al ver una foto mía en la revista Triunfo en la que salgo en ella dentro de una piscina.
Porque para mí estar en Pucón era una especie de cábala, por eso es que nunca falté, salvo el '94, cuando sufrí el accidente en Argentina. Me di cuenta de la suerte que me traía correrlo al finalizar ese año. Después de ganar ahí, disputé el antiguo Maratón de Santiago en la categoría Revelación. Fui el mejor con 2 horas y 28 minutos, en el que era mi primer maratón. Eso me hizo participar en Frankfurt, donde acabé quinto, con 2 horas y 19 minutos, lo que era muy bueno.