Desde su apartamento en el número 632 de la calle St. Peter, en Nueva Orleans, Louisiana, Tennessee Williams (1911-1983) podía oír los tranvías Deseo y Canal cruzar la ciudad. Era 1947, y algo trasnochado y entrampado en el alcohol, uno de los autores fundamentales de los EEUU del siglo pasado se percató de que aquel cruce entre ambos trenes no era sino una metáfora de la vida y miseria humana, incluida la suya.

Decidió borrar entonces La silla de Blanche en la Luna, La paloma y La noche de póker, tres títulos que había barajado para la que se convertiría, hasta hoy, en su obra más célebre, para rebautizarla como Un tranvía llamado deseo. Al año siguiente de su estreno en Broadway, a cargo de Elia Kazan, el texto ganó el Pulitzer, y en 1951, con Marlon Brando y Vivien Leigh, el mismo director le dio una nueva vida a la historia, proyectándola sobre la gran pantalla. A fines de noviembre pasado, el Teatro Stabile de Nápoles estrenó una versión en italiano que este sábado 14 aterrizará en el Teatro Antonio Varas como parte del Festival Santiago a Mil, aunque bajo la dirección de un chileno: Cristián Plana.

Aún no domina el idioma como quisiera, reconoce, pero en 2015, mientras ponía sobre el mismo escenario europeo una versión de La señorita Julia de Strindberg, se le acercó el director del espacio, Luca De Fusca, para ofrecerle trabajar sobre la traducción oficial del texto al italiano, hecha por Masolino D'Amico en 1991, y titulada, sin mayor riesgo, Un tram che si chiama desiderio. "En 2014 fui asistente de dirección de Alfredo Castro para la misma obra (que debutó ese año en GAM), pero mi rol se limitó a guiar y contener al director en sus dudas y reparos. Esta nueva tarea me obligó a sumergir toda la cabeza en el agua, como es el texto, y enfrentar además a uno de los públicos más fríos y exigentes de Italia", cuenta el director de Castigo y Paso del norte, de 37 años, uno de los más talentosos de su generación.

El montaje, subtitulado al español y protagonizado por Mascia Musy, Masssimiliano Gallo, Giovanna di Rauso, Antonello Cossia, Antonella Romano, Antonio de Rosa y Mario Autore, conserva la historia original de Williams: la atractiva aunque desequilibrada Blanche Dubois -uno de los roles más apetecidos por las actrices de todo el mundo- va de visita al apartamento de su hermana Stella, en Nueva Orleans. Allí conoce al marido de esta última, Stanley Kowalski, un rudo obrero de origen polaco como tantos otros, incluidos sus vecinos, que por esos años replantearon el molde de la sociedad estadounidense de comienzos de siglo.

"Me obsesioné con la idea de resaltar el delirio persecutorio de esta mujer sin omitir otros temas que rondan el texto, como la muerte, el alcoholismo y la sociedad en conflicto", dice Plana, quien en seis semanas de trabajo intensivo puso la obra sobre el escenario. "Un tranvía ensalzado de América Latina", publicó el periódico italiano La Repubblica en una de las varias reseñas y críticas, casi todas auspiciosas, que aparecieron tras el debut. "Este clásico, como cualquiera que ha sido tomado antes por otros directores, debe ser ensoñado, pues pienso que el trabajo de un director apunta a eso, a darle un sentido propio. Así es como los otros recordarán tu lectura de la obra".