Un asado al palo, con su familia, acompañan un momento siempre especial para Cristián Suárez. En el sector de Rinconada de Los Andes, el indiscutido titular de Universidad de Chile disfruta minuto a minuto el fin de semana libre junto a los suyos, los mismos que lo han acompañado y apoyado desde siempre, con desconocidos sacrificios compartidos que han marcado la exitosa carrera del defensor.

"Todos los sacrificios que pasamos como familia en el campo se valoran bastante. Son procesos que muchos no tienen idea, o no han vivido nunca, y por eso yo no me arrepiento de recordarlos, más allá de lo duros que fueron. Al contrario de lo que puedan creer, me siento un afortunado de haber pasado todos esos momentos cuando era más pequeño", comienza diciendo Suárez, el mismo que antes de aglutinar un currículum futbolístico envidiable, estuvo cerca de optar por otra vida, vinculada al trabajo de la tierra.

"Toda mi familia es del sector de Rinconada de Los Andes, donde la gente es muy tranquila y muy amable. Es un lugar hermoso, apacible, donde voy siempre y del que tengo recuerdos bonitos, pero es complicado salir adelante, porque la vida en el campo es muy sacrificada... Me tuve que criar más con mis abuelos, porque mi mamá me tuvo muy joven y tenía que seguir estudiando. Ahí, viví con mis abuelos (Luis Figueroa y Cecilia Osorio) y ellos me enseñaron más del campo. Trabajé con ellos en la uva y en el nogal y andaba metido en los parrones, inmerso en la realidad que nos tocaba vivir en el campo. Ahí, uno aprende a valorar muchas cosas", añade el zaguero, para luego ahondar en capítulos muy especiales de su vida, que lo tuvieron a un paso de cambiar de actividad en plena adolescencia, donde todo tambaleó, menos el empuje y el apoyo familiar.

"Uno ve a sus abuelos levantarse a las cinco de la mañana para ir a trabajar y eso es complicado, porque la vida en el campo te obliga a dejar a los hijos en la casa e ir a laborar. En un tiempo pensé en dejar todo; quería dejar el fútbol, el club San Felipe y no quería jugar más. No me pagaban bien y sentía que era más útil en el campo, porque ahí ganaba como 200 mil pesos, que para mí era plata importante, que nos ayudaba mucho para salir adelante como familia. En San Felipe, en ese entonces, no tenía la ayuda suficiente y trabajar la tierra me parecía lo mejor", agrega.

"Cuando pensé en dejar el fútbol, siempre, en cada instante, tuve el apoyo de la familia para llegar hasta donde hoy estoy. Me insistieron y siempre me acompañaron y me ayudaron a lograr mis sueños. El sacrificio de recorrer en micro para ir por una oportunidad en el fútbol, cuando era niño, con plata nuestra, que implicaba una merma a nuestro presupuesto, siempre lo tengo presente. Igual que todo lo que mi grupo familiar hizo por mí. Todo lo pasado por la familia valió la pena y ahora trato de devolverles la mano, como corresponde. Los sacrificios dieron sus frutos", indica el ex Cobreloa.

LE DIJERON NO LA U Y LA UC 
Precisamente, cuando pensaba dejarlo todo, llegó la empresa que compró a Unión San Felipe y "ahí me arreglaron, me ayudaron a volver al club y ayudar así a mi familia con la firma de mi primer contrato", apunta Suárez. Sin embargo, antes de aquel paso, Suárez veía como su madre Verónica Figueroa y Luis Castro, junto con el hermano menor del Banana, Felipe, lo instaban a luchar por sus sueños.

El Tuto Castro o Tutín, como le dice Suárez, fue clave para pelear por aquello. "Nos costó un mundo lograr que Cristián esté donde hoy está. Trabajamos de temporeros con toda la familia y Cristián siempre fue muy consciente de todo lo que pasamos como grupo y, también, de todo lo que hicimos para buscarle una oportunidad en el fútbol. Por ejemplo, cuando él tenía 15 años viajamos todos los días, durante una semana y con muchos sacrificios, para que se probara en la U. Ahí Ronald Fuentes lo vio y le recomendó que se fuera a probar a Cobreloa, porque en la U habían cerrado el tema de los pases", dice Castro, para ahondar en otro golpe para el ex mundialista Sub 20, esta vez en el cuadro de Las Condes.

"Una semana después de ese no de la U, fuimos a la Universidad Católica, pero parece que pillamos a Jorge Pellicer en un mal momento, porque la respuesta que nos envió por terceros fue que si no era un chico de Santiago, a él no le interesaba verlo. No nos pescaron para nada y Cristián ni siquiera pudo equiparse. Ahí le dije que no se desanimara, porque si bien no era rubio de ojos azules, tenía más condiciones que todos. Igual no aguantó y fue tanta su desilusión, que no quiso ir a ver otra opción en Colo Colo u otro equipo de Santiago", añade Castro.

"Nos devolvimos a nuestro hogar y ahí Mario Flores lo vio y lo inscribió inmediatamente en San Felipe. Las vueltas de la vida hicieron que mi hijo ganara con San Felipe a un equipo cadete de la U y ahí Ronald Fuentes lo vio y se lo quiso llevar, pero no se acordaba que lo había visto durante una semana y lo había desechado. Ese día le toqué la espalda y le recordé el episodio. Decidimos quedarnos en San Felipe... Cristián siempre fue un chico muy consciente de todo. Nunca le faltó un pedazo de pan y siempre le sacamos buenos zapatos de fútbol, de calidad, más allá de los sacrificios económicos que eso nos significaba", agrega Castro, para luego argumentar la fe ciega en el joven Cristián. "Siempre creímos en sus condiciones futbolísticas y valóricas que se le dieron. Siempre puso el hombro en todo. En invierno trabajó en el nogal y hacía lo propio en verano, en la temporada de la uva. Luego, todos unidos como familia, nos las rebuscábamos y trabajamos en la poda de las parras. Hicimos de todo, siempre muy unidos y esto dio sus frutos", rememora orgulloso Castro.

"En cadetes, siempre fue central y cuando Rubén Espinoza lo hizo debutar en el primer equipo, lo puso como lateral derecho. Y fue en la selección Sub 20 (tercera en el Mundial de Canadá 2007) que José Sulantay lo utilizó por la izquierda, es muy polifuncional... Nuestra historia de familia la atesoramos y la potenciamos. No nos olvidamos de lo que pasamos ni de quienes nos ayudaron, como Hernán Caputto y Marcelo Peña, cuando Cristián recién entrenaba en el primer equipo de San Felipe", cierra Castro, sobre un jugador que hoy, con su pareja Carolina Donoso y su hija Florencia, vive un momento expectante con la U, pero que igualmente no le nubla y le hace seguir soñando con nuevas metas.