Cinco minutos se demoró Cristiano Ronaldo en tener su primer contacto con la pelota. Un cabezazo que gana entre Medel y Vargas, que no genera susto a Bravo. Anuncio del pobre partido de la figura del Madrid, que en lugar de ser el mejor futbolista del planeta, cartel con el que le coreaban antes de la cita, fue simplemente el mejor crítico.

Pobre del que no se la pasa a Cristiano. El reproche del astro es casi inmediato. Y no se trata de un reto entre nos, es uno para que lo vea el estadio. La primera víctima es Adrien Silva, a los 19'. El volante tuvo la mala idea de dirigir la pelota hacia un sector donde no estaba CR7 y la reacción encolerizada del delantero fue inmediata. Un poco antes, ya se había golpeado ambos muslos con fuerza, como acto de reprobación del gol que falló André Silva, a centro suyo. Fue culpa del ariete del Milan, no mérito de la gran atajada de Bravo, se lee de la reacción desmedida del divo.

Cada contacto del futbolista con la pelota genera tensión. Para bien o para mal. En el público, en sus rivales y también en sus propios compañeros, preocupados quizás por estar a la altura de su máxima referencia. Los únicos que no le tienen miedo son los chilenos. A los 14', Vidal lo deja en el suelo al ir con fuerza a ganar una pelota en el área. Ganó y le dejó en claro a Cristiano que la noche sería dura.

Isla, a los 26', encara al goleador, que reclama una falta del Huaso. Lo acusa de mentiroso, de piscinero. Cristiano se para y le indica que le metió el brazo en su codiciado rostro. Isla ni lo miró.

Pasada la media hora, el gran nombre de esta Confederaciones sigue sin generar desequilibrio. Apenas gana unos balones aéreos, pero lejos del arco. Lo que sí reitera es el reto a los que llevan la misma camiseta. Ahora los dardos van para el arquero, porque no le saca con el pie. Desde lejos, el meta le da las respectivas explicaciones, que obviamente no convencen al bombardero, que sigue pegado al costado izquierdo, casi sin participar del juego. Escondido.

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Foto: Mexsport/Photosport

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Si ya le había molestado el error de Rui Patricio en el primer tiempo, a los ocho minutos del complemento, Cristiano simplemente quería matar al portero lusitano. Otra vez no apuró la jugada como quería su capitán, otra vez se llevó el reproche. Y todo ante la mirada del público.

Quizás en la única descoordinación de la zaga, la pelota le quedó cómoda a Ronaldo en el área. El murmullo desde las tribunas, la antesala del gol, pero el remate de CR7 se va al centro y Bravo lo expulsa con sus palmas. Un dulce para la figura de la noche. Siguió reclamando hasta el final de los 90 minutos. En esos pequeños pasajes de descanso, optó por el silecio y la automarginación dentro del grupo.

Se mantuvo así hasta los penales. Debía cerrar él la serie, como le gusta, pero Bravo le impidió tener ese gusto. Así se fue Cristiano. Triste, enojado, dolido. Y sin emitir una sola palabra.

Como remate, el propio jugador anunció que deja la Copa. Que llegó a un acuerdo con su DT y la federación lusa para que lo dispensara del tercer y cuarto puesto y conocer así a sus dos hijos recién nacidos.