La Carmen de Bizet que por estos días sale a escena en Italia entre aplausos y pifias, logra zafar de su fatal destino de hace más de 140 años y, en lugar de ser apuñalada hasta la muerte por un amante despechado, es ella quien toma el revólver para cobrar venganza. Otra suerte corrió la Sor Angélica que Cristina Gallardo-Domâs (1967) interpretó en El Tríptico de Puccini junto a la Deutsche Oper de Berlín en 2006, bajo las órdenes de Katharina Wagner, bisnieta del famoso compositor: si originalmente su personaje estaba condenado a beber el jugo de una planta venenosa para reunirse con su hijo muerto, la cantante lírica chilena tuvo que fingir una sobredosis de pastillas.
"Fue una producción de gran escándalo y abucheo, y de la que podría enumerar varios calificativos, pero ni uno positivo", dice Gallardo-Domâs al teléfono desde Madrid, España, donde vive. "Hay algunos directores de escena que cambian absolutamente el origen mismo de una obra, prescindiendo del libreto incluso, y hay óperas que se prestan para moverlas en el tiempo y desplazarlas al presente, pero no todas. Dentro de las que sí, hacer algo que no ofenda a la obra en cuestión está siendo cada vez más difícil. Y así como una Carmen no puede dejar de morir, hace poco me topé con una Bohème que ocurría en la Luna. Una locura, es como si perdieran el norte", agrega.
Tras su paso por Berlín, ese año Gallardo-Domâs fue dirigida por el cineasta británico Anthony Minghella (El paciente inglés) en una versión de Madama Butterfly del Metropolitan Opera House de Nueva York. Y aunque cumplió con el rol, hoy asegura que ya había decidido tomar distancia del género: "La ópera ya la he dejado del todo. Creo que mi aporte y paso por ella cumplió su cometido sobradamente. La última que hice fue la Carmen en el Festival Amazonas de Manaus en 2014", dice.
¿No volverá a cantar óperas?
No tengo cerrada esa puerta completamente, pero de hacerlo tendría que ser una propuesta que tenga sentido para mí, y hasta ahora no la ha habido. Creo que cogí el último vagón del tren de la gran era de la ópera, de los directores de escena, los grandes cantantes y directores de orquesta, y ya a partir de ese vagón lo que varios vimos fue el cambio de chip rotundo. Eso fue desmotivándome, porque al final quien sube al escenario y da la cara es el cantante, y uno tiene que tener respeto consigo mismo. En su intento por sobrevivir, la ópera ha rayado sus propios cánones. Ya no es la que solía ser.
Retorno solitario
Desde hace un año, cuando se radicó en España, otra clase de proyectos han salido a su encuentro, dice la artista de 50 años. El más reciente lleva por título Pontes de amor, un disco que comenzó a grabar en 2015 junto al sello RDC y en compañía del compositor y pianista gallego Juan Durán, y que hace pocas semanas fue lanzado en Spotify. "Lo que hicimos fue trazar un viaje emocional a través de la música y poesía de compositores como Federico Longas, García Lorca, Eduardo Toldrá, y algunas piezas de Durán. Luego hay una segunda parte con obras de George Gershwin, Camille Saint-Saëns y Bizet. De alguna forma transito por repertorios que he hecho y los que me interesan hoy", explica la cantante.
Con orquesta o piano, otro de sus nuevos frentes son los recitales en sala que la han hecho girar por España y que el próximo 28 de abril la tendrán nuevamente en Chile, en el Teatro Oriente de Providencia. "Los conciertos tienen una complejidad y exigencia tres veces superior a la de la ópera", opina. "Ahí ya no tienes entradas y salidas ni tampoco te alternas con otros cantantes. Eres solo tú intentando hacer vibrar al público, pero te dan la posibilidad de elaborar programas y ponerles un título, como los artistas que pintan y firman sus cuadros", añade.
Al espectáculo que la traerá de regreso a nuestro país, junto al pianista español Juan Antonio Alvarez Parejo -ex colaborador, entre otros, de María Callas-, Gallardo-Domâs lo ha bautizado Esencias de España. Serán 19 obras de autores que van de García Lorca -reescritas por el catalán Miquel Ortega- y Manuel María de los Dolores Falla y Matheu, hasta algunas arias de Carmen. En su paso por Santiago también dará una master class para solistas. "Siempre ha habido un especial vínculo con la Fundación Cultural de Providencia, y esta visita a Chile supone en muchos aspectos una alianza importante y no solo por el concierto, sino porque esta podría ser mi última aparición por allá, pues han sido los únicos que han reconocido mi trayectoria", dice.
¿Le dolió su salida de las Semanas Musicales de Frutillar en 2017?
Me sorprendió, más bien. Y fíjate que no hubo conversaciones posteriores. Quedó todo ahí, con el tupido velo, pero más no supe. Mi propósito fue hacer algo significativo en cuanto a lo que es y significa este movimiento cultural de tanto arraigo y tradición, pero nunca sentí de parte de ellos una voluntad real de renovarse, y creo que siempre debe haber un punto de renovación. Sobre todo cuando se cumplen 50 años.
¿Cómo ha visto la gestión de Frédéric Chambert en el Municipal?
Valoro lo que ha hecho con el sistema de audiciones para los roles de los cantantes, pero estoy al tanto de que hay choques entre él y su equipo. Al respecto, creo que hay que tener una cosa clara: si nos queremos poner a la vanguardia internacional, hay que regirse bajo ese otro ritmo, pero si queremos vivir en el statu quo de mentalidad y ritmo nacional, entonces ni siquiera nos molestemos en convocar a directores extranjeros como él. Chile debería plantearse hasta qué punto está abierto a una evolución, pero entiendo que, en su caso (el de Chambert), llegar a ese Chile de mentalidad tan arcaica haya levantado polvo dentro del teatro.
Mañana, Plácido Domingo volverá a dar un concierto en Chile tras presentarse el jueves. Ud., que ha cantado junto a él, ¿cómo lo ve hoy?
Domingo siempre estará en los lugares más altos de la historia porque es lo que se ha propuesto. Hace poco leía una entrevista suya en la que decía que si no es cantando, será dirigiendo como terminará sus días. Yo no lo veo necesario. El ha demostrado con creces el artista que es, y aún así la prensa ha dicho que hasta cuándo con Domingo, que para qué haber logrado tal evolución y luego caer tan mal. Con sus variaciones y nuevas tesituras, él sigue siendo el tenor que uno ha escuchado toda la vida. Y lo entiendo, porque mi voz también evolucionó por sí sola en esto de irse metiendo cada vez más en la cuerda de mezzo-soprano. Pero hoy las voces ya no son lo principal, al parecer, y eso a veces derrumba producciones completas como castillos de arena.