Crítica de cine: Fuerza G
<p> <meta content="text/html; charset=utf-8" http-equiv="CONTENT-TYPE" /> <title></title> <meta content="OpenOffice.org 2.0 (Win32)" name="GENERATOR" /> <meta content="20090723;12082056" name="CREATED" /> <meta content="16010101;0" name="CHANGED" /><style type="text/css"> <!-- @page { size: 21cm 29.7cm; margin: 2cm } --> </style> <p>Fuerza G es protagonizada por tres cobayas, además de un topo computín, que forman un grupo de élite que infiltra la seguridad de los villanos más villanos para ayudar al FBI.</p> </p>
De los tiempos de Mr. Ed a esta parte, hartas cosas han pasado con los animales parlantes en películas no animadas, como han atestiguado Babe, Dr. Dolittle y La telaraña de Charlotte.
Y si hoy puede verse discurseando en pantalla a perros, gatos, cerdos, hamsters y hasta arañas, ¿por qué no unas cobayas? Fuerza G es protagonizada por tres de estas, además de un topo computín, que forman un grupo de élite que infiltra la seguridad de los villanos más villanos para ayudar al FBI, aun si el FBI no quiere que estos animalillos lo ayuden. Con premisas más torcidas que lo habitual y ñoñerías que uno creería olvidadas, esta película familiar aporta cierta rareza y un malvado cerebro corporativo, encarnado por el actor shakespeariano Bill Nighy (el rockero decadente de Realmente amor).
Pero lo que por ese lado se gana, se va perdiendo sistemáticamente con un tono general de comedia que se prueba más endeble e irregular que lo deseable (y el doblaje ayuda poco y nada). Para la trivia: esta cinta es la ópera prima de Hoyt Yeatman, uno de los especialistas en efectos especiales más requeridos de Hollywood.
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