Crítica de cine: Hop, rebelde sin pascua
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El cine está lleno de películas sobre padres obsesionados con que los hijos sigan sus mismos pasos. Esto pronto deriva en que los hijos se rebelen y comiencen una búsqueda, por lo general intrincada, para hacer realidad sus sueños. El tema es conocido y ha dado algunas realizaciones muy buenas. También ha dado otras como Hop, rebelde sin Pascua. Esta es la historia de E.B., el joven conejo -generado por computación- heredero del importante cargo de Conejo de Pascua, vale decir, es quien reparte los chocolates a los niños del mundo la noche de domingo de Resurrección. Lamentablemente para él, el cargo es heredado y obligatorio, por lo que sus sueños de tocar la batería en un grupo musical no tienen demasiado futuro. ¿Qué hacer cuando las cosas no son como uno quiere? Huir de casa, tener varias aventuras, conocer a otro personaje (de carne y hueso esta vez) con similares problemas y regresar al nido listo para salvar el día y tomar la vida como venga. Hop mezcla animación con personajes reales y lo hace bien, pero en 2011 eso no es mérito alguno. Roger Rabbit lo hizo, y mucho mejor, 23 años atrás. Por lo demás, la pura factura técnica está bien para la publicidad. Los méritos en el cine debemos buscarlos en las historias, los personajes y la observación, que es donde Hop naufraga.
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