Nashville transpira country y ofrece bocanadas de inspiración en cada esquina. Suena bien y cuaja mejor cuando los cantautores están curtidos y reconocen sus influencias. En su último álbum, Elvis Costello pasó tres días encerrado en un estudio de esa ciudad buscando el toque que había esbozado con maestría hace un par de décadas junto a T. Bone Burnett, el productor estrella del sonido sureño.
Los pergaminos de Burnett son eternos: basta decir que entre sus trabajos más actuales aparece el multi Grammy Raising Sand, de Robert Plant y Alison Krauss. Costello desempolvó algunos cortes que hizo para una ópera sobre Hans Christian Andersen y revolvió su propio catálogo para armar Secret, Profane & Sugarcane, disco que poco tiene que ver con Momofuku (2008).
¿Qué hace un inglés en Nashville? Lo mismo que todos: buscar sus raíces y dejarse fluir. Ya se ha reclamado hasta el cansancio la facilidad de Costello para cambiar de estilo y coquetear con todo lo que sea susceptible de ser llevado al estudio. Aunque abarca mucho, aprieta bastante y se mueve con soltura entre un lied y una balada, entre el jazz y el rock de garage. Aquí su brújula apunta hacia el country y el bluegrass, el respeto por el espíritu sureño, las historias de rufianes y por un elemento básico: las armonías vocales (el pilar de todo este cuento). La colaboración de Emmylou Harris y de Loretta Lynn son un lujo asiático, una prueba de consistencia. Entre las canciones memorables aparecen Complicated Shadows y Hidden Shame, que en su momento fueron compuestas para Johnny Cash: cambia el tono, pero no la calidad. Costello también acudió a su memoria emotiva para rescatar Changing Partners, un viejo éxito de Bing Crosby y Patti Page. A pesar de su rótulo de disco express, Secret... ofrece toda la sustancia y devoción que se puede esperar de un hijo adoptivo de Nashville.
Secret, Profane & Sugarcane
Elvis Costello. Hear Music
$ 12.990.