Jorge Orellana Lavanderos trota. Lo hace porque le gusta, porque lo necesita, porque es una obligación. Jorge Orellana Lavanderos escribe, por lo mismo. Enfrentar 42 kilómetros y una carilla en blanco son desafíos similares para este puertomontino que se ha paseado por el mundo recorriendo maratones y corridas escogidas.

"Trato de correr en ciudades que tengan alguna relación con un autor literario", cuenta el deportista, que antes pasaba noches jugando al baby. "Ahí nació mi afición por correr. Cuando los equipos no llegaban y se suspendían los partidos no sabía qué hacer, me iba trotando a la casa, para hacer ese ejercicio perdido", recuerda ahora, cuando cifra en 35 la edad en que comenzó a correr.

Lo mismo le pasaba con el pádel y este ingeniero civil, en el negocio de la construcción, armó canchas que murieron con el desinterés y que hoy son un recuerdo cuando pasa, trotando, por el terreno lleno de edificios.

Buenos Aires, Nueva York, Chicago, Estocolmo, Moscú, Praga, Tokio. De ésas se acuerda, porque son 36 o 37 maratones en todas partes del mundo, experiencias que recoge en el libro Crónicas de un Trote, que sale a fin de año. "Se trata de las sensaciones de ocho o 10 años que se producen cuando troto, lo que pienso y cómo logro una armonia, un equilibrio, los componentes de mi ser: el espíritu y la mente", explica.

Pero no va sólo pensando en plasmar las ideas: "En cada carrera siempre trato de cumplir con alguna meta, un tiempo determinado".

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