Crónicas Marcianas: el planeta rojo en el cine
Se estrena Misión rescate, la película donde Matt Damon es abandonado en Marte tras una tormenta brutal. A través de los años, además de huracanes, el planeta ha sido semillero de fantasmas, bolcheviques, amebas gigantes y mutantes rebeldes.

Marte y las tormentas de arena son un buen matrimonio. Tan bueno como el del señor y la señora LaFarge, una pareja de jubilados que viven la vejez de la mejor forma posible en los anaranjados paisajes del planeta Marte. Durante una noche, una fuerte ventisca de arena se precipita sobre los vidrios, remece los cimientos de la casa y de la nada aparece un marciano. Ha adoptado la forma de Tom, el fallecido hijo de los LaFarge y los ancianos deciden tomarlo bajo su cuidado, viviendo por unas horas la fantasía de haber recuperado al muchacho que murió de pulmonía en la Tierra, cuando aún no existían los viajes a Marte.
Lejos del imaginario de Crónicas marcianas de Ray Bradbury, al que pertenece el capítulo El marciano donde aparecen los LaFarge, hay otra tormenta de arena en el planeta rojo. No es pacífica ni trae a alienígenas en son de paz, sino que es fiera como un tifón terrícola y causa desgracias: al astronauta Mark Watney, por ejemplo, lo maniata, casi lo mata y le corta la comunicación con el resto de la tripulación de su nave, que debe despegar de emergencia. Todo esto ocurre en el comienzo de Misión rescate, la nueva película de Ridley Scott, basada curiosamente en una novela que se llama El marciano, igual que el capítulo del clásico de Bradbury de 1950. A diferencia de esa melancólica narración, El marciano de Andy Weir tiene una fe irreductible en la habilidad y en la capacidad de superación humana.
La película de Scott, que se estrena el próximo jueves en Chile precedida de excelentes reseñas, predica el mismo sermón y será difícil que al científico Mark Watney lo derrote una tormenta, aunque el saldo sea haberlo dejado solo y con ración para apenas unos cuantos meses. Botánico de profesión y sobreviviente de nacimiento, Watney tiene también buen humor. Le sirve para conversar consigo mismo en la soledad sideral, gastarse bromas, reírse del fracaso y aplicar una porfiada fe en el sueño americano, pero en Marte. También le sirve, claro, que sus ex compañeros de misión hayan decidido salir a rescatarlo de vuelta en un viaje que, eso sí, tomará cuatro años. ¿Podrá sobrevivir Watney comiendo papas de su propio huerto marciano?
Suerte de Robinson Crusoe en Marte, el filme protagonizado por Matt Damon como el científico abandonado es también protagonizado por Jessica Chastain (una de sus ex compañeras de viaje) y Jeff Daniels (uno de los jefes en la NASA), entre otros. Es una superproducción de 108 millones de dólares que se ubica como el último intento de Hollywood por contar una historia en el planeta rojo.
Aunque inferiores en calidad a las películas que el cine ha situado en la Luna (desde De la Tierra a la Luna de Georges Méliès a Moon de Duncan Jones), los filmes marcianos vienen conformando un paisajefílmico desde, al menos, los años 20. Si a esta lista sumamos las películas que han incluido alienígenas de Marte en su trama, el lote se dispara en forma vertiginosa, incluyendo comedias desaforadas como Marcianos al ataque (1996) de Tim Burton o cintas de superhéroes para adultos como Watchmen (2009).
Tormentas galácticas
Sobrepoblado de películas serie B, el gran fresco que el cine suele proponer de Marte a menudo incluye las mencionadas tormentas de vientos huracanados. Es curioso, pues de acuerdo a las investigaciones más recientes de la NASA, la presión atmosférica de aquel mundo es tan baja que cualquier tempestad tendrá en el peor de los casos apenas la mitad de la fuerza de uno terrestre.
Pero si un vendaval en Marte no sirve, Hollywood los busca en medio de un viaje interplanetario. Eso les pasa en El aterrador planeta rojo (1959) a los viajeros del Mars Rocket 1, nave que llega a la Tierra a duras penas después de que una tormenta de asteroides la dejó dando vueltas en círculos. Compungidos y afectados, el coronel Tom O’Bannion y la doctora Iris Ryan les relatan a sus jefes la pesadillesca experiencia marciana, donde se enfrentaron a una planta carnívora gigante, un murciélago de 20 metros de alto con patas de araña y una ameba monstruosa que infectó para siempre al coronel O’Bannion. El resultado: en uno de sus brazos luce una extraña prominencia. ¿Un alien de 1959, quizás?
La película escrita y dirigida por Ib Melchior es un subproducto de mentes afiebradas y productores sin dinero, capaces de pintar de rojo todas las escenas de Marte, patentando la sospechosa técnica del “Cinemagic”, posteriormente usada sin pena ni gloria en Los tres chiflados en órbita (1962). También era roja, aunque en términos ideológicos, la atmósfera de Aelita (1924), la primera película soviética de ciencia ficción, un trabajo de propaganda de Yakov Protazanov acerca de un revolucionario ruso que viaja en cohete a Marte para ayudar a la princesa Aelita a derrocar una tiranía capitalista. El filme tuvo tal éxito que muchas niñas rusas nacidas en la época se llamaron Aelita.
Otra soviética fue Nebo zovyot, también sobre cosmonautas a la deriva. En plena Guerra Fría, en 1959, la Unión Soviética y Estados Unidos pelean por llegar primero a Marte, pero los americanos se pierden en la mitad del viaje y los rusos, en un acto de fraternidad sin precedentes, los van a rescatar. Mandan al diablo Marte, se abrazan con los estadounidenses, pero no todo puede ser tan bueno: se les acaba el combustible y debe partir otra misión al rescate. Esta rareza fue reconstruida en inglés bajo el título de Battle beyond the sun por Roger Corman en 1962. Le pidió a uno de sus aprendices, un tal Francis Ford Coppola, que se hiciera cargo del trabajo.
Otro ex alumno de Corman, el legendario John Carpenter, también pisó Marte en 2001. Lo hizo, por supuesto, a su estilo y la película se llamó Fantasmas de Marte. Había espíritus, mineros, policías, presos y cárceles. El reo es Ice Cube, en el rol de un peligroso criminal trasladado al mundo rojo, que además de gran yacimiento minero es una cárcel galáctica: al rufián lo quieren dejar tras rejas, pero todo el tiro sale por la culata cuando sorpresivamente los espíritus de antiguos guerreros marcianos salen a combatir con los alienígenas (es decir, los terrícolas) y no hay otra alternativa que defenderse. Ice Cube y sus carceleros se unen contra estos violentos fantasmas de Marte.
El cercano planeta también es una zona de renegados, mutantes y rebeldes en El vengador del futuro (1990), probablemente la mejor película ambientada en Marte. En el filme de Paul Verhoeven, Arnold Schwarzenegger es un obrero que vive aparentemente feliz junto a su joven esposa (Sharon Stone en uno de sus primeros roles), pero que tiene recurrentes sueños en Marte junto a otra mujer. Basada en una narración del gran escritor Philip K. Dick, esta película es paranoia pura y cualquiera puede ser un asesino. Tal vez sólo los nobles mutantes marcianos y el idealista héroe de Schwarzenegger se salven de ser escoria moral.
La siempre recurrente tormenta es lo que en otra película también provocó catástrofes: en Misión a Marte (2000) de Brian de Palma, una segunda avanzada de cosmonautas llega al planeta para ver que pasó con los primeros terrícolas en la zona. Enfrentados a una cúpula gigante (evidente tributo al monolito de 2001: Una odisea del espacio), los hombres fueron al parecer absorbidos por un viento huracanado.
Entre tantos astronautas heridos y misiones abortadas, uno de los pocos auténticos héroes de la época marciana es John Carter, el personaje de las novelas seriales de Edgar Rice Burroughs. Más o menos al mismo tiempo que Burroughs creaba Tarzán de los monos, también puso a un ex soldado confederado en la más rara de las misiones: salvar a los marcianos buenos (los Helium) de los marcianos malos (los Zodanga). ¿Cómo? En la película John Carter de Marte (2012), que adapta la narración con lujos de superproducción, todo se explica muy bien. Carter escapa de los apaches, inexplicablemente, por una cueva ubicada en medio del desierto. La siguiente escena lo pilla en medio de otro desierto: también es rojo y seco, con vientos huracanados y otros bandidos implacables. Es lo que ya todos sabemos.
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