César Munder tiene 17 años, pero cuando habla hay una disonancia entre sus respuestas y su edad. Puede ser su procedencia -pues nació y se educó en Cuba hasta los 12 años- o tal vez las decisiones a las que debió enfrentarse desde pequeño para dibujar la hoja de ruta con que perseguiría su meta, la de llegar alguna vez a ser un futbolista profesional. Habla de jugadas y analiza los puntos fuertes y débiles de su equipo con la misma facilidad con que se refiere a modelos económicos, ideológicos o recuerda capítulos de la historia moderna de América. Es un jugador atípico, tanto dentro como fuera de la cancha.
Y hoy su presente se escribe en las filas de la Universidad Católica, donde es uno de los referentes del ataque en la serie Sub 17, equipo al que llegó con apenas 12 años. Es cubano, pero confía que su futuro, además de seguir ligado al club que lo está acercando a su meta, pueda algún día estar en la Roja. Tiene razones para soñar, pues en la precordillera no es un desconocido: Munder es uno de los proyectos más importantes que tiene hoy la cantera cruzada.
De su desplante como extremo derecho, conocen bien todos allí. Desde que irrumpió en el fútbol joven, tras su arribo desde la isla, fue un jugador perseguido por varios clubes. "Vine en 2011 a visitar a mi papá, que está casado con una chilena, y me probé en la Unión Española. Les gustó lo que mostré y me dijeron que si llegaba a volver, me tendrían en cuenta", dice, aún en un marcado tono caribeño. Regresó un año más tarde para radicarse definitivamente en Chile, pero en su regreso tuvo problemas para hacerse del pase, pues llegó cuando los libros de inscripciones ya estaban cerrados. Fue parte de los entrenamientos y jugó algunos partidos. Desde ahí llamaba la atención; Colo Colo y la UC eran los dos clubes que pujaban por él.
"Un día estaba jugando un torneo por mi antiguo colegio, en Las Condes, y me avisaron que me estaban mirando varios clubes. Con el paso del tiempo, me enteré de que don Alfonso Garcés le había dicho a la gente de Colo Colo que ellos ya habían comprado mi pase. Fue bueno eso, porque me sentí valorado como jugador", recuerda. Hoy, su figura se alza con fuerza dentro de las promesas del semillero de los de la franja.
De hecho, durante esta pretemporada formó regularmente parte de los entrenamientos del primer equipo cruzado. "Eso fue algo maravilloso. Cuando me llamaron por primera vez estaba en el colegio, pidieron permiso para que asistiera con ellos. Estaba nervioso, pero el profesor Mario Salas me dijo que estuviera tranquilo y que hiciera lo que sé hacer. Los jugadores también fueron muy buena onda", recuerda.
El fútbol y la isla
César cuenta que en Cuba el fútbol goza de una enorme popularidad en los barrios y las calles. Sin embargo, la proyección de los talentos hacia el profesionalismo está aún en pañales. "No es que el fútbol esté recién naciendo en Cuba. Es muy masivo, pero recién ahora se le está dando mayor énfasis. No se le ha dado mucha visión pública, por eso no tenemos muchos futbolistas que nos representen en el extranjero. Recorres las calles y están llenas de niños jugando pichangas, como le dicen acá. Es tanto que uno piensa que el béisbol se quedó atrás". Sin embargo, asegura que, pese a todo, en la isla el deporte rey es amateur. Pero hay materia prima: "Si en Cuba existieran los captadores que existen en Chile, estaríamos llenos de talento".
Su llegada se gestó gracias a Augusto, su padre, un ex funcionario municipal del régimen cubano. Desde comienzos de la década pasada llegó a Chile para hacer unas pasantías con algunos municipios de la Región Metropolitana. Fueron varios viajes. Le gustó el país y un día decidió quedarse, formando un nuevo hogar con una esposa chilena. "Un día mi papá me propuso a mi hermano y a mí venirnos a vivir a Chile. Me costó tomar la decisión, porque era dejar a mi mamá, a mis amigos, mis raíces, todo".
No es fácil para un niño tomar una decisión tan radical como cambiar de hogar y país. Allá, junto a su hermano y su madre, vivía de una manera muy distinta a cómo se vive en Chile, al fin del mundo. Llegar a Chile, una nación de una idiosincrasia y un sistema de organización radicalmente opuesto al cubano, era una aventura impensada. Pero él, siendo aún un chico de 12 años, decidió vivirla. "Un día, jugando por La Habana el torneo nacional, no llegaron los árbitros. Ese fue el momento en que decidí que debía irme, porque no iba a triunfar. Es la verdad, porque a lo máximo que podía aspirar era a jugar la liga nacional, pero nada más". Ese fue el momento en que Munder decidió mudarse definitivamente.
Recalca que aquí, a diferencia de lo que se pueda pensar, reside de forma legal. "No soy balsero, ni gusano, ni desertor. Llegamos legalmente a Chile. Me vine gracias al Permiso de Residencia en el Exterior (PRE) de mi papá. Él, al estar casado con una chilena, me permitía viajar sin ningún problema. Eso fue el 28 de diciembre de 2012".
Han pasado casi cinco años desde su arribo definitivo al país y ya se siente un chileno más. Aunque aún no lo es definitivamente, está haciendo los trámites para serlo formalmente. Se ilusiona. Aunque no pudo estar en la nómina de la Selección Sub 17 que disputará el Mundial de India, de todas formas confía en que todo pasa por algo. "Cuando llegué a jugar a Chile tuve también algunos problemas con mi pase… Estoy esperando que todo esté en regla, pero uno de mis sueños es vestir la camiseta de la selección chilena".