Cuando Allende se convierte en "Chicho"

Allende, mi abuelo Allende ganó Cannes al mejor documental este año y este 3 de septiembre se estrena en cines nacionales. La realizadora del filme y nieta de Allende, Marcia Tambutti, habla acá sobre el presidente puertas adentro: sus gustos, su relación con las mujeres y, sobre todo, lo que le costó a su familia hablar de un Allende más intimo. En otras palabras, de "Chicho".




Marcia Tambutti llega a Chile a fines del 89, con 18 años. No se adaptó. Entró a estudiar Biología a la Universidad de Chile, pero encontró que la vida académica era muy restrictiva en el Santiago post Pinochet. “Era muy militarizada, cuadrada”, dice sobre la universidad. “Era el primer año de democracia”. Duró tres años y medio estudiando y se devolvió a México, donde estuvo 15 años más. Por eso, Tambutti tiene acento mexicano, aunque conserva gestos de su madre, Isabel Allende, al hablar.

Estaba feliz en México, pero sabía que tenía que hacer el documental, correr el velo de una historia familiar que durante sus años de vida precedentes era tabú. Conocía al Allende político, al Allende público, pero poco sabía del Allende puertas adentro, con su madre, con su abuela, con sus tías. Poco sabía del “Chicho”, como le decían su familia y cercanos a Allende. La idea se le ocurrió en 2005 y le estuvo dando vueltas por algún tiempo. Hasta que llegó el centenario del natalicio de Allende en 2008. Ese año estaba coordinando un estudio-país sobre la biodiversidad biológica en México, cuando sintió que era el momento de volver. Filmó por tres años, 130 horas en total, intermitentemente. Aprovechaba reuniones familiares o cuando su primo Alejandro venía al país desde Nueva Zelandia. La filmación ya había acabado cuando vino la exhumación de Allende. Volvieron a sacar los equipos para cerrar el ciclo. Era mayo de 2011.

Cuando empiezo a preguntar se ponen como arañas-, le dice Tambutti a su madre, Isabel Allende, en el documental.

Semiarañas-, le responde la senadora.

Parte del documental es sobre esa tensión. Sobre personas que fueron familia directa de Allende a los que les cuesta enormemente hablar de la dimensión más intima del fallecido presidente.

Marcia Tambutti está en la casa de Guardia Vieja, en Providencia, casa que los Allende Bussi compraron en 1953 y que contiene adentro potente memorabilia de los tiempos en que su abuelo estaba vivo. Está un retrato de Tencha pintado por Guayasamín -un cuadro que domina prácticamente toda la entrada y el living-, está otra pintura hecha por Nemesio Antúnez, quien tenía su taller en el barrio, y están las fotos, no muchas, de la época en que los Allende tenían más futuro que pasado. Tambutti se sienta en un sillón blanco, idéntico a uno que está en el estudio, y que su abuelo usaba para leer.

Considerando la reticencia de la familia para hablar, ¿por qué aceptaron entonces ser parte del documental?

Quizás al principio no pensaron que iba a ser tanto sobre ellos. Fue como ‘ve y filma y recupera los álbumes’, que es lo que me dijo mi abuela. Estaban más pensando en otro tipo de película en lugar de conversaciones tan íntimas. Con el tiempo pude apreciar que se embarcaron en este viaje sin desearlo inicialmente. Pero lo entendí. Esto fue un dialogo y eso implica entender al otro, aunque me haya tardado años.

Tambutti confiesa haber sentido pena cuando hablaba con sus familiares. Cada pregunta hecha durante el documental parece haber sacudido una fibra íntima de los Allende. Por eso, sintió la necesidad de hablar con otras 30 personas fuera del círculo familiar del presidente, pero que de alguna u otra forma se relacionaron con él. Con el paso del tiempo, su abuela Tencha y su madre empezaron a colaborar más. Los temas difíciles se comenzaron a tocar.

Y Allende empezó a ser menos Allende y comenzó a ser más “Chicho”.

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Maya Fernández, actual diputada por Ñuñoa y Providencia, y Marcia Tambutti nacieron el mismo año: el 71. Ambas son primas. Fernández es hija de Beatriz, a quien todos conocían como Tati, hija y secretaria de Allende, quien se quitó la vida en Cuba en 1977. Fernández invita a Tambutti a su casa, alrededor de 2009, y le dice: “Ven, tengo una sorpresa para ti”. La sorpresa era un archivo inmenso de fotos de Allende, que en Cuba le fueron llegando a su madre y que heredó tras su muerte. En el documental, Tambutti le expresa su sorpresa a Fernández, quien admite haber visto las fotos sólo una vez, muy a la pasada.

Ese archivo abrió una puerta a una dimensión totalmente diferente. Estaba “Chicho” en casa, dormido. Estaba “Chicho” andando en velero en Algarrobo, donde tenía una casa que quería hipotecar para las campañas, algo a lo que Tencha siempre se opuso. Estaba “Chicho” jugando con sus nietas. Estaba “Chicho” en lo de Miria Contreras, la “Payita”, en su casa de Cañaveral.

Tambutti nunca entendió por qué Fernández, quien sabía que su prima llevaba un año trabajando en el proyecto, no la invitó a ver ese material antes. De todas formas, se anima a lanzar una teoría: “Creo que parte del pudor que tenía Maya para mostrar las fotos era porque en algunas de las fotos aparecía con ‘Chicho’ en Cañaveral (la casa de su secretaria y amante, Miria ‘Payita’ Contreras), aunque ella tenía nula responsabilidad de que esas fotos tan bonitas con ‘Chicho’ fueran tomadas ahí. Uno hereda culpas. Y es bueno sacudirlas”.

Fernández, apenas con dos o tres años, iba a la casa de Cañaveral con Tati, su madre. Tambutti cree que la lealtad de Tati con “Chicho” era tan grande, que no le importaba relacionarse con las amantes de su padre.

Da la impresión de que en tu familia es más complicado hablar de Tati que de “Chicho”. ¿Por qué crees que se da esa diferencia?

Porque, de partida, “Chicho” dijo muchas veces, públicamente y dentro de la familia, que la posibilidad de quitarse la vida, como un acto político, existía. O tal vez no de quitarse la vida, pero que la situación llegara hasta el final. Luchando. De hecho, es un suicidio forzado. Mientras que a Tati mi familia la alcanzó a ver mal -ella tuvo la idea de ir a despedirse a México-, donde la vieron triste y mal, pero no esperaban que se quitara la vida, porque todos estaban tristes y mal durante esos años. Era joven, dejó a mis primos de seis y cuatro años. Sin duda, el tema de Tati fue el más doloroso hasta antes de la muerte de mi hermano (en 2010), que, por suerte, no le tocó a mi abuela. Pero nunca ni siquiera me atreví a hablar del dolor de la muerte de Tati con mi abuela.

Desde la muerte de Allende, el suicidio empieza a cruzar la historia de la familia. Está Tati, pero también Laura, la hermana del presidente. De todos ellos hablas en el documental, excepto de tu hermano, Gonzalo, quien aparece en las entrevistas…

No todo lo que te sucede en la vida tiene que estar dentro de la historia, porque tiene que tener un espacio justo, bien tratado. Es distinto lo que nos sucede como familia a llevar al espectador a una película y que eso tenga coherencia. La película trata de entender por qué mi familia no hablaba de “Chicho”. La muerte de mi hermano es posterior. Cuando hablo de Laura y digo: “Sin querer, ‘Chicho’ abrió una ventana que normalmente no existe”, le hice un guiño a mi hermano. Pero fue algo debatido. Pensamos poner a mi hermano en el epílogo, uno va explorando y decidimos no incluirlo. Y fue la mejor decisión. La película no se trata sobre los suicidios de mi familia.

***

Marcia Tambutti dice que a “Chicho” le gustaba andar en velero. Que le gustaba hacer bromas. Fuera de la política, era un tipo de gustos simples, nada de barrocos. Era capaz de comprar un jabón que dejaba negro el cuerpo de alguna amiga de sus hijas que se quedaba a dormir en la casa. Era capaz de poner un mojón de caca en su despacho y decirle a su edecán: ‘¿Cómo es posible que un perro haya entrado al escritorio del presidente?’, para luego confesarle riendo que le había gastado una broma. El documental muestra un antiguo filme hecho en una parcela de Nos. Y lo que se ve es a “Chicho”, con poco más de 30 años, con pantaloncillos cortos, actuando como si fuera un niño. Le había sacado el uniforme de colegio a uno de los hijos de la familia Santa Cruz, cercana de los Allende Bussi.  El fútbol le gustaba. Incluso, iba al estadio con sus hijas. Se inscribió en Everton a los 15, pero después nunca quiso, como político, admitir el gusto por un equipo. Tambutti dice que no era bueno para escuchar música, que leía bastante, pero Tencha le reclamaba que nunca se terminaba un libro. En cine, no era un intelectual: le gustaban las películas de cowboys. Todo un contraste con Tencha, gran lectora y amiga de escritores de la época.

Ese contraste entre “Chicho” y Tencha se ve en la relación de Allende con las mujeres. En una conversación entre Tambutti y su abuela durante el documental, Tencha dice sobre “Chicho”: “Le encantaba flirtear (…) Nunca me quise presentar como víctima. Pero sabía que me engañaba”.

Tambutti dice que era un seductor permanente. Y que su manera de seducir iba desde Prats, desde los militares, hasta las mismas mujeres. “Estar en campaña tiene mucho que ver con seducir al otro, la capacidad de ver al otro”, explica. “De que los vecinos adolescentes tuvieran una fiesta e irlos a ver y decirles: ‘Si no me dejan dormir, tienen que invitarme’. Y quedarse conversando con ellos. Era una búsqueda permanente de saber lo que piensa el otro e impactar al otro también”.

Y esa búsqueda por impactar incluía a las mujeres.

Como que no existe un juicio hacía él en ese ítem en tu familia. Está el dolor de Tencha, pero parece que pusieran a “Chicho” por sobre ese tipo de cosas…

Es complejo dar juicios cuando uno conoce una sola parte, pero creo que mi abuelo siguió un esquema muy parecido al de su padre, que era gozador, vividor, mujeriego                    -mucho más que el mismo “Chicho”-. Pero su madre, a quien “Chicho” le tenía una admiración total, era una mujer muy guapa, muy seria, muy trabajadora. El patrón con su padre es muy parecido: busca a una mujer parecida para casarse. En el fondo, en Tencha encontró a su madre.

Allende tuvo tres hijas. ¿Le habría gustado un hijo hombre?

Sí, aunque no entré en ese tema, pero muchas personas se adjudican el título de ‘hijo hombre’ postizo o decían que Tati era el hijo hombre que no tuvo. Yo le preguntaba a mi mamá, mi tía, mi abuela, qué les pasaba con que “Chicho” quisiera tener tanto a un hijo hombre, pero como que para ellas no era tema. De hecho, mi abuela tuvo un cuarto embarazo, a principios de los años 50, que perdió a los seis meses, y que iba a ser hombre.

¿Le dolió mucho a él?

Uff, me imagino, porque después de esa pérdida se fueron a viajar juntos como seis meses, por Asia, Europa.

Ya fuera de la parte íntima, ¿qué piensas del Allende político, del Allende presidente? 

Lo que me gusta más a mí es su relación con la gente, el ser tolerante, tratar de encontrar puntos de convergencia, de oír, de interpretar los anhelos, lo que pasaba en la calle. Tenía una empatía cálida, no una cosa lejana. El hablaba el lenguaje del día a día.

¿Esa empatía que defines como una gran virtud pudo ser un gran defecto en el mundo político más pesado de la época?

Sí, sobre todo con su partido. Donde menos poder tuvo fue en el Partido Socialista. Quizás se hubiese necesitado alguien menos tolerante para conducir esa diversidad de miradas. “Chicho” siempre dijo que se tenía que respetar el programa, pero había fuerzas mucho más polarizadas que decían que el programa no era revolucionario, sino reformista. Desde su propio partido se le criticaba por eso.

Tambutti respira hondo y deja la frase flotando. Luego retoma.

Se ha demostrado quién tenía la razón, en todo caso.

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