"Estoy convencido de que un videojuego puede llegar a cambiar a una persona, porque ellos pueden ser una manera de enfrentar los problemas de las personas", reflexiona Alvaro Requena, estudiante de Ingeniería en Desarrollo de Videojuegos y Realidad Virtual, de la U. de Talca. Con 18 años, Requena salió del colegio con promedio 6,7 y obtuvo 772 puntos en la PSU, que le valió ser el primer puntaje de la carrera que sólo comenzó a impartirse este año.
Uno de sus sueños, dice, es que "algún día me encuentre con alguien que diga que mi videojuego le ayudó a cambiar su vida. Con eso me doy por pagado".
Si bien confiesa que nunca tuvo claridad sobre qué quería estudiar, sí sabía que los videojuegos eran una de sus principales pasiones. Por eso, asegura, cuando supo que se abriría una carrera universitaria para desarrolladores de videojuegos "me entusiasmé, leí la malla curricular, tenía todo lo que me gusta y sentí que era un sueño hecho realidad".
Aún cuando debió soportar las burlas de sus amigos, Requena aclara que "hacer un juego no es juego. Se requiere tener convicción, saber matemáticas, programación, diseño y es necesario esfuerzo y saber trabajar en equipo".
Claudia Provoste, 18 años, es una de las seis mujeres que cursan esta carrera. Ella tampoco sabía qué estudiar, hasta que supo de Ingeniería en Videojuegos. Y sintió que esto era lo suyo. "Mi sueño es tener mi propia empresa, no sólo para crear y vender videojuegos, sino para ayudar a la gente pues, si bien los videojuegos sirven para entretener, también son simulaciones de otras cosas, por lo tanto sirven para aprender, reforzar la memoria, entender otras realidades", asegura.
El director de la escuela, Felipe Besoain, explica que la carrera surge de la necesidad de poder contar con un profesional que tenga un perfil único, "un experto en las ciencias de la computación, desde el punto de vista de la informática aplicada a los videojuegos, y esto surge en la U. de Talca porque ha sido pionera, en los últimos 15 años, en formar perfiles que sean multidisciplinarios, con distintos campos de aplicación".
Los estudiantes de la carrera, agrega Besoain, tienen un nivel de inglés y alfabetización digital superior al de sus pares de otras carreras del área informática, "lo que nos ha traído muy buenos desafíos en innovación". Añade que son jóvenes cuyo "sueño es trabajar haciendo lo que más les gusta, creando videojuegos, por un lado, y que en cuanto a la realidad virtual pueden aportar a otros campos desde su disciplina" .
Alejandro Woywood es ingeniero civil industrial y académico de la carrera. Además fue primer presidente de la Asociación de Desarrolladores de Videojuegos. Desde esa calidad explica que "la industria chilena crece bastante rápido; es decir, en 2013 empleamos 215 personas y el 2014 a 325. El 2010, partimos con ocho empresas y ahora somos 37, pero faltaban desarrolladores de videojuegos, por eso se creó esta carrera". A nivel mundial, la industria de videojuegos supera en ventas, a la industria de la música y el cine, superando los US$ 83 mil millones el último año. En tanto, el cine vendió US$ 36 mil millones y la música apenas alcanzó los US$ 15 mil millones. Según Woywood esto se debe a que "hoy los videojuegos están al alcance de cualquier persona gracias a la masificación de las plataformas, sobretodo de los celulares", por lo que la demanda aumenta cada día y se requieren profesionales más especializados y con capacidad para solucionar problemas en un contexto multidisciplinario. "Nuestros estudiantes son chicos que conocen los videojuegos, que saben que son la mezcla perfecta entre arte y ciencia, y tienen muy claro que para desarrollar un videojuego se requiere conocimientos de matemáticas, arte y la capacidad de diseñar una experiencia que alguien más va a sufrir o disfrutar".