En las primarias de 2013, más $ 314 millones de su patrimonio personal gastó la actual Presidenta Michelle Bachelet, según información que entregó al Servicio Electoral. Luego para las elecciones presidenciales de primera y segunda vuelta, la Mandataria pidió un préstamo a BancoEstado por $ 2.036.416.727 para su campaña.
Si bien Bachelet obtuvo un alto reembolso fiscal por votos obtenidos y sustentó otra parte de su carrera presidencial con donaciones privadas, terminar endeudado y con el patrimonio familiar comprometido es algo normal en el mundo político.
Hoy las campañas se financian básicamente por cuatro vías: aportes privados externos (empresas o personas, en forma anónima, reservada o pública), financiamiento fiscal (reembolso de $ 733 por voto al candidato y $ 366 adicionales al partido), contribuciones de la colectividad y los créditos y ahorros del candidato.
Por eso es usual en el Congreso que el vencedor termine con su dieta comprometida pagando cuotas "millonarias". Y si para el ganador es un problema, para el derrotado es una "tragedia".
"He vivido las dos realidades. En mi primera elección perdí y en la segunda, gané. En ambos casos quedé endeudado", dice el diputado RN Gonzalo Fuenzalida, quien según su declaración de patrimonio hoy tiene una deuda por $ 50 millones a pagar en 4 años.
El PS Marcelo Schilling confiesa que ha debido endeudarse. Incluso, comenta que en su primera elección no sólo él se endeudó, sino que también su esposa pidió un crédito para ayudarle. "A muchos le ha pasado, pero de esas cosas no se habla", expresa.
La ex diputada PPD Antonieta Saa cuenta que financiaba sus campañas con aportes de amigos y con créditos bancarios. "La última vez terminé pagando cuotas de $ 2,5 millones", recuerda.
En el caso del Senado las campañas son más caras y las deudas atosigan a la mayoría. En total 18 senadores informan en su patrimonio deudas por créditos de consumo entre $ 4 millones y $ 215 millones. Incluso un senador transparenta que le debe $ 25 millones a su hijo. Otros detallan líneas de crédito "reventadas".
Los altos montos para una campaña "competitiva", a juicio de analistas, hacen que la política sea prohibitiva. Como ejemplo, Bachelet en la presidencial de 2013 gastó $ 5.377 millones y en el balotaje, $ 1.528 millones. A nivel parlamentario, los montos también son millonarios. El gasto promedio de diputados electos fue $ 72 millones y los senadores promediaron $ 279 millones.
Pero también hay una cifra negra. En el mundo político es secreto a voces que el gasto declarado no es el que realmente se gasta. Esto ha sido admitido por el propio presidente del Consejo Directivo Servel, Patricio Santamaría. "Los candidatos gastan mucho más de lo que declaran", dijo en septiembre a a La Tercera.
Así en la Metropolitana, donde el límite de gasto electoral es de $ 1.400 millones para senatoriales, estimaciones apuntan a que en elecciones pasadas el gasto se elevó sobre los $ 2.000 millones.
Por eso algunos parlamentarios piden mayores facultades al Servel. Sin embargo, del mismo modo, defienden los aportes de empresas o piden subir el financiamiento fiscal en la reforma sobre financiamiento a la política que enviará el gobierno.