"¡Las luces, las luces!" grita la gente que se amontona al anochecer afuera de la casa de Inés Cabrera en la comuna de La Florida. Desde hace más de 10 años repite el mismo ritual: decora su jardín con un gran pesebre, trineos, viejos pascueros y monos de nieve inflables, y por supuesto muchas, muchas luces. Todo un espectáculo que culmina a las 12 de la noche del 24 de diciembre, cuando les abre las puertas de su casa a los niños que están afuera mirando y sacando fotos, para hacerles un regalo. Para este año tiene más de 200 cajas con dulces.
Partió haciéndolo para sorprender a su marido, pero "ahora es para la gente que viene. El ambiente está tan frío y esto rescata el espíritu de la fiesta", dice Inés. Y no está tan equivocada. Su iniciativa, que se repite en algunas otras casas de la capital y que aparece cada año sagradamente en los noticieros televisivos, rescata una tradición antigua.
En el siglo XIX, la Navidad era un verdadero carnaval que aprovechaba con todo la temporada estival. En los patios que daban a la calle se montaban grandes pesebres que la gente entraba a mirar. Incluso se hacían dramatizaciones con animales y personas. En las calles había música, frutas, flores, alcohol y sí, excesos. Incluso, tal como ahora en Fiestas Patrias, se hacía un recuento del número de detenidos, borrachos y heridos en peleas.
Pero ya a inicios del 1900, aunque aún había celebraciones públicas, la gente, sobre todo la elite, comenzó a replegarse al espacio privado, instalándose tradiciones europeas como la gran cena de Navidad con un pavo (y otras preparaciones que tomaban semanas). Como explica la historiadora de la Universidad de los Andes y autora del libro La fiesta: metamorfosis de lo cotidiano, Isabel Cruz, ya en los años 30 y 40 la figura del Viejo Pascuero y el pino de Navidad se instalan fuertemente entre los chilenos. "Hoy, para muchos, la celebración se ha vaciado de su sentido religioso y es un feriado más", agrega.
Dado que esta es una celebración de los cristianos, a primera vista, parece natural que quienes no profesan ese credo no la festejen. Sin embargo, no todos están de acuerdo. "El cristianismo secuestró la fecha de la Navidad", dice el abogado, cientista político y autor del libro Ateos fuera del clóset, Cristóbal Bellolio. "Originalmente se trataba de una festividad pagana en la que los romanos celebraban Saturnalia, un carnaval callejero donde se invertían los roles sociales y se daba rienda suelta al descontrol. No es que yo celebre a Saturno, por cierto, pero la celebro en el sentido que constituye una excusa para expresar amistad, cariño y encuentro", agrega.
Puestas así las cosas, no es tan evidente quiénes celebran esta fecha, y lo que va quedando claro en el camino es que, al menos en Chile, el festejo del 24 y 25 de diciembre es difícil de esquivar.
No es mi fiesta, ¿o sí?
"Hola, Ben. ¡Soy el armadillo de Janucá y te deseo una muy feliz Navidad!". Los fanáticos de la comedia norteamericana Friends recuerdan claramente la escena en que Ross, tras fracasar en su búsqueda de un traje de Viejo Pascuero, se disfraza de armadillo e intenta enseñarle a su hijo, fanático de "Santa", sobre la fiesta judía de Janucá, también conocida como la Fiesta de las Luces, que ocurre cerca de la Navidad y que festeja durante ocho días la independencia judía en el siglo II a. C. El pequeño Ben, como el mismo dice, es "mitad judío" y su padre intenta desesperadamente introducirlo en Janucá, lo que en medio de la ola navideña que copa todos los espacios, no es tan sencillo.
Eso es un reflejo de que, en sociedades como la nuestra, quienes quieren resistirse a la influencia de esta festividad pueden tener un arduo trabajo. De hecho, es un tema que el rabino Roberto Feldmann conversa con los padres judíos. "Nuestros niños ven arbolitos y regalos y ello es una iniciación a una realidad ineludible: somos una pequeña minoría. Y duele más cuando se supone que ese niño 'por supuesto' debiera participar del acto de Navidad en su jardín infantil y colegio. Toman la Navidad, su iconografía y sus deseos como algo universal. Te ves entre la espada y la pared. O pones límites a la hegemonía, y generas sensación de aislamiento en tus propios niños, o no los pones y los confundes".
Algunos padres judíos confiesan que, para quitarle un poco de magia al Viejo Pascuero, les dicen que Janucá es mucho mejor porque son ocho regalos, uno por cada día de celebración. El rabino, sin embargo, dice que con un regalo es suficiente.
Los judíos no son los únicos que no celebran la Navidad. Aunque Jesús aparece mencionado en el Corán, el libro sagrado del Islam, y es considerado un profeta, los musulmanes no participan en esta fiesta. Fuad Musa, del Centro Cultural Islámico de Las Condes, cuenta que cada año envían un saludo a las iglesias cristianas e incluso él coloca un árbol de Pascua en su casa y entrega a un regalo a sus hijos. Sin embargo, no ponen pesebre porque en el Corán el nacimiento de Jesús es relatado de otra forma. "Para nosotros no nació en un pesebre. Nació al lado de un riachuelo, hablando", explica.
Mientras, aunque los católicos y evangélicos tienen ritos similares, como una misa o culto el 24 de diciembre en la noche, no todos los que creen en Jesús como hijo de Dios celebran la Navidad. Los Testigos de Jehová, por ejemplo, no lo hacen argumentando, entre otras cosas, que no hay prueba de que Jesús haya nacido un 25 de diciembre (la Biblia no revela la fecha de su nacimiento) y que Dios no aprobaría la Navidad, pues tiene su origen en costumbres y ritos paganos.
Quienes sí la celebran y con un sentido muy especial son los palestinos-chilenos, que en su gran mayoría, alrededor de un 90%, dice el investigador del Centro de Estudios Árabes de la Universidad de Chile, Eugenio Chahuán, son cristianos. Nuestro país tiene la comunidad palestina más grande fuera del mundo árabe, con 450 mil descendientes. La gran mayoría, explica Chahuán, vienen de la región de Belén. "Es un orgullo decir 'Jesús nació a cinco cuadras de mi casa'", explica, y agrega que la Navidad tiene un sentido muy potente para ellos. "Aún así, somos como cualquier chileno y andamos comprando a última hora", dice Chahuán.
Sincretismo
La Encuesta Bicentenario 2014, realizada por la Universidad Católica y Adimark, reveló que quienes afirman tener alguna religión han bajado de un 70% a un 50% entre 2006 y 2014, mientras que quienes no profesan ningún credo aumentaron de un 12% al 22% en el mismo periodo. Pero Eduardo Valenzuela, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la UC, dice que eso no significa que todos ellos no crean en nada. Según él, dentro de ese 22% al menos dos tercios corresponden a personas que creen en Dios y no se autocalifican de ateos. De hecho, de ese grupo un poco más de la mitad dice que cree en Jesús "como verdadero hijo de Dios".
El alcalde de Recoleta y militante comunista Daniel Jadue sí se declara ateo. Pese a eso, para él la Navidad es una fecha sensible. Como descendiente palestino de la región de Belén, específicamente de la ciudad Beit Jala, cree que "los palestinos tienen una mayor cercanía con el significado original de la fiesta más que con el tema de los regalos". Por esto, dice, en su casa los regalos son sólo para su hija.
Bellolio agrega que, como es ateo, no se siente constreñido por el significado cristiano para conmemorar este rito cultural de Occidente. "De hecho, la gran mayoría de la gente que frecuento en Navidad tampoco cree que hace dos mil años haya nacido un mesías de una madre virgen en una aldea palestina". Su última Navidad la pasó en Londres donde está haciendo un doctorado. "La noche del 24 me reuní con una comunidad chilena a la usanza británica: todos tenían que llegar con el chaleco navideño más feo y chillón posible".
Todo se trata de sincretismo, afirma el periodista mapuche Pedro Cayuqueo. En su familia siempre se ha celebrado la Navidad y nunca fue visto como un problema o una contradicción, ya que se festeja a la par de otros ritos mapuches. Sin embargo, algunos mapuches creen que es un rito ajeno y que en esa fecha deberían conmemorarse otros hitos de este pueblo, como la muerte de Pedro de Valdivia y la victoria de Curalaba. Según Cayuqueo, estas opiniones se restringen a un activismo más militante y a una postura de resistencia cultural. "El mapuche común y corriente puede lidiar con la Navidad. No implica renunciar a tu identidad o perder tu cultura. Los mapuches hemos dado cátedra de nuestra capacidad de incorporar elementos de culturas foráneas y seguir proyectando lo que somos como pueblo. Somos un grupo multicultural, sería bueno que los chilenos aprendieran eso de nosotros", concluye.
Jesús vs Viejo Pascuero
Quizás la gran batalla de nuestra época navideña es la que se da entre el protagonismo de Jesucristo y el Viejo Pascuero. Este último es adorado por los niños, pero no tanto por los padres, quienes jamás se atreverían a quitarles a sus hijos "la magia del viejito", pero ya a una cierta edad esperan, secretamente, que se enteren de que los pascueros son ellos, incapaces de volar en un trineo y con presupuestos limitados.
El escritor Rafael Gumucio recuerda nítidamente una vez que en la radio se le ocurrió decir que el Viejo Pascuero no existía. "Como mucha gente va en el auto con los niños camino al colegio parece que ese día hubo llantos". Él es muy entusiasta de la Navidad, pero no de esta figura. Por eso, aunque no le complica que sus hijas crean en él, no les habla del personaje ni lo promueve. En su aversión influye que desde chico le tocó ser el Viejo Pascuero de su familia. Para él, que se define "católico y romano", la historia de Jesús le parece mucho más conmovedora. "El nacimiento en la más humilde condición, esta familia que no encuentra alojamiento, que tiene que dar a luz entre animales y que los reyes vayan a agacharse frente a un marginal, tiene mucha belleza".
El que sí es enfático en su postura anti-Viejo Pascuero es el cantante Alberto Plaza. El cienciólogo, que hoy vive en Miami junto a su pareja, explica que desde su religión hay una completa tolerancia a los otros credos y rituales y que un judío o un católico puede perfectamente practicar la cienciología. Sin embargo, como ex católico, y desde un punto más personal, dice que tiene una muy mala opinión del Viejo Pascuero, porque "viene a usurpar el lugar del Niño Jesús. Mi hijo menor va a cumplir ocho años y yo creo que este año ya va a saber quién es el usurpador". Si no fuera porque su pareja decora la casa y pone un arbolito, agrega que simplemente no haría nada. Sólo cumplir con darle un regalo a su hijo, "pero moderado. En esa locura de las compras la gente pierde la cabeza".
Paradójicamente Sofía Wulf, directora ejecutiva de la Fundación Voces Católicas, es quién sale en defensa del "Viejito". "La culpa no es del Viejito Pascuero, sino de nosotros que le asignamos un valor cada vez más importante. Hacemos de todo y nos endeudamos para tener una selfie feliz. El Viejo Pascuero, imitando a los Reyes Magos, nos da una buenísima oportunidad de dar regalos. Pero fijémonos en qué regalamos. Terminamos comprando la felicidad por catálogos".
La lista de regalos
Para la mayoría de los chilenos no hay Navidad sin regalos. Hoy en día el gasto se enfoca en los niños, y aunque hay papás que intentan educarlos en la austeridad, a veces se encuentran con el obstáculo de los abuelos y tíos/as (profesionales y solteros), que no tienen problemas en destinar parte importante de su presupuesto navideño en ellos. Precisamente porque el énfasis está en los más pequeños, muchas familias optan por hacer un "amigo secreto" entre los más grandes. "Me gusta mucho regalar y los regalos, pero a mí cada vez me regalan menos. A los adultos ya no se les regala y eso lo encuentro penca", dice Gumucio.
Aún así, el gasto se dispara en diciembre y sube entre un 20% y 30% en comparación al resto de los meses del año, según cifras del Ministerio de Desarrollo Social. Eduardo Valenzuela explica que la Navidad es equivalente a una vieja tradición indígena que los antropólogos conocen como "Potlach": un momento en que se acelera el intercambio de dones y donde la disposición a dar se desborda completamente.
Por eso hay quienes intentan poner una cuota de moderación. Sofía Wulf, quien ya se encuentra viviendo el Adviento (periodo antes de la Navidad donde se prepara "la venida"), además de armar el pesebre en familia y rezar tiene un ritual para la noche del 24: hacen un juego de amigo secreto en donde le dicen al otro qué ha significado él, durante el año, para la familia. "Qué cree que ha dado y qué nos gustaría compartir con él o ella el año que viene. Creemos que ese Niño Jesús que nace tiene que también nacer en nuestros corazones y esta es una forma de mirar al otro y no mirarnos tanto a nosotros mismos", dice.
También ha ido creciendo la gente que en vez de comprar regalos, los hace. Maggie Smith, profesora de literatura de 35 años y dueña de la tienda de corbatas artesanales corbbata.cl, es un ejemplo de la tendencia "hágalo usted mismo". En su casa hasta la carta al Viejito Pascuero se escribe en un papel reciclado, hecho por la familia. "Ya en septiembre empiezo a planear qué voy a regalar, a la familia y también a otras personas importantes como nuestro pediatra y las tías del jardín, que son fundamentales en nuestra familia". Teje mantas, hace collares, con los niños preparan galletas para los conserjes del edificio e incluso fabrican sus propios adornos navideños. Para esta Navidad, con los cartones que venían en un juego de sábanas que compraron, sus hijos de cuatro y dos años hicieron unos portarretratos.
Mientras hay tradiciones que se expanden, como la del amigo secreto, otras pierden la batalla: en vez de mandar tarjetas en papel, varios han optado por el correo electrónico, el mensaje en Facebook o simplemente el saludo por WhatsApp. No Mary Rose McGill. "Todos los años, a fines de noviembre, me preocupo de enviarle a toda la gente que quiero y que me importa una tarjeta por correo como demostración de cariño y preocupación. Aunque muchos dicen que la mía es la única que reciben a estas alturas, es una tradición que me encanta y pienso mantener" dice la socialité.
Claramente la tensión entre el consumo, el Viejo Pascuero y el sentido más religioso de la Navidad continuará. De todas formas, Eduardo Valenzuela aclara que nunca ha habido una fiesta religiosamente pura e incontaminada y agrega: "Hay que recordar que la Navidad no es el momento del consumo, sino del gasto. La gente intercambia regalos y recibe a los demás en sus casas en un gesto de hospitalidad y aprecio, que es perfectamente compatible con el sentido cristiano de la natividad del Señor. El pesebre y el Viejo Pascuero tienen ciertamente algo en común".