La reducción drástica de emisiones de gases de efecto invernadero, el freno a la deforestación, y el financiamiento para la adaptación y la mitigación al cambio climático para los países pobres son los temas centrales de la conferencia de Copenhague que empieza el lunes, aunque sólo se espera que haya un acuerdo político para un eventual tratado vinculante en 2010.

Durante la cita a realizarse entre el 7 y el 18 de diciembre, acudirán una veintena de jefes de Estado y de gobierno africanos, así como 15 mandatarios procedentes del continente americano y líderes de países como China, Japón, Australia, Singapur, Vietnam o Bangladesh.

Los efectos del cambio climático ya se están sintiendo por el aumento de la temperatura del planeta de 0,8 grados Celsius desde la revolución industrial.

Esto causa ya al año la muerte de 300 mil personas, afecta gravemente a otras 325 millones y causa pérdidas por 125 mil millones de dólares, según datos de la Fundación Vida Silvestre y World Wildlife Found (WWF).

Esta temperatura seguirá en aumento dada la acumulación de gases en la atmósfera y el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (Ipcc), integrado por expertos de todo el mundo, sostiene que si el planeta pasa los 2 grados, los eventos que se desencadenarán serán catastróficos. Para ello, demanda una reducción de emisiones de gases a los países desarrollados, los responsables históricos del cambio climático, de 25 a 40 por ciento por debajo de los niveles de 1990 para 2020.

Pero las ofertas de reducción no llegan al mínimo requerido por el Ipcc.

Según el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud), si cada habitante del mundo en desarrollo emitiera tantos gases de efecto invernadero como Estados Unidos y Canadá, se necesitarían nueve atmósferas para absorberlos. Y si la comparación se realizara con las emisiones de Europa, se requerirían seis planetas.

Esta desigualdad es la que los países en desarrollo quieren hacer valer en Copenhague en varios sentidos. Por un lado porque demandan que los recortes ambiciosos los hagan los responsables históricos y, por el otro, porque exigen financiamiento para mitigar y adaptarse al cambio climático, como también para la transferencia de tecnologías.

Estados Unidos, el segundo emisor, detrás de China, es el país más intransigente en términos de compromiso. Además de retirarse del Protocolo de Kioto, Washington no ha fijado metas de recorte, sino que recién tiene un proyecto que deberá tratar el parlamento sobre reducción del 17 por ciento de sus emisiones, pero por debajo de los niveles de 2005, una ambición mucho menor que la que supondría esa cifra con respecto a 1990.

Con la llegada de Barack Obama a la Casa Blanca en enero pasado, las expectativas de un compromiso crecieron, aunque la situación doméstica, con la crisis económica, la reforma de salud y las dificultades que enfrenta el mandatario en el parlamento, redujeron las esperanzas de un liderazgo norteamericano en las negociaciones.

No obstante, Obama, anunció el viernes que irá a la conferencia para el 18 de diciembre, día final y crucial de las negociaciones, cuando se espera la presencia de decenas de gobernantes. La Unión Europea, en tanto, que ofreció recortar sus emisiones en un 20 por ciento con respecto a los niveles de 1990, sostuvo que no hará ofertas más ambiciosas si no hay "señales claras" de otros países, incluidas naciones industrializadas.

Desde el sector del G77 más China (el grupo de los países en desarrollo), sus potencias rechazan las metas impuestas en la propuesta de Copenhague de reducir el 50 por ciento de las emisiones para el 2050. China, hoy el principal emisor, aunque no responsable histórico, India, Brasil y Sudáfricasostienen que son las economías industrializadas las que deben hacer propuestas más ambiciosas y que en ese caso, los países desarrollados podrían cambiar su postura.