Un investigador ruso, autor de libros sobre el Triángulo de las Bermudas, sostiene una teoría extraña que señala que el Boeing 777 de Malaysian Airlines, desaparecido con 239 personas el 8 de marzo pasado, podría haber sido víctima de los efectos de campos magnéticos y eléctricos creados por un terremoto y aspirado en el mar, tras la explosión de gases volcánicos submarinos.
Según Boris Ostrovski, el fenómeno se compara como cuando "los trozos de un tapón de corcho se hunden en una botella de champaña cuando el anhídrido carbónico llega a la superficie".
Luego de haber invalidado las tesis del secuestro y los problemas técnicos, Ostrovski opina que en la noche del 8 de marzo, cuando el Boeing estaba sobre el estrecho de Malaca, en Sumatra, hubo un terremoto de 5,5 grados Richter. El recuerda que el avión desapareció de los radares mientras estaba en ese estrecho, donde la distancia más corta entre la costa occidental de Malasia y Sumatra es de sólo 15 kilómetros.
Su hipótesis es que el Boeing fue víctima de las consecuencias de la actividad tectónica, en particular de las tormentas magnéticas que inutilizan todos los instrumentos de radio y eléctricos. Pero, agrega, también que fue víctima de "campos eléctricos que causan en la atmósfera la formación de masas gaseosas que ocupan espacios vastos. Apenas las partículas se pegan entre sí, crean plasmoides similares a bolas de fuego (...) peligrosas para los aviones, porque pueden desaparecer imprevistamente y causar una reacción en cadena con las más cercanas".
A su parecer, el objeto volador no identificado (ovni) captado por los radares tailandeses pocos minutos después del último contacto radial con el Boeing podría haber sido propiamente un plasmoide.
En suma, Ostrovski sostiene que los infrasonidos que preceden un terremoto podrían haber "turbado las condiciones de vuelo" y haber "desorientado" a los pilotos, haciéndolos entrar en pánico guiando un avión sobre el océano sin contacto de radio y sin puntos de referencia.
Sin embargo, el académico ruso Heinrich Steinberg, director del Instituto de Vulcanología y Geodinámica, cuestiona la novedosa hipótesis de Ostrovski. "Para un avión que vuela a una altitud de unos diez mil metros, donde la visibilidad es óptima porque no hay nubes, la probabilidad de quedarse sobre la erupción o la explosión de un volcán es escasa", sostiene. Junto a esto, el académico niega que en la zona donde desapareció el Boeing se hayan registrado actividades volcánicas fuertes.
BUSQUEDA CONTRA EL TIEMPO
Los especialistas que han seguido el caso desde un comienzo creen que las esperanzas de hallar a los 239 ocupantes del avión desaparecido se desvanecieron hace tiempo, y sólo queda la ilusión de encontrar restos de la nave, aunque el tiempo va en su contra, al punto de que hoy comenzó un mega operativo de búsqueda de las cajas negras antes de que se agoten sus baterías. De hecho, si no fueran encontradas antes del inicio de la próxima semana, es probable que se pierdan para siempre.
En la zona de 1.600 kilómetros al oeste de Australia, donde se concentra la búsqueda hace algunos días, dos naves australianas "barren" un recorrido de 240 kilómetros que, según los nuevos cálculos de la fuerza multinacional de expertos, es más probable que haya caído el vuelo de Malaysian Airlines, por el agotamiento de combustible.
En tanto, en una zona más amplia de unos 220.000 kilómetros cuadrados, operan 14 aviones -10 militares y cuatro civiles- con el objetivo de ubicar restos flotando, además de nueve navíos.
Las cajas negras podrían aclarar muchos de los misterios sobre este vuelo porque contienen las últimas dos horas de grabaciones en la cabina de mando, y podrían brindarles a los investigadores razones del cambio de ruta brusco y la desactivación de los sistemas de comunicación luego de las últimas palabras: "Buenas noches, Malaysian 370".