Unai Emery es uno de los entrenadores más meticulosos del fútbol europeo. Nada queda en su libreto a la improvisación. A lado de su ayudante, Juan Carlos Carcedo, estudian al microscopio a sus rivales.
A menudo casi todo le funciona. El problema, en cambio, es Leo Messi. Ahí, la pizarra y los videos se encuentran con un muro. Aún así, el laboratorio de Emery no deja de funcionar.
Antes de irse al PSG, con el que enfrentará mañana al Barcelona por la Liga de Campeones, siendo entrenador del Sevilla estudió una alternativa a los lanzamientos frontales de Messi en las faltas en sus duelos contra el Barcelona. Los entrenadores de hoy en día pasan horas intentando rebajar el índice de acierto tan brutal que existe en la actualidad.
Tienen claro que desde la llegada del spray arbitral, la medida ha favorecido al delantero. Los famosos tres 'pasitos' de la barrera que daban adelante perjudicaban al lanzador. Ganaban terreno al mar. Ahora, sin embargo, todo ese proceso es más complejo. La espuma delata a los defensas y el árbitro no permite la infracción.
Por eso, Emery, pensó un día viendo partidos de Segunda división en Francia probar una fórmula arriesgada: quitar la barrera de los 9,15 metros que habitualmente tiene y colocarla en el arco, invitando a Messi a disparar potente.
Fue un pensamiento en voz alta. Como él mismo contó recientemente en el EFE Forum en Madrid, pero el método tenía riesgos. Si Messi no acierta, el método Emery se habría convertido en el invento del siglo. Si Messi hace gol con este escenario, lo llamarían tonto.