En un principio, Damon Albarn (46) hace gala de una memoria a prueba de errores. "Fue hace casi un año la última vez que estuve por acá, ¿no?", recuerda ante su única vez en Chile, el 7 de noviembre de 2013, cuando repletó al mando de Blur la Pista Atlética del Estadio Nacional y materializó un cara a cara que el público local aguardaba por años. Pero, para ir aún más atrás, necesita que alguien lo asista con un par de pistas.

"En 1999 vinimos a Sudamérica, teníamos todo listo para tocar en Santiago, pero a última hora el Ministerio de Relaciones Exteriores de nuestro país nos sugirió no venir por una serie de problemas que (hace una pausa)… ¿cuáles eran?", consulta ahora sobre esa frustrada primera vez de fines de los 90, su década definitiva, y que, ante la detención de Augusto Pinochet en Londres, los hizo echar pie atrás para evitar las posibles críticas y represalias que enfrentarían en el país. El músico redondea, casi como un lamento arrojado con 15 años de retraso: "No fue nada agradable. Pero esta vez hemos tenido mucho más tiempo para recorrer, pasear y conocer, así que vaya que ha sido distinto".

Muy diferente: sin temores ni aprensiones, bajo esa misma facha carente de garbo y estilo, pero abundante en ingenio y cordialidad, uno de los hombres que definió el sonido y la estética del britpop está sentado en uno de los salones del teatro Caupolicán, en la previa del show que anoche lo hizo debutar en solitario en el país, como parte de la gira que muestra Everyday Robots (2014), su primer disco sin una banda a sus espaldas, con su solo nombre impreso en los créditos. El show partió con problemas: tras un par de canciones, se prendieron las luces y se detuvo la música, ya que algunos fanáticos empujaban las rejas del Teatro. Tras media hora de espera -con pifias del público presente- y con arreglos improvisados y martillazos, se retomó el concierto. Luego, hubo problemas con la iluminación.

A pesar de los imprevistos, Albarn siguió, y se puede decir que hoy late otra distinción evidente: el músico llegó anoche hasta calle San Diego -luego de visitar algunos parques capitalinos y devorar un lomito italiano en un local del barrio Yungay- con un título introspectivo, más difícil de masticar, donde repasa su niñez, su juventud, los tormentos del estrellato y las variantes que alguna vez lo acercaron más a los sonidos africanos y de la música negra, que a las guitarras propias de la Cool Britannia.

"Sería fácil haberme quedado haciendo temas de Blur durante años. Es lo que la gente quiere escuchar.    Pero no era mi plan. Busqué músicos más jóvenes, con más energía, y traté de hacer música que pueda disfrutar en este momento. Es un grupo muy funky, pero también muy musical, que me permite abarcar todos mis proyectos: desde Blur y Gorillaz hasta The Good, the Bad & the Queen", enfatiza el inglés.

Siempre hizo temas basados en personajes, incluso en Gorillaz usted era un personaje. ¿Fue difícil ahora hablar de su vida más privada?

Fue desafiante, pero para nada algo complejo. Disfruté que se diera de un modo tan natural y fluido. Trabajé con Richard Russell (dueño del sello XL Recordings) en el disco del músico soul estadounidense Bobby Womack y luego me sugirió que siguiéramos haciendo cosas juntos. De pronto me dijo: '¿por qué no haces un álbum en solitario?' Y ahí me lancé. Por primera vez en mi vida sentí ganas de algo personal y biográfico. Creí que había llegado el momento para esa revisión.

El disco, y su título, son también muy críticos con la tecnología actual. Como músico, ¿cómo es su relación con las redes sociales o los servicios de streaming?

Soy muy incrédulo. Pueden cambiar mi forma de llegar a la gente, pero no van a cambiar mi música. Prefiero seguir apegado a la realidad. El problema es que los adolescentes de hoy no siguen pegados a la realidad. Ellos neurológicamente están casi dañados y reparten su atención en cualquier parte. No tienen el grado de atención sobre la música que había antes. Supongo que es una transición… aunque no sé adónde.

Músicos como Radiohead o U2 han hecho de la tecnología parte de su ética artística…

Bueno, hay que pensar que esos ejemplos son de muy buena música. Y está bien que lleguen a tanta gente. Ahora, esas estrategias son más efectivas cuando tienes ese grado de fama. Para mí no es problema, no me interesan ni me importan, prefiero concentrarme en otras cosas…

En contraparte, habla de temas muy íntimos en, por ejemplo, You and me, donde trata su adicción a las drogas.

Sí, fue un conflicto de hace mucho tiempo, pero no tuve problema en exponerlo. Era parte del desafío. Era enfrentarse a ese recuerdo y darle una pequeña pincelada. No temí a abrirme a esas temáticas algo duras, porque también hay canciones como Mr.Tembo, donde hablo de una pequeña cría de elefante…

Y cuyo coro aquí todos interpretaron como "in Chile, in Chile".

(Se ríe) Lo supe. No era así, pero quizás por esta noche (ayer) sí se convertirá en mi tributo personal hacia Chile… al menos por una vez.

Este año se celebran 20 años del britpop. ¿Qué le provoca la efeméride?

Fue algo muy significativo para mí, pese a que pasó tantos años atrás. No lo puedo desconocer. Fue algo muy intenso, porque también coincidió con la obsesión de los tabloides por las celebridades,con otro aire político durante esos años en Inglaterra. Coincidió con muchos hitos. No sé cuál será su legado, quizás buenas canciones

¿Cree que hoy el rock inglés ha perdido la influencia de esa era?

No diría que el rock estadounidense domina el mundo ni mucho menos. Quizás los charts, pero eso siempre ha estado en manos del pop.

¿Y cuál es el estatus actual de Blur?

No lo sé, habría que ver el Facebook de Blur para ver su estatus (se ríe)... quién sabe, todo puede pasar.