Daniel Estrada se ríe. Repasa el momento en que decidió planificar su clasificación a los Juegos Olímpicos de Río, cuando su compañero y amigo, Víctor Aravena, lo motivó con la idea de buscar un cupo en la cita internacional. Al principio no estuvo seguro, el sacrificio por el desgaste que representa correr un maratón le generó dudas, las que al poco tiempo calmó. “En noviembre me decidí. No tenía experiencia, nunca lo había corrido. Mi primera experiencia fue en Temuco”, asegura.
Y cuando lo hizo, y vio el poco tiempo en que terminó sus primeros 42 kilómetros (2:17’29”), se convenció. Ahora, a semanas de su presentación en los primeros JJ.OO., está entregado completamente al fondo.
Al ritmo del reggaetón y la música electrónica, el viñamarino ensaya una y otra vez su participación en Río. Espera estar digno el próximo 21 de agosto, cuando corra por segunda vez el maratón. Para ello, Estrada acumula semanalmente hasta 220 kilómetros de recorrido, los que entrena todos los días, en doble jornada.
Y claro, una faena así no es sencilla para nadie, ni siquiera para un deportista de alto rendimiento. “Correr 30 kilómetros un sólo día no es fácil. Por eso decidimos comenzar a planificar junto a Víctor nuestra participación en Río”. La primera concentración fue antes de la clasificación, ahí ambos se fueron a Cochabamba, a 2.600 metros de altura; él debió costearse todo, ya que el beneficio económico que el Comité Olímpico de Chile entrega a sus deportistas no le llegó. Era, relativamente, un desconocido. “En la segunda fui apoyado por el Comité Olímpico”, reconoce. Apostó bien.
Pero nunca fue sencillo. Estrada cuenta que antes de medirse en el Maratón Internacional de Temuco -donde consiguió la clasificación- sufrió una desilusión sobre su posible performance. Confiesa que: “Cuando terminé la primera concentración fue algo difícil. En Cochabamba Teníamos el objetivo de sólo sumar kilómetros. Eran trabajos lentos, no de tomar el ritmo de competencia y una de las cosas que teníamos que hacer era tomar un control de 21K. Yo lo fui a dar en una carrera en Frutillar, pero había buenos corredores y yo quedé en el cuarto lugar. Estuve a punto de desertar”.
Sin embargo, en este camino olímpico tuvo como compañeros, además de Aravena, a su entrenador Carlos Warnke. Entre ambos lo convencieron a no claudicar. “Mi entrenador y Víctor me convencieron que continuara, que por el período de entrenamiento que teníamos no iba a ser así”.
Para costear su carrera deportiva, Daniel imparte el taller de running en la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso, y además profesor del club Run World de Viña del Mar. Sus pasatiempos son simples; se relaja caminando, recorriendo su ciudad y alrededores. Aunque, dice, que con todo el entrenamiento, actualmente ocupa los momentos libres en descansar.
Ahora, este profesor de educación física se encuentra afinando detalles en Cuenca, Ecuador. Allí sigue acumulando kilómetros día a día, tachándolos en su calendario mental, expectante a lo que ocurra en Río.