En el estreno en Alemania de Casa de muñecas, del dramaturgo Henrik Ibsen (1828-1906), la primera actriz rechazó protagonizar la obra por inmoral y exigió cambiar el final. El texto narraba la vida de Nora, una mujer que decide abandonar a su esposo e hijos tras dar un célebre portazo. El autor entonces debió agregar una escena a ese epílogo en la que su marido la retiene en el hogar: le agarra un brazo, la conduce a la pieza de los niños y ella se desmaya, desgarrando una cortina. Ibsen llamaría más tarde a esa forzada petición de sus agentes alemanes "un ultraje barbárico".
Este clásico de la dramaturgia y antecedente del feminismo se presenta en el Festival Santiago a Mil en una versión de Daniel Veronese, uno de los más aplaudidos directores argentinos, bajo el enigmático título El desarrollo de la civilización venidera.
Su opción como director es superar la intensidad que tuvo la obra el día del estreno original, en 1879. La estética es contemporánea y la acción transcurre en el último día de relación de una pareja. Incluso, en el texto se cita la película de Ingmar Bergman Escenas de la vida conyugal, que ha sido vista por los protagonistas.
"Me cautiva averiguar por qué algunas obras se convierten en clásicos y se mantienen vigentes. Por otro lado, el espectador y el mundo han cambiado. De ahí que haya que acomodar los clásicos al devenir de la vida contemporánea y acercarlos a la gente", dice Veronese. "La obra tiene un alto contenido de violencia de género, casos que aún son muy comunes en algunos países. Critica la superioridad masculina sobre lo femenino. El hombre habla y la mujer debía acatar. Es una obra que refleja de forma muy radical e inteligente la época en que fue escrita. No creo que nadie estaría de acuerdo hoy con esas ideas. Las cosas han cambiado, pero ¿qué tanto han cambiado? Hoy la mujer tiene que demostrar que vale tanto como el hombre".
La Nora de Veronese es una mujer de clase media actual que mantiene una constante lucha con su pareja y los rasgos decimonónicos de ingenuidad ahora son reemplazados por la compulsión consumista, la obsesión por el físico y una sensualidad superficial. "Al montar a Ibsen descubrí que le había pasado el tiempo a Casa de muñecas, porque fue estrenada en una sociedad donde a la mujer no se la consideraba y resultaba una ofensa para el grupo masculino. Hoy en día, si bien la mujer todavía lucha por su independencia y la igualdad, la obra no produce ese impacto que provocó en ese tiempo", apunta el director, responsable de otros éxitos transandinos como Gorda, de Neil LaBute. "Como creador, yo lucho por tratar de actualizar esta o cualquier obra y traerla a nuestros días; siempre trato de hacer eso".
La obra termina con la salida de Nora, pero Veronese no esclarece si hoy el territorio más peligroso para la mujer se encuentra fuera o dentro del hogar. Elogiada por la crítica, el diario La Nación de Buenos Aires sentenció: "Magníficas interpretaciones, un engranaje sumamente aceitado y una trama plagada de conflictos individuales, expuestos en su justa medida y que conmueven por su contenido dramático. Una versión para tener muy en cuenta, en la que el mundo de Ibsen está muy presente y en el que la actualidad lo confronta de manera saludable".
NORA VERSUS HEDDA
Hedda Gabler (1890) es considerado un corrosivo estudio sobre la frustración femenina. La obra se concentra en una mujer que busca sin éxito la felicidad y se casa por conveniencia, aunque su verdadero amor es otro hombre. Hedda es considerada el "Hamlet femenino" y, dependiendo de la interpretación, puede ser una heroína idealista y víctima de las circunstancias, o una feminista prototípica. De hecho, su apellido de casada es Tesman y Gabler, el de soltera.
En su versión, titulada Todos los grandes gobiernos han evitado el teatro íntimo, Veronese emplea la misma escenografía de El desarrollo de la civilización venidera. Para el director, Hedda es un contrapunto de la rebeldía de Nora, de Casa de muñecas, y en su proyecto original una obra era la continuación de la otra. Incluso, el marido de las dos se llama Jorge.
"Ambas son mujeres que luchan por ejercer cierta libertad. Toman diferentes caminos para lograrla. Nora opta por una vida alejada de la familia y Hedda, por la muerte. Pero finalmente desistí de unir las dos obras. Más que una creación, eso hubiera sido una deformidad", sentencia Veronese.
Por su parte, el texto de Chéjov elegido por el director está plagado de personajes con vidas opacas, reflejo de la decadencia de la pequeña burguesía rusa en 1897. Los protagonistas de Tío Vania llevan una vida muy alejada de aquella para la que creyeron estar destinados en la juventud.
"En Chéjov hay una desesperanza y una resignación encubierta, una forma de sobrevivir cuando la vida no te deja otras posibilidades. Una actitud muy humana que se mantiene hasta hoy. Basta mirar por la ventana para ver a la gente luchando por sobrevivir, por creer en algo y ser feliz. En lo más profundo, el ser humano no ha cambiado mucho desde la época de Chéjov", finaliza Veronese sobre su versión de Tío Vania, titulada Espía a una mujer que se mata. "Tuve que reducir de la obra algunos elementos teatrales, en el mal sentido de la palabra. Ahora, si el propio Chéjov montara hoy sus obras, seguro que también las cambiaría".