Daniela Vega (27) está vestida con un traje de terciopelo y seda en la alfombra roja de la Berlinale. El cineasta Sebastián Lelio y el actor Francisco Reyes la rodean con sus brazos, los tres posan para los fotógrafos y los flashes estallan sin pausa frente a sus ojos. Es su primera vez en un festival internacional de esta importancia, Una mujer fantástica es la segunda película en la que actúa, pero ella tiene el porte y la actitud de una estrella de cine innata. Es muy posible que cada vez que se presente en público —en el estreno del filme, en una conferencia de prensa- la reciba una ovación y que cuando los medios hablen de ella sólo haya elogios.
"La revelación más impresionante de la película es Vega", escribió el crítico David Rooney en la revista The Hollywood Reporter, mientras que Ryan Gilbey, del diario británico The Guardian, vaticinó que no se irá de Berlín con las manos vacías: "No sólo sería algo merecido, sino también algo sin precedentes, al convertirla en la primera actriz transgénero en ganar un premio mayor del cine". Variety, uno de los medios especializados más respetados, también tomó partido por ella: "Su actuación fuerte, expresiva, sutilmente angustiada, merece mucho más que un elogio político".
"Yo no creo que no exista nadie en el mundo que no haya tenido una transición. Nacemos como guaguas y morimos como ancianos, y eso ya es una transición en el cuerpo. Que yo lo haya hecho en el género significa que es una posibilidad; es una libertad que me tomé y estoy feliz de ser quien soy y de ser quien no soy. Estoy convencida de que la vida es un camino que nos pertenece", dice la actriz frente a un centenar de periodistas que toma nota de sus palabras. Daniela Vega lleva apenas un día en Berlín y ya se convirtió en la "revelación" de la que todos están hablando.
En Chile su nombre se escuchó por primera vez en los medios luego de protagonizar el video María, de Manuel García, y de actuar en el filme La visita (2014), de Mauricio López Fernández, poco después de iniciar una carrera en el teatro y en el canto lírico. Sebastián Lelio, que recién había dirigido Gloria, la contactó para un proyecto nuevo, y lo que comenzó como una especie de consultoría para crear un personaje trans, se convirtió en su primer papel protagónico. Lelio le propuso interpretar a Marina, una joven que tiene una relación de amor con Orlando (Francisco Reyes), un hombre 20 años mayor que muere y cuya familia le prohibirá ir a su velorio y entierro.
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"La médula espinal no es la transexualidad, sino el amor separado por la muerte —explica la actriz en Berlín—. El conflicto de la transexualidad es de los otros personajes, que ven a Marina como algo raro, pero para ella y Orlando es algo cotidiano. Cuando recibí el guión, lo primero que pensé fue que quería trabajar con Sebastián. La vuelta de tuerca que tiene esta película es que Marina y Orlando viven su amor de manera libre, y lo interesante es que se pone al espectador en jaque desde su moralidad: ¿estás con los personajes que están en contra de Marina o estás a favor de ella? ¿Te vas por la puerta A o B? Esa complejidad me convenció".
La película no es la historia de un duelo, sino de una lucha: Marina es humillada por los médicos, por los policías, por una sociedad entera que la mira de pies a cabeza tratando de encajonarla en alguna definición. La familia de su pareja la acosa y la intimida, pero la fuerza del personaje es avasalladora: Marina encuentra dignidad donde no la hay. "Es una chica que ve poesía en lugares donde a veces no hay nada. Ambas compartimos, aparte de ser transexuales, una sensación de que las dificultades son desafíos personales", explica.
—Marina convierte la violencia en fortaleza. ¿Te identificas también con eso?
—Viví pocos procesos de violencia. Nunca en mi casa, nunca con mis amigos, sino más bien en un colegio en particular. En ese colegio de varones conocí el temor y supe realmente lo que era intentar sobrevivir. Mis personajes se separan de mí principalmente porque mi vida es la de una chica que sale de la nada, se convierte en actriz de cine y viaja por el mundo. Mis personajes no son así. Tengo una familia que me ama, he tenido parejas que me han amado, llevo una vida como cualquier otra.
—Pero pareces tener una fuerza similar a la de Marina.
—Soy la dueña de mi vida, y desde ese punto de vista, mis personajes se parecen a mí, porque cortan el queque cuando ellas quieren. No toda la gente tiene la posibilidad de hacer películas, de ser entrevistada, de subirse al escenario ante 10 mil personas, como lo hicimos una vez con Manuel García. Ese tipo de oportunidades y adrenalinas no son comunes, pero cualquiera puede llegar ahí. Quiero decir que yo tomé la decisión de estar aquí, y esa decisión permanecerá hasta que decida que así sea.
—Un cuerpo ilegal
—Una mujer fantástica llega en el momento político justo: mientras una parte del mundo parece ir en retroceso en temas morales —con Trump y la extrema derecha europea a la cabeza—, otra está empujando las cosas hacia adelante. La portada de The National Geographic, en la que la imagen de una niña transexual abre el número titulado "La revolución del género", es una prueba clara. "En una masa hostil, Marina se distingue no por su género, sino por su valentía", se lee en The Guardian. En los elogios a Daniela hay una admiración por su talento actoral, sin duda, pero también hay un tributo al coraje de una mujer sin miedo, en tiempos en que aún hay motivos para temer.
En vistas de preparar el papel, Lelio le envió películas de John Cassavetes para guiarla y para que viera ejercicios de exploración de un personaje femenino, algo que el cineasta ya había hecho en Gloria. "El gran reto es que es un protagónico absoluto. Cuando la cámara se pone sobre mí, no me suelta más. Es una de las cosas más difíciles que he hecho y uno de los desafíos que más satisfacción me da dado", cuenta la actriz, que comenzó su transformación a los 15 años con el apoyo de sus padres.
Ser transexual en Chile significa soportar humillaciones cotidianas, desde justificar por qué el carnet lleva un nombre distinto, hasta tener problemas en policía internacional. Lo vemos en Una mujer fantástica: Marina recibe preguntas imprudentes del hijo de Orlando y es hostigada por una oficial de la Brigada de Delitos Sexuales que le pregunta si su pareja "le pagaba". Hace cuatro años que una Ley de Identidad de Género se tramita en el Congreso, pero el proyecto, que daría protección y permitiría, entre otras cosas, el cambio de nombre, sigue entrampado.
En enero, la Comisión de Derechos Humanos del Senado aprobó sacar del proyecto a niños y adolescentes. "Cuando eres trans, tienes pocas o ninguna herramienta para defenderte psicosocialmente, porque el cuerpo trans es distinto al cuerpo gay: el cuerpo gay no es ilegal, el cuerpo trans sí lo es. Yo no puedo cambiar mi nombre. Si me muero, mi nombre no saldrá en la lápida; no me puedo casar y cuando voy a un médico siempre hay un problema. Ese es el cuerpo político que el resto de las personas no entiende. Por ahí va la lucha", dice Vega.
—¿Qué debates te gustaría que se crearan en Chile con la película?
—Para mí es importante que la gente esté dispuesta a verla y a ir al cine sin prejuicios, porque no es una película panfletaria. ¿Qué me gustaría que pasara? Que esta película despeje la mirada de alguna persona que no sabe lo que es desde el género, o de alguien que tiene una hija o un hijo o un amigo que siente un conflicto como el que yo sentí cuando era chica. Me gustaría que significara la apertura de una familia o que significara salvarle la vida a alguien. En un mundo que está con el reloj un poco hacia atrás, que intentemos remar hacia adelante es mi mayor satisfacción. Es lo que me hace decir: quiero ser actriz, quiero exponerme y quiero estar aquí.
—Cuando se estrenó la película anterior de Sebastián Lelio, muchas mujeres chilenas dijeron "Yo soy Gloria". ¿Crees que pasará lo mismo con Marina?
—Por supuesto, porque no sólo hay Marinas transexuales. Marina puede ser una mujer que se separa, que encuentra otra pareja y esa pareja muere; Marina puede ser una hija reconciliada con su padre y ese padre muere. Todas tenemos algo pendiente con alguien. Con mi padre, mi hermano o con cualquiera puede venir la muerte y dejar inconclusa una situación. ¿A quién no le pasaría una cosa como esa? Marina es una chica resiliente como muchas mujeres que salen adelante, que dan la cara y ponen la otra mejilla. Más allá de que sea trans, el tema central es el amor y la muerte. Y todos sentimos amor y todos nos vamos a morir. Por lo tanto, todas somos Marina.
—¿Está avanzando el tema trans en Chile?
—No está pasando nada. Lo que tiene que haber es una política pública, que el Senado le dé luz verde a la Ley de Identidad de Género. Por ahora, estamos resistiendo, estamos peleando desde la trinchera. No puede un pueblo luchar contra su propio pueblo. Está pasando que hay gente saliendo a decir estupideces y hay quienes se las están creyendo. Pero los niños siguen suicidándose; las mujeres siguen muriendo en la calle porque no tienen oportunidades de trabajo. Los niños transexuales tienen que pasar por millones de cosas negativas antes de saber quiénes son. Eso está pasando en Chile. Y el que te diga lo contrario, está mintiendo.
—¿Es un paso adelante que Chile esté en la Berlinale con esta película?
—Marina no calza con la figura heteronormada de la familia, no tiene ninguna posibilidad de ir en contra de la ex esposa de Orlando, porque no tiene ni el dinero ni el poder ni el lugar que ocupó en su vida. Pero ella crea una familia con Orlando y con su perra Diabla. En el fondo, Marina está aquí para decir que el año 2017, en Chile, continuamos negándoles derechos a personas por ser transexuales. Esa reflexión es poderosa. Pero también es luminosa, porque llegar a un gran festival con una película como esta, indica que el mundo podría cambiar. Y está en nuestras manos.