Sebastián Dávalos Bachelet llega de sorpresa. En una feria en Arica en que los puestos artesanales son manejados por mujeres aimaras, Dávalos escucha. Le hablan del proceso de producción, las tinturas de las telas, cómo han bajado las ventas desde el terremoto de hace un par de meses. Para las mujeres que están ahí, en el puesto número 4 de esa feria, Dávalos es sólo un hombre que viene de Santiago, probablemente un hombre importante. Hasta que alguien de la comitiva lo termina por desenmascarar.
"El hijo de la Presidenta".
La atmósfera cambia. Una de las mujeres le regala una bufanda verde para su madre. Le dice que es el color que la Presidenta más ocupa. Vienen las fotos, las risas. Y Dávalos se nota más suelto, menos circunspecto.
Dávalos ha hecho varios viajes como éste, desde Alto Hospicio a Valparaíso, en su nuevo rol como director del área sociocultural de la Presidencia, el mismo rol que en el gobierno pasado desempeñó Cecilia Morel, la esposa de Sebastián Piñera. La actividad en el pueblo artesanal responde a que la dirección del área sociocultural incluye la presidencia de directorios de varias fundaciones, entre ellas Artesanías de Chile, fundación con la que se coordinó la visita a la feria. Más tarde, en la cafetería de un hotel de Arica, con el día ya terminado y un expresso sobre la mesa, Dávalos cuenta que la mayoría de las visitas las hace sin avisar. "Me niego a la visita maqueteada en que están todos los niños limpios, ordenados y uno se sienta y te pasan la guagua, se ríen, te sacan la foto y todo parece una postal, que se acaba cuando devuelves la guagua. A veces la gente avisa que uno va a ir y pintan los jardines".
Desde que asumió, Dávalos se ha encargado de levantar información de las siete fundaciones que dependen de él, entre ellas Integra, Prodemu y Chilenter, reuniéndose diariamente con gente de estas mismas fundaciones: usuarios, beneficiarios, trabajadores. El sello, como en la feria artesanal de Arica, ha sido la visita sorpresa. Estos últimos dos meses también han sido de estudio de su nuevo cargo, de dialogar también con ex directoras del área sociocultural, como Luisa Durán y María Eugenia Hirmas.
¿Y hubo alguna especie de traspaso de mando con Cecilia Morel cuando llegó a La Moneda?
No, no hubo ningún tipo de traspaso de mando. Básicamente, nunca nos comunicamos. No sé si hubo disponibilidad de ella.
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Hoy, Sebastián Dávalos, casado, padre de dos hijos, cumple 36 años. Durante los últimos nueve años, casi una década, de alguna u otra forma ha sido el "hijo de la Presidenta". Dávalos confiesa que por mucho tiempo le costó adaptarse a ese estatus, que por eso, conscientemente, ha estado alejado de las esferas del poder. El 2005, el año en que su madre ganó la primera elección presidencial, Dávalos se tituló de cientista político de la Universidad Central. Años más tarde, completaría un magíster en Gobierno y Gerencia Pública en la Universidad de Chile y también dictaría clases en la UDD, la Arcis y la misma Universidad Central mientras trabajaba en la Direcon, la Dirección General de Relaciones Económicas Internacionales, en el Ministerio de Relaciones Exteriores. Es en esa carrera como funcionario público, entre el 2005 y el 2012, cuando ese estatus de hijo de la Presidenta, según él, le juega en contra a la hora de progresar dentro del aparato estatal. A mediados de 2012, en el gobierno de Sebastián Piñera, termina renunciando.
"Yo llegué a los 32 o 33 años a mi tope profesional en la Direcon. No podía seguir subiendo más. Fui jefe subrogante en un departamento y sólo me quedaba que me nombraran en un cargo de confianza. Ningún político o director de servicio se va atrever a nombrarme en un cargo de confianza en un gobierno de la jefa. Y en un gobierno de derecha nadie lo va a hacer tampoco. Entonces llegué a un punto muerto en el que no tenía espacio para moverme. Salí de la Direcon porque pude renunciar, a diferencia de mucha gente que no puede. No estaba cómodo. Si a mí me tienen como experto en un área técnica y no me escuchan, quiere decir que no me necesitan. Yo por mí habría seguido feliz en el sector público, pero me estaba pasando la cuenta en términos de salud".
¿Cómo le empezó a pasar la cuenta?
Para empezar, se me empezó a caer el pelo. Empecé a pasar malos ratos, pasaba estresado todo el día, porque, además, cuestiones que eran súper básicas de convivencia y de pega no se daban.
O sea, se sentía separado del resto...
Absolutamente. Cuando a uno alguien le dice: "Deberías buscar otras opciones", es una forma elegante de decir "ándate, pero no me atrevo a echarte".
Cuando llega a la DSC hubo un medio que publicó que usted le pidió a la Presidenta asumir este rol, ¿es así?
Yo no le pedí, yo le ofrecí, que no es lo mismo. Hay mucha diferencia, yo no le dije 'dame esto'. Yo creí que ella necesita mucho apoyo, no sólo político, sino que además familiar, entonces qué más apoyo uno puede dar que estar adentro de Palacio y en un área que es tan sensible y que durante el gobierno anterior de la Presidenta no tuvo, según yo, la relevancia que pudo haber tenido. En ningún caso estoy criticando la gestión anterior de la DSC, pero creo que pudo haber tenido más relevancia, haberse hecho cosas más bonitas, más llamativas, que beneficiaran a más gente. Por eso le planteé que estaba dispuesto a dejar de trabajar remuneradamente y apoyar acá, con un equipo que es leal y no tiene agenda propia en esto, sino que quiere aportar con el gobierno. Si le parece bien, si no, no.
¿Estaba preparado para los comentarios a su llegada?
Absolutamente preparado. Hay palos porque bogas y palos porque no bogas. Si hubiese dicho que iba a trabajar al sector privado me iban a pegar igual, si volvía al sector público habrían dicho que no se la pudo en el sector privado y por eso vuelve. Eso lo conversamos y ella me lo advirtió. En este juego lo importante es pegarle a la Presidenta. Y siempre se le pega por donde más le va a doler.
¿Siente una presión adicional donde vaya al ser el hijo de la Presidenta?
Cuando uno pasa desapercibido, no hay problema, pero no es cómodo como mucha gente cree. Tengo la impresión de que a algunos les gustaría haber estado en mis zapatos, pero no es tan fácil. Me acuerdo de un personaje en particular que me dijo: 'Me habría encantado estar en tus zapatos' para en el fondo hacer usufructo de. Pero para los que no hacemos eso, es una carga. Los gringos tienen una palabra maravillosa para eso: burden.
¿Esa carga se traduce en que la gente piensa que usted usufructúa de su posición?
Claro. Hay gente que dice que me voy a llenar de redes de contacto. ¿Qué redes de contacto voy a hacer con Integra? ¿Qué redes de contacto me pueden dar las artesanas si ellas no tienen contactos? Al revés, uno con las pocas redes que tiene se las entrega a ellas para que puedan desarrollar algo. Hay un montón de desconocimiento. Hablar es gratis. He escuchado historias sobre mí, algunas que me sorprenden y otras que me hacen llorar de risa.
¿Cuáles lo han dejado sorprendido?
Hay un montón de mitos e historias que a estas alturas uno se las tiene que tomar con humor. Ahora estoy preocupado por el futuro y hacer un buen trabajo en las fundaciones.
Porque el otro análisis que se hizo es que usted llegaba al área cultural de la Moneda para usarla como plataforma política a futuro...
Hay una frase: "Cree el ladrón que todos son de su condición". La gente tiende a ver en acciones cosas que a ellos les gustaría hacer. Si yo hubiese querido hacer carrera política lo habría hecho en el primer gobierno. Habría hecho vida de partido, acercarme a las masas, acercarme a las cúpulas. Podría haber pedido más protagonismo, podría haber participado activamente en las campañas, estar en primera línea. Todo eso no lo hice.
En diciembre de 2012 hubo un episodio que termina por marcar a Sebastián Dávalos. El día en que su madre sale a hablar con la prensa para decir que "hablaría en marzo" sobre sus aspiraciones presidenciales, Sebastián Dávalos llega al condominio donde vive -y donde en ese tiempo residía la Presidenta- en un Lexus descapotable. Dávalos, quien ese año había renunciado a su cargo en el Ministerio de Relaciones Exteriores, explicó en su momento que el auto pertenecía a Caval Limitada, la sociedad que había creado su esposa, Natalia Compagnon.
¿Cómo vive el episodio del Lexus?
Como uno de esos episodios de desinformación absoluta en que la gente habla y repite cosas sin saber de lo que habla. Alguien dijo por ahí que yo tenía un número indeterminado, porque cambian la cantidad, cambian los montos, incluso cambia la marca, dependiendo de quién lo diga. Y lo dije: yo nunca he comprado ninguno de esos autos. A mí me pasaban uno de esos autos como parte de los beneficios de la empresa donde trabajaba. El auto era prestado y era de una empresa de la que tampoco soy socio. Por eso, ahora que no trabajo en esa empresa, no tengo auto.
Actualmente, Dávalos se transporta en una escolta de Carabineros que le corresponde como hijo de la Presidenta. Los fines de semana aprovecha de usar su moto.
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Sebastián Dávalos nació en Alemania Democrática en 1978, pero llegó a Chile con sus padres desde el exilio cuando tenía un año de edad. Aunque llegó a vivir a casa de una tía en El Arrayán, pasó buena parte de su infancia y juventud en un departamento cerca de Escuela Militar. Sus padres se separan cuando Dávalos tiene seis años. A los 15 años, por un tema de espacio, decide irse a vivir al departamento del lado, el de su abuela Angela Jeria. Los departamentos estaba uno al lado del otro y Dávalos se pasaba al departamento de su madre por la terraza.
A pesar de asistir durante toda su educación escolar al Colegio Rubén Darío, en La Reina, un establecimiento con sensibilidad de izquierda del que Dávalos recuerda, entre otras cosas, las patrullas que iban a buscar a apoderados mientras estos iban a dejar a sus hijos durante los 80, siempre tuvo la inquietud de sumarse a la Fach, como piloto de guerra. Una hipermetropía, un defecto a la vista, se lo impidió. "Querer entrar a la Fach suena bastante raro, pero no lo es tanto, porque yo vengo de una familia militar. Toda mi familia ha estado históricamente ligada a la Fuerza Aérea. Desde el padrastro de mi abuelo, que pasa de la Armada a la Fuerza Aérea, hasta mi abuelo y mi tío. Yo separo muy bien lo que es el gobierno militar de las instituciones. Tengo súper claro que el gobierno militar no necesariamente representa la misión de cada una de estas instituciones. Por eso no es tan incoherente esto".
El sueño lo cumplió, de alguna forma, cuando en 2009 hizo el curso de reservista de la Fach.
Durante sus años formativos, Dávalos también se convirtió en fanático del metal. Le empezó a gustar en el colegio y cita sin problemas al vocalista de Helloween: "Un corazón metalero es difícil de despedazar". Le gustan bandas como Carcass, la misma Helloween, Sepultura, además de otras de metal nacional, como Atomic Aggressor, Pentagram, Execrator, Torture. Recuerda: "Yo tenía un garage band con Andrés Landon, que ahora es bajista de jazz. Yo cantaba. No había mucha escena y se tocaba en colegios".
Dávalos, por tradición familiar, es masón. También ha sido militante PS hasta el día de hoy, aunque confiesa que hace años no es un militante activo. "Nunca me desencanté de la política", dice. "Pero sí de algunos políticos que se quieren servir de la política".
Con el fútbol le pasó algo parecido. Siempre fue "cruzado", de ir al estadio. Estuvo dando la vuelta olímpica en la cancha cuando la UC derrotó a Saprissa por la Copa Interamericana en 1994. "Y todavía recuerdo el robo del 94", dice refiriéndose al campeonato que la UC perdió con la "U" ese año. Pero una lesión al tobillo hace 10 años en las canchas de Zamorano y que lo tuvo tres semanas en silla de ruedas lo hizo olvidar el fútbol. No pudo volver a jugar y decidió cortar todo: no volvió al estadio.
En La Moneda, Dávalos tiene una oficina en el segundo piso, en el área nororiente, donde cayó el ex Presidente Allende en 1973. Eso se lo explica a un grupo de artesanas que llegó el viernes 23 de mayo a la inauguración de una exposición en el Centro Cultural de La Moneda. Dávalos decidió sacarlas de ahí y hacerles un tour por el Palacio. En la entrada por la Alameda, una de las artesanas le pregunta: ¿Dónde está su mamá?
-Es una que trabaja por allá-, le responde Dávalos, apuntando al Patio de Los Cañones.
Luego, mientras camina, le pregunta a un señor González si las naranjas del Patio de Los Naranjos las sacan. El señor González responde que no, que no las sacan. Luego se saca fotos con las artesanas y un grupo de escolares que está visitando la casa de gobierno.
Con el tour terminado, Dávalos, que a los usuales aros en las orejas le agrega a su look un sombrero negro sobre la cabeza, habla sobre sus colecciones de gorros históricos militares. Dávalos, quien por años cultivó un bajo perfil, con contadas apariciones públicas y una presencia en medios casi nula, sabe que su rol ha cambiado.
¿Cómo vivió el paso de Michelle Bachelet madre y funcionaria a Michelle Bachelet Presidenta de Chile dos veces y fenómeno electoral? ¿Lo sorprendió?
Nunca he sido capaz de internalizarlo de verdad. El que lo internaliza tiende a creerse un poco el cuento y tiende a sentir, esa es mi impresión, superioridad respecto del resto. En un país como Chile, cuando ha pasado esto, quienes están en su entorno como que se empoderan con esta cuestión. Y a mí me pasa lo opuesto. Ella sigue siendo mi mamá y no porque ella sea la Presidenta de la República no le voy a decir las cosas que a mí no me parecen. A veces se me olvida la investidura que implica que sea la Presidenta. Es algo tan habitual, que a veces a uno se le olvida, entre comillas, el poder que hay tras esto. Y a mí no me interesa el poder, no me interesa hacerme famoso con esta cuestión. Por lo mismo, nunca he internalizado, nunca he sopesado esa imagen potente.
¿Le acomoda ahora la exposición pública?
Honestamente, me es irrelevante. Esta vez yo decidí participar de esto. Y si yo decidí participar de esto cumplo con las reglas. Pero si yo no quiero participar, tengo derecho a que se me respete el no querer participar.
Este cargo es ad honorem. ¿Cómo funciona la economía en la casa ahora?
Es súper sencillo. Mi mujer cubre la gran mayoría de los ingresos. Y yo todavía hago cosas como académico. Aporto, no como aporta ella, pero aporto igual. Nosotros siempre hemos tenido una forma combinada, pero variable de ingresos desde que vivimos juntos. Antes yo ponía un ingreso fijo y ella uno variable. Ahora es al revés.
En un artículo publicado por El Mostrador luego de que usted asume como director se habló de una cierta tensión entre usted y el ministro Peñailillo...
Le comenté el artículo en su momento y él me miró con cara de sorpresa. Me atrevo a decir que con él es con quien tuve más relación en la campaña y también cuando estaba en la fundación Dialoga. No sé a quién se le habrá ocurrido esa tesis. No digo que seamos amigos, pero tengo una relación franca y fluida con él.
¿Cuáles son sus referentes políticos?
Yo no tengo referentes políticos. Mi único referente político es la Presidenta. Yo no respondo mucho a estas lógicas partidistas y, por lo mismo, no tengo un referente como tal.
¿Siente que dentro de la Nueva Mayoría lo ven como una posible carta política a futuro?
No lo he conversado con nadie. Como no respondo a lógicas partidistas, no tengo idea qué es lo que se está discutiendo en cada partido. Mi compromiso es con la Presidenta y el gobierno. Esas discusiones no son parte de lo que estoy metido. No he hablado con gente de ningún partido.
¿Dónde se ve cuando terminen estos cuatro años?
¿Dónde me veo? No tengo idea, hay un montón de proyectos. Quiero escribir literatura, que es algo que no he hecho hace mucho tiempo. Una novela que empecé hace mucho, que nunca terminé y que tengo la impresión, se nota mucho en la forma de construcción, no en la temática, la influencia de Paul Auster. Eso quiero hacer.