Con la misma precisión con que rueda sus películas, David Fincher ( 1962) diseccionó, ante un grupo de estudiantes de cine en Madrid, su amor por el oficio. El cineasta inauguró el curso de la Escuela Universitaria de Artes y Espectáculos TAI con una charla en la que regaló un puñado de consejos prácticos y, sobre todo, un último sentido del deber como cineasta: "El que no es perfeccionista sólo es un vago", dijo. "Es una enorme responsabilidad que alguien te preste atención durante dos horas, que te entregue sus ojos, sus oídos y su mente, así que por puro respeto, todo el trabajo jamás será suficiente", agrega.
El director de Los siete pecados capitales desplegó algunas claves de su obra. "El cine es un medio arriesgado, imperfecto y emocional y todo esto debe, de alguna manera, sentirse en una película", explicó. Poco antes, el crítico Carlos Reviriego le preguntó si coincidía con el invitado de hace un año, David Lynch, quien señaló que para él lo más importante es no renunciar jamás al corte final de una película. "No estoy de acuerdo", respondió Fincher. "Lo más importante en una película es lograr articular tus intenciones con la mayor precisión posible, tener la habilidad de explicar, seducir a los guionistas, a los actores y al equipo de marketing con tu idea. No me interesa agarrarme a una artimaña legal para lograr mis deseos finales, lo que me interesa es hacer entender a los demás qué ideas caben y cuáles no en esta película. No hay mayor control que la seducción, eso es más interesante que taparse los oídos y apelar a un documento que guardas en el bolsillo. Una película es un proceso de equipo, no es una acuarela que uno pinta solo en su casa'.
Fincher debutó con un fracaso: Alien 3. Reniega de esa cinta que, sin embargo, le hizo crecer: "Tenía 27 años y estaba esperando mi oportunidad. Y claro, nadie te advierte del lío en el que te metes al hacer una secuela que cuesta millones. Podía hablarles de Tarkovski y de mis intenciones, de hacer una película distinta de las anteriores, pero a la hora de la verdad no querían nada distinto de las dos primeras".
Rara avis dentro de Hollywood, Fincher estrena Perdida (23 de octubre en Chile), última filigrana de un director que se echa todo a las espaldas: "No siempre tengo la razón, pero lo que siempre tengo claro es que a nadie le importa la película tanto como a mí".
Basada en el best seller de Gillian Flynn, Perdida cuenta la desaparición de una joven esposa el día de su quinto aniversario de bodas. Narrada a dos voces, la de la mujer desaparecida (Rosamund Pike) y la de su marido sospechoso (Ben Affleck), se anuncia como un thriller psicológico. Fincher explica dónde está para él el anzuelo de su nueva historia: "Lo que me interesó de la novela es que hablaba del narcisismo que encierra toda relación de pareja. Ese reflejo de nosotros mismos en el que tanto nos gusta mirarnos hasta que, pasados los años, tres, cinco, el reflejo empieza a desdibujarse, provocando en nosotros una enorme ira y desconcierto, porque al dejar de reconocernos en el otro descubrimos que se ha convertido en un perfecto extraño".