David vs Goliat: ¿Por qué siempre simpatizamos con los débiles?
La historia y la vida diaria están repletas de individuos o grupos que, pese a tenerlo todo en contra, se ganan el apoyo de la gente. Un fenómeno que, según la ciencia, está determinado por factores antropológicos, sicológicos y biológicos.

En los deportes, la política, los negocios y el cine, el aprecio casi desmedido hacia el más débil que se atreve a desafiar al todopoderoso es generalizado. Desde el episodio bíblico en que David derrotó a Goliat, la historia está plagada de desvalidos que enfrentaron todo lo que tenían en contra y cautivaron al mundo: el británico Lawrence de Arabia -que se hizo famoso al eliminar 1.200 turcos con un puñado de soldados- o la larga lista de películas como Rocky y Forrest Gump que han glorificado a esta figura con altos dividendos.
Aunque la lógica indica que una cantante joven y linda debería ganarse el favor de los espectadores en cualquier circunstancia, casi todas las personas comparten en un momento u otro la alegría de apoyar a una artista como Susan Boyle (cantante ganadora del programa Britain's Got Talent) o a un humilde club de fútbol Entre el 66% y el 75% de las personas son propensas a respaldar al más débil, independientemente del género de quien apoya, su orientación política o tipo de personalidad, explica a La Tercera Joseph Vandello, sicólogo de la U. del Sur de Florida (EE.UU.) y uno de los mayores expertos en el tema. Algo que se da en áreas tan diversas como los deportes, los negocios o las relaciones internacionales, siempre y cuando -dice el investigador- el observador sea neutral: "En el deporte, si alguien no tiene una razón específica para respaldar a un equipo u otro (no apostó dinero o no es un hincha de toda la vida), lo más probable es que apoye al más débil". Esta conducta apela a un primitivo anhelo de equidad que se remonta a épocas muy anteriores a la de los redactores de la Biblia que narraron la derrota de Goliat. En el fondo, siempre hemos querido que los sucesivos "David" tengan, al menos, una oportunidad. Christopher Boehm, antropólogo de la U. del Sur de California (EE.UU.) y autor del libro Jerarquía en el bosque: la evolución de la conducta igualitaria, señala que hace 250.000 años los humanos comenzaron a cazar en grupos, lo que marcó el despertar de este rasgo, con el fin de evitar que el más fuerte terminara imponiéndose sobre los más débiles. Por eso, incluso, en sociedades primitivas que aún subsisten en varias partes del mundo, sus miembros se unen contra los machos dominantes para resguardar a los desvalidos. "No puedes tener a un único macho alfa que se coma toda la carne, porque tienen que cazar como equipo, y cuando los demás miembros no están nutridos todos se ven perjudicados", dice el antropólogo. En 2003, especialistas de las universidades de Emory (EE.UU.) y Viena (Austria) determinaron que este rechazo a la inequidad no se limita a los humanos: cuando a un mono se le da un trozo de pepino y otro obtiene una fresca uva, el primero deja de cooperar. De forma similar, un perro es capaz de negarse a dar la pata si se le priva de una salchicha ofrecida a otro can. EL ATRACTIVO DE LOS DÉBILES A comienzos de los 90, una investigación de la U. Green State ya detallaba cómo opera el poder de atracción de los débiles. Los autores plantearon un escenario hipotético a más de 100 universitarios: dos equipos, A y B, se enfrentaban en una serie de siete partidos de un deporte no especificado. El A era el favorito y la pregunta fue "¿A qué equipo apoyarían?". 81% se decidió por el B. COSTO VERSUS BENEFICIO Un ejemplo claro es el mundo de la hípica. Hace dos meses, investigadores de las universidades Penn State y Caltech (EE.UU.) publicaron un estudio de seis millones de carreras de caballos, en el que se detectó una brusca caída en las apuestas a los favoritos, mientras aquellas dirigidas a caballos con opciones de 100-1 subían. En otras palabras, las personas anhelan tanto que gane el más desvalido y esperan tanto a cambio que no les importa botar su dinero. Para Vandello, en esta dinámica también hay que considerar el esfuerzo que realiza alguien en desventaja para lidiar con el favorito. A las personas les agrada ver a alguien que da lo máximo de sí mismo, por lo que un equipo mediocre con "corazón" suele ser más atractivo que un club lleno de astros orgullosos de su talento. "La gente suele generar maneras creativas de equilibrar la situación de una competencia cuando un competidor tiene más habilidad natural", señala el sicólogo. En un experimento, el investigador mostró a universitarios varios clips de básquetbol de equipos que disputaban un campeonato internacional. Uno fue descrito como el favorito 9 a 1, tras ganar los 15 juegos anteriores. Tras ver el partido, se les pidió a los estudiantes que calificaran a los jugadores según habilidad y esfuerzo. Los del equipo más débil fueron calificados como menos talentosos e inteligentes, pero con mayor empuje y corazón. Relacionar atributos positivos a quien es visto como más desvalido o calificar sus acciones como más virtuosas, opera como una balanza sicológica ante una desventaja que no se ve como merecida (después de todo, la habilidad natural es algo con lo que se nace, mientras el esfuerzo es más manejable). "Por eso la gente suele hacer juicios de carácter más favorables sobre los grupos en desventaja, como ocurre al ver a los pobres como más honestos y agradables que los ricos. Es una forma de racionalizar las inequidades", afirma Vandello, quien en sus estudios también ha detectado que el mero acto de ser calificado como "más débil" puede hacer que el rostro de un candidato político sea visto como más hermoso. Es por este motivo que la reacción ante un individuo o grupo más débil es generalizada y no se limita al mundo occidental. Al repetir un experimento estadounidense en países asiáticos, un equipo de sicólogos, liderado por Nadav Goldschmied, profesor de sicología de la U. de San Diego, comprobó que al evaluar a dos equipos de rugby, el 72% de los japoneses y el 57% de los chinos optó por el cuadro en desventaja. NO TODO ES TAN FÁCIL Así se vio en un experimento con estudiantes y dos equipos ficticios que se enfrentaban en varias situaciones. En una de ellas, el favorito tenía el 70% de opciones de ganar y una planilla de US$ 35 millones, versus el "débil", que exhibía 30% de posibilidades de triunfar y un presupuesto de US$ 100 millones. Los alumnos afirmaron que el favorito tenía más opciones de ganar, debido a su menor disponibilidad de recursos. Más allá de los experimentos sociológicos, la biología también está identificando las zonas del cerebro que se activan ante la inequidad. Usando resonancia magnética, expertos del Instituto de Tecnología de California (EE.UU.) hallaron que los centros de recompensa del cerebro responden más fuertemente cuando una persona pobre recibe una recompensa financiera que cuando lo hace una rica. Lo sorprendente es que este patrón se mantiene, incluso, cuando el cerebro analizado es el de una persona rica en lugar del de una pobre. Después de todo, no es tan descabellado jugársela por los más débiles, porque incluso en el campo de batalla han demostrado que pueden superar sus desventajas. Un análisis de Iván Arreguin-Toft, cientista político de Harvard (EE.UU.), evaluó cada guerra de los últimos 200 años entre oponentes fuertes y débiles. El resultado deja pocas dudas: los más desvalidos ganaron en el 30% de los conflictos, aun cuando los rivales eran 10 veces más poderosos. Y si se consideraban sólo los combates donde el débil utilizaba una estrategia de lucha poco convencional, el margen de victoria subía al 64%.
En los humanos, hoy esta conducta se aprecia en labores cotidianas como la repartición del dinero, algo que James Fowler, experto en el tema de la cooperación en la U. de San Diego, evaluó al entregar a 120 estudiantes diferentes cantidades de dinero. Tras dividirlos en pequeños grupos se les dio la oportunidad de no hacer nada o alterar los ingresos de sus compañeros pagando para aumentar o reducir el bienestar de los demás. ¿El resultado? 71% de las reducciones fueron para gente con más recursos y 62% de las alzas fue para gente más pobre.
Pero en opinión de los expertos, este rechazo primitivo a la inequidad no basta para explicar el fenómeno, sino que hay que sumarle una especie de economía emocional. Es decir, el espectador neutral que presencia un partido o una disputa calcula costo versus beneficio para maximizar su excitación. En el fondo, se trata de apostar al débil: si un tenista desconocido logra derrotar a Roger Federer es la mejor sensación del mundo y si pierde es una derrota que estaba dentro de las posibilidades. Lo mismo se aplica a la inversa: si la persona opta por el favorito, una derrota cala más profundo, mientras una victoria sólo genera un logro que ya se consideraba como merecido.
Sin embargo, existe un requisito para este respaldo: debe haber una desventaja clara. Si un equipo débil tiene amplitud de recursos y simplemente no los aprovecha, es visto como "flojo" o que "no está a la altura de las expectativas": "Las preferencias de la gente parecen estar más impulsadas por la desventaja que por las opciones de ganar", dice Vandello.
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