El domingo, Diego Oyarzún marcó el segundo gol en la victoria de San Marcos de Arica sobre Universidad Católica. Los nortinos ganaron 3-1, quedaron a un paso de avanzar a la disputa de la Copa Sudamericana, el primer torneo internacional de su historia.
El defensor se formó en San Carlos de Apoquindo. En el norte permanecerá hasta el término de la temporada. Después, volverá a Las Condes, donde Mario Salas deberá decidir su futuro.
Diego, de 22 años, es el tercero de una dinastía que comenzó su abuelo, Nelson. Consomé es recordado por emplear métodos de entrenamiento considerados revolucionarios a fines de la década del 70. Su apodo se debe a que solía servirles a sus dirigidos una porción de caldo antes de los encuentros, como tónico. Dirigió a la U, O'Higgins, Deportes Concepción, Lota Schwager y Ñublense. Falleció de cáncer el 10 de septiembre de 1978, apenas con 35 años. Horas después, sus dirigidos en la escuadra de Chillán vencieron a Colo Colo.
Marcelo, padre de Diego, también está en la historia del fútbol chileno. En 1991, el preparador físico integró el cuerpo técnico de Mirko Jozic que condujo a Colo Colo al título de la Copa Libertadores. Lo apodaron el Sopa, un apelativo que seguía la tradición familiar. "No me gusta mucho que me llamen así, porque Consomé hay uno solo. Pero, claro, ese sobrenombre es una herencia", dice el PF, quien también fue campeón con la UC, estuvo en la Selección con Jozic y Olmos y ayer se alejó de Toluca.
Una nueva historia
Por añadidura, el defensor ariqueño pasó a ser Sopita. Lo toma con mayor naturalidad que su progenitor. "Es un orgullo grande para mí que la gente tenga tan buenos recuerdos de mi abuelo y de mi papá. Crecí escuchando las historias de Consomé. A mi padre le dicen Sopa. Yo pasé a ser Sopita. Lo entiendo y en alguna medida es lindo, porque mantiene la tradición", dice.
Diego creció escuchando acerca de la historia de Colo Colo. En 2001, Marcelo lo llevó al Monumental a un homenaje que el club albo les rindió a los campeones de América de una década atrás. Al año siguiente, ambos dieron la vuelta olímpica con la UC de Juvenal Olmos. El ahora verdugo estudiantil se hizo cruzado. "Iba a los entrenamientos con mi papá. A los 11 años comencé a jugar. Éramos compañeros de colegio con Alan Luttecke y Diego Rubio. Fuimos a probarnos y quedamos los tres", recuerda.
El zaguero reconoce que marcarle a la UC le produjo contradicciones. "Fue complicado. Por un lado, estoy feliz por San Marcos, que me dio una opción y me ha tratado de gran forma. La UC me crió y le tengo un gran cariño. Pero me debo a mi presente y quiero clasificar a un torneo internacional con mi actual club. Lo merecemos", afirma.
Después, se entusiasma con la idea de retornar a San Carlos. "Me encantaría quedarme, pero también sé que el fútbol es dinámico y que la decisión, más allá de mi deseo, depende del actual entrenador", matiza.