El 11 de septiembre de 1973, Beatriz Allende estaba embarazada de siete meses y fue a La Moneda dispuesta a quedarse hasta el final. Allende, sin embargo, la obligó a abandonar el Palacio, poco antes del bombardeo. Dos meses después, nacía en La Habana su hijo, a quien Fidel Castro le invirtió el orden de los apellidos para que se llamara igual que su abuelo. Su madre se suicidaría cuando él tenía casi cuatro años. En los 90 conoció Chile, país que abandonó tras asumir su homosexualidad. Actualmente vive en Nueva Zelandia, cuya nacionalidad adoptó.

El 5 de noviembre de 1973 Fidel Castro llegó hasta el hospital Sagrado Corazón de Jesús, en La Habana. Iba a felicitar a Beatriz "Tati" Allende, la hija más política y cercana al ex Presidente Salvador Allende, quien ese día había tenido a su primer hijo hombre, Alejandro. En esa visita el jerarca de la isla propuso invertir el orden de los apellidos del niño, cuyo padre era el oficial de inteligencia cubano Luis Fernández Oña. Como el ex presidente no tuvo hijos hombres, la idea era que el apellido Allende tuviera continuidad en la nueva generación.

Hasta los cuatro años, Alejandro Allende vivió con sus padres y su hermana dos años mayor, Maya. El 11 de octubre de 1977, su madre -quien padecía una fuerte depresión, estaba separada y nunca superó el haber dejado a su padre en La Moneda-se suicidó con un fusil en forma muy parecida a la de su padre. Subió al segundo piso de la casa, se puso el arma entre las piernas y apretó el gatillo. El 11 de septiembre de 1973 Beatriz había llegado al palacio presidencial con siete meses de embarazo y Allende le exigió que dejara el lugar.

Tras el suicidio de Beatriz, el régimen cubano se encargó de que se cumpliera su último deseo, estipulado en una carta de unas nueve páginas escrita días antes de suicidarse: que los niños se quedaran en Cuba bajo la custodia de Mitzi Contreras, hermana de Miria "Paya" Contreras, quien fuera secretaria privada y amante de Allende. Fernández Oña, quien se había separado ese año de Beatriz, veía a sus hijos los domingos y la abuela materna, Hortensia Bussi, viajaba regularmente desde México a estar con sus nietos.

A los 15 años, el joven Allende comenzó la búsqueda de quien había sido su madre. Les preguntó a quienes la conocieron, exigió leer la carta y hasta visitó un día la casa de calle Quinta y 42 en el barrio de Miramar. "Le pedí entrar a la familia que vivía ahí. Ellos sabían todo lo que había pasado en ese lugar y habían remodelado el segundo piso. La muerte de mi madre es un tema que siempre me ha rondado".

En 1992, a los 19 años, Alejandro se vino a vivir a Chile, estudió periodismo, vivió primero con la familia de su madre "adoptiva" y después con su abuela "Tencha". Pero esa vez aterrizó como Alejandro Salvador Fernández Allende. Un año antes había decidido torcer el destino que Fidel Castro le había escrito: "No quería seguir con el karma del nombre y del apellido de Allende", cuenta.

En Chile dio un segundo paso para hacerse cargo de su propia identidad: asumió su homosexualidad. Desde octubre de 2000 que vive en Auckland, Nueva Zelandia, donde armó su vida, tiene pareja, adquirió la nacionalidad y trabaja en una multinacional de telecomunicaciones.

Tras casi un año de conversaciones informales con La Tercera, Alejandro accedió a contar su historia. En extensas sesiones de entrevistas y por cuatro días en Auckland, el nieto de Allende relató su vida en Cuba, los recuerdos que aún conserva de su madre y de quien cumplió más tarde ese rol, Mitzi Contreras, la relación con su abuela y con "su segunda abuela", Paya, por qué decidió radicarse en Chile y alejarse ocho años después.

Así como el difícil proceso de asumir la homosexualidad cargando el peso de ser una suerte de heredero de Allende, tal como lo eligió Fidel Castro.

"FUE DURO LEER LA CARTA DE SUICIDIO DE MI MADRE"
El día que naciste, Fidel Castro fue al hospital a ver a tu mamá, ¿qué te han contado de eso?
Fidel dijo "este niño conoció las balas antes de nacer". Sugirió que me cambiaran el orden de los apellidos. Mi mamá aceptó, mi papá (1) no tuvo otra opción. Así que de ahí fui Alejandro Salvador Allende Fernández (2).

¿Por qué Alejandro y no Salvador?
En honor a Fidel, pues Alejandro fue su chapa en la clandestinidad.

¿Y qué te pareció el cambio de apellidos?
No me gustó nunca, tenía demasiada fuerza. Era abrumador.

¿Cuál es la primera imagen que tuviste de Allende?
Cuando murió mi mamá el 77 nos fuimos al Campamento 26 de Julio, en Varadero, es un campamento de pioneros. Nos tiraron para allá mientras se arreglaba el desastre que quedó. Allí la gente hablaba de Allende, que era mi abuelo. Fue como la primera vez que conceptualicé lo que podía ser Allende, pero era una figura abstracta. Yo tenía como cuatro o cinco años. Después nos llevaron por unos meses a un edificio en un barrio en La Habana. Allí la Paya (3) nos iba a ver y los vecinos empezaron a señalarnos como los nietos de Allende. La Mitzi (4) nos explicó que había sido presidente de Chile, que había habido una desgracia y había muerto. Después en el colegio los profesores se iban acercando y me daban charlas de lo que ellos pensaban que era Allende

¿Qué sentiste cuando comenzaste a darte cuenta de que tu abuelo era importante y tú llevabas su nombre?
Me sentía orgulloso. Pero ya después, de grande, era algo que me molestaba, porque uno quiere que lo asocien por sus propios méritos y era como raro, porque estabas en la micro y alguien te señalaba y comentaba: "Mira, ese es el nieto de Allende".

¿Y por qué eras tan conocido?
Porque Allende es una leyenda en Cuba, era muy respetado. El día que habló la Tati en la Plaza de la Revolución (5) fueron millones de personas allá. Los adultos me decían "tú no sabes lo que yo lloré el día que murió Allende". En todo caso, era una cosa que siempre tomé con mucha modestia. Y llevar su nombre no me hizo cambiar en nada, nunca me creí el cuento de la excelencia, siempre fui más bien hippie.

Al ser Castro quien te cambió los apellidos le da al hecho una connotación muy fuerte, es como que te eligió como heredero.

Sé que la idea de Castro fue buena, en el sentido de hacer un homenaje a su amigo prolongando su apellido, ya que no había tenido hijos hombres. Cosa que yo respeto, pero dije no gracias y me lo cambio de vuelta.Pero toda tu vida en Cuba viviste como Alejandro Allende.

Sí, y era como too much. Era difícil, muy identificable, a mí me gusta pasar piola, pero con esos apellidos era imposible.

Iba al doctor y decían Alejandro Salvador Allende y me decían altiro eres el nieto de Allende. Me daba vergüenza, porque era tímido. Pero también sentía orgullo por mi abuelo. Era una mezcla de cosas.

¿Por qué y cuándo te cambiaste nuevamente los apellidos?
Porque estaba chato ya. Fue en Cuba, sabía que iba a ir a vivir a Chile y no quería estar a cada rato con el karma del nombre y el apellido de Allende. Yo adoro a mi abuelo, cuando digo que sentía vergüenza no es que me avergonzara de él, sino de ser reconocido por méritos que no son míos. También fue como un homenaje a mi papá. Además, intuía que no iba a tener familia y en caso de que la tuviera tampoco me hubiese gustado que mis hijos tuvieran el peso de lo que yo viví.

EL SUICIDIO
Un mes antes de que cumplieras los cuatro años tu mamá, Beatriz "Tati" Allende, se suicidó en La Habana, ¿qué recuerdos tienes de ella?
Muy pocos. Tengo la imagen de que ella me ayudaba, que me ponía unos casetes con cuentos. Después hay como un apagón en mi memoria.

¿Cuándo te dijeron que había muerto?
Inmediatamente, lo que agradezco. En todo caso, no sabía muy bien lo que era la muerte. Me acuerdo que saltaba en una cama y decía: "Mi mamá no está muerta, la van a vacunar y va a estar bien".

¿Te contaron después sobre el día del suicidio?
Ese día, el 11 de octubre (de 1977), ella nos fue a dejar al colegio a mi hermana Maya y a mí. Volvió a despedirse como tres veces y les dijo a las auxiliares que se iba de viaje. Subió al segundo piso de la casa, se puso el fusil debajo de la quijada y disparó dos veces. Un disparo dio en el techo. La encontraron viva, pero inconsciente. Creo que fue Isabel Jaramillo (6).

¿Cómo te lo explicas?
Tenía lo que llamaríamos hoy una depresión clínica, totalmente tratable, pero en esos años la siquiatría no existía. Tener una depresión en Cuba en esa época era un pecado. Los revolucionarios no se deprimen.

¿Por qué tu mamá tenía un arma en su casa, quién se la dio?
Mi vieja siempre estuvo rodeada de fierros, que tuviera un arma no me llama la atención.
Cuando vivías con ella, Fidel Castro iba habitualmente a tu casa,¿tienes recuerdos?
No. Para mí la vida, los recuerdos, empiezan cuando la Tati muere. De ahí en adelante recuerdo casi todo, pero antes no.

¿Cómo era la relación de Tati con el régimen cubano?
Mi mamá era una gran revolucionaria y Fidel estaba interesado en que la Tati siguiera desde Cuba dirigiendo la oposición a Pinochet. Para ella fue muy difícil, porque yo creo que se dio cuenta desde muy temprano que la dictadura se iba a consolidar, que la resistencia estaba muy dañada y que iban a ser años de años.

¿Qué labores hacía en Cuba?
Su oficina -Comité Chileno de la Solidaridad Antifascista- se dedicaba a la resistencia. Ella tenía trabajo financiero, le encargaron las platas del PS, todo lo que era logística de la resistencia. Era mucho trabajo, ella estaba ocupadísima. Y sobre todo tenía mucho drama con la gente que llegaba con las historias de terror.

¿Cómo la afectó eso?
Mi mamá estaba preparada racionalmente para morir por el proyecto de la UP. Pero, emocionalmente, no estaba preparada para sobrevivir a eso. Creo que ella, realmente, quería morir allí. Y la vida de mi madre sin Allende fue imposible. Su gran problema no fue ni su trabajo, ni el exilio, ni nada, fue que el abuelo no estuviera, su padre. Mi mamá amaba a Salvador Allende, fue una relación edípica. Ella quería morir luchando. Era una mentalidad totalmente del MIR.

¿Por qué militaba en el PS y no en el MIR?
Nunca se fue al MIR por su lealtad a Allende. Ella nunca se perdonó dejar a Allende en La Moneda y en parte de la carta que dejó antes de suicidarse habla de eso.

¿Qué dice esa carta?
Que para ella era una desgracia no haber muerto en La Moneda.
Haber dejado solo al Presidente la afectó enormemente, no podía sacárselo de la cabeza.

¿Cuándo te la mostraron?
Tuve que rogarle meses a la pesadísima de la Marta Harnecker (7) que me dejara leerla, ya que estaba en manos del PC cubano.

Me pasó el original y el texto escrito a máquina por los cubanos, pues su letra era prácticamente ininteligible. Ella escribe que estaba triste, que no se podía concentrar, que chocaba los autos, que bajaba y subía de peso, que había perdido las ganas de vivir, que sabe que la dictadura está consolidada, que la resistencia va a seguir, con o sin ella. Y habla de nosotros, de su familia.

¿Qué dice de Salvador Allende?
Me acuerdo que vuelve al tema de haberlo dejado solo en La Moneda, pero tengo medio borrado ese episodio de la carta. Tenía 15 años y fue muy duro leer la carta de suicidio. Tenía rabia, me la quería llevar.

¿No te dejaron tener copia?
Me dijeron que era del Estado cubano. Yo pienso que es un documento histórico que pertenece al Estado chileno. Pese a todo, Marta se portó bien. Después que terminé la carta me dijo: "¿Estás bien?". Me puse a llorar en los hombros de ella y fue bien compasiva.

¿Qué dice tú mamá sobre tu papá en la carta?
De mi viejo, Luis, dice algo así como "por favor que no se queden los niños con Luis, porque no está bien y porque no le gustan los niños". Cuando dice eso no se refiere a Maya y a mí, sino a los niños en general. Ella tenía en mente a la Mitzi* para que nos cuidara. Pero mi papá siempre estuvo muy cerca.

¿Qué pasó con tu papá después del suicidio de Tati?
Lo castigaron por la muerte de mi madre, perdió el trabajo, fue el fin de su carrera. Fue injusto, mi papá no tuvo la culpa.

Pero no le perdonaron no haberla apoyado lo suficiente. Le daban una mensualidad para que viviera, pero no estaba autorizado a trabajar. Estuvo así más de 10 años. Mi abuela habló mucho para que lo perdonaran. Al final le dieron un trabajo en el Ministerio de Comunicaciones.

¿Por qué tú mamá decía en la carta que él no estaba bien?
También andaba con una depresión. El día del suicidio él estaba hospitalizado. Tres días antes, le había propuesto a mi mamá volver. Pero ella ya había tomado su decisión. Se habían separado unos meses antes. Para mi papá, educado como cubano machista, que las invitaciones llegaran a Beatriz Allende era muy duro, él era el hombre de la casa. Mi mamá estaba totalmente dedicaba al trabajo político. Mi papá estaba en un tercer plano: era su trabajo, después nosotros y después él.

¿En la carta tu mamá no hace ninguna referencia a Fidel Castro?
Si no me equivoco, le agradece. Mi mamá fue revolucionaria y murió revolucionaria. Respetaba mucho a Fidel. La prueba de que ella apoyaba la revolución fue que nos dejó ahí (a Maya y a mí). Mi madre podía sacarnos en cualquier momento. Pero ella quería que nos criáramos en Cuba.

"YO TENÍA UNA DOBLE PRESIÓN: SER ALLENDE Y SER GAY"
Cuando Alejandro vino por primera vez a Chile, en 1990, se decepcionó con lo chica que encontró La Moneda. Pero le encantó la Plaza de Armas y perderse entre los transeúntes de Ahumada. Tras terminar la enseñanza media en La Habana se radicó en Chile, era 1992.

Su madre adoptiva, Mitzi Contreras, había muerto hacía poco y para intentar hacer el duelo, Alejandro optó por vivir con esa parte de su familia, en vez de los Allende. Comenzó a estudiar en la Universidad Arcis, pero la encontró muy "izquierdizada, y como quería conocer cosas nuevas, me fui a la U. Andrés Bello a estudiar Periodismo". En 1994 se fue a vivir con su abuela Tencha, a quien siempre visitaba. Al tercer año de universidad dio uno de los pasos más difíciles de su vida: asumir su homosexualidad.

En Freemans Bay, un barrio residencial de Auckland donde comparte departamento con una pareja gay amiga, recuerda cómo fue "salir del clóset" en un país donde aún prima la homofobia y cuando sentía "una doble presión: ser Allende y ser gay".

¿Cuándo te empezaste a dar cuenta que eras gay?
A los 10 años me gustaban los tipos. Para mí era terrible, y no sólo para mí, para cualquiera. En estos años ha habido cambios enormes. De hecho, una hija de Raúl Castro, Mariela, ha hecho mucho por los homosexuales en Cuba. Pero en esa época era una sociedad homofóbica. Yo lo tenía como un secreto y cuando era chico me hice la promesa de que no se lo contaría a nadie. La rompí cuando salí del clóset en Chile.

¿Además de lo difícil que es asumir la homosexualidad, te afectaba ser el nieto de Allende?
Ser el "nieto de..." me casuaba estrés, porque sentía que estaba traicionando la imagen revolucionaria, la imagen de mi abuelo.

Decía soy diferente y la gente se refería a esa diferencia como 'los maricones' y en todo el espectro político. Había una estigmatización fortísima. Si en EE.UU. la siquiatría dejó de tipificarnos como unos enfermitos recién en los 70.

En Cuba, entonces, mantuviste el secreto.
Sí, claro. En la escuela había un muchacho evidentemente gay y le hicieron la vida imposible, y yo, que era bien grandulón, lo defendía. Mis compañeros me decían "ya estás defendiendo a tu mujer". La única persona que se dio cuenta de que yo era gay fue la Mitzi.

¿Cómo se dio cuenta?
Porque es mi madre. Antes de irse a Chile me dijo: "¿Tú eres homosexual?". Me asusté y le dije: "No, mami, estás loca". Yo tenía como 15 años, y me dijo: "Pues si te gustan los muchachos, yo te voy a querer igual". Mi madre con eso me legitimó, porque si la persona que más amas te dice eso, lo que piensen los demás te importa un carajo. Una vez también tuve una conversación con un amigo que era harto mayor que yo. Le pregunté qué pasa si a alguien no le gustan ni los hombres ni las mujeres. Me respondió: "Alejandro, en Cuba a los hombres que no les gustan las mujeres están jodidos, tienen que irse". Ahora, mi papá me hablaba mucho de mujeres, él me daba como la guía paterna hacia el sexo femenino. De hecho, en esos años tuve algunas novias.

¿Estabas tratando de que te gustaran las mujeres?
Por muchos años estuve en negación total con lo de la homosexualidad.
Tuve muchas parejas mujeres, pero sentía que me estaba mintiendo, que no era yo realmente. Cuando me fui a Chile, empieza la segunda parte, la de revelarme.

¿Qué pasa en Chile?
Comencé a ver que había un movimiento, el Movilh, con Rolando Jiménez; también había un programa de radio en que se hablaba de homosexualidad, se estaba abriendo la cosa. Al llegar a la universidad conocí a una mujer con la que fuimos pareja como un año y un día me preguntó: "¿Alguna vez has pensado que puedes ser homosexual?". Como al tercer año en la universidad, tuve recién mi primera relación homosexual. Fue súper casual, estaba esperando una micro y se me acerca un tipo que me habló y me habló y de repente me dice: "Soy gay". Yo le dije que yo no.

Me preguntó si me molestaba que me diera el teléfono y le dije que para nada. Estuve como dos semanas con "lo llamo, no lo llamo".
Hasta que lo llamé.

¿Después de esa experiencia volviste a estar con una mujer?
No. Yo no me defino bisexual, yo soy gay. El tiempo con las mujeres fue parte de mi búsqueda. Después vino la etapa de salir del clóset. Porque una vez que había definido mi identidad sexual no quería vivir una mentira. Hay una cosa que me escribió mi papá cuando yo tenía 14 años: "La vida raras veces nos da la oportunidad de ser héroes, pero todos los días nos da la oportunidad de no ser cobardes". A la primera que le conté fue a Isabel (Allende), porque era la más viajada, pensé que estaba bien para ser la primera en acercarse. No me equivoqué. Ella me dijo todo bien, pero que lo próximo es que le cuentes a tu abuela. Me asusté, le dije no, si es una mujer de 80 y tantos años.

¿Cuál fue la reacción de la Tencha?
Mi abuela estaba súper concentrada viendo una película. Le carga que la interrumpan, y de hecho, me dijo hablemos después. "No, necesito hablar contigo ahora", le respondí. Tomó el control del televisor como de mala gana y me dijo: "Espero que lo que me tienes decir sea importante". Sin parar le contesté: "Sí, es importante, quiero decirte que soy homosexual". Hubo como un minuto de silencio y me dijo: "Me lo imaginaba". Ahí me reí y le pregunté si me encontraba muy afeminado. No, para nada, me dijo, es que hace tiempo que no te veía con una mujer y empezaba a sospechar. Es que la Tencha vive con los pies en la tierra. Me dijo que me quería igual que siempre y que me cuidara. De ahí fui contándole uno por uno a toda la familia.

¿De alguien en tu familia sentiste resistencia al tema?
Al que más me daba miedo contarle era a mi papá. Fue miembro de la seguridad, casado cinco veces, machista. Yo no quería herirlo y tampoco que me dejara de querer por eso. Un día fui a Cuba de vacaciones y conocí a alguien y lo llevé a casa. Mi papá me preguntó:"¿Qué estás haciendo con un tipo aquí con tantas mujeres que hay en Cuba?". Le dije que era un compañero de colegio y que íbamos a hacer rememoranzas. Al otro día voy a dejar al tipo a la micro y cuando vuelvo mi papá estaba en la pieza. Mira la cama y me dice: "Durmieron juntos, ¿me puedes decir lo que está pasando?". Para suavizárselo le dije: parece que soy bisexual.

La primera reacción de él fue "eso no se lo puedes decir a nadie".
Ya a los años se dio cuenta que lo de bisexual era una chapa. Con él hablo el tema ahora, directamente, de adulto a adulto.

Una vez tu abuelo dijo: "Me han acusado de todo, lo único que falta es que me acusen de ladrón y homosexual".
Allende era de los 70. Pero estoy seguro de que más de algún gay conoció. Es llevarlo a las preguntas hipotéticas máximas, pero yo no tengo ninguna duda de que mi abuelo me hubiera aceptado con todo su cariño. Además, la gente evoluciona.

¿Como lo que pasó con tu papá que al final lo acepta?
Mi papá ha cambiado la visión de los gays, no es sólo a mí a quien acepta, sino a los gays. No tengo ninguna duda que mi abuelo sería igual. En los 70, la homosexualidad estaba tipificada como una enfermedad mental y eso ha cambiado, gracias a Dios, en Chile y en Cuba también.

¿En Chile sentiste discriminación?
Sí. Si bien se ha abierto el tema, es más bien lo que se llama el "gay dollar", que se abren negocios, bares gay, discos gay, es todo desde un punto neoeconomicista. Pero en cuanto a las leyes y los cambios sociales, es una sociedad de mierda. Sabía que la cosa no era fácil. Yo no soy alguien que va por la calle y la gente se da cuenta que soy gay. Pero otra gente decía mira ese maricón, y esas cosas a mí me duelen. Una vez saliendo de una disco gay me tiraron una botella. Otra vez saliendo de otra disco hicieron una redada y me llevaron a una comisaría con un montón de gente. Pasé toda la noche detenido, porque habían matado a un travesti.

¿Por eso te fuiste de Chile?
No. Tuvo más que ver con el clima que se creó tras la detención de Pinochet en Londres. Un clima otra vez confrontacional. Mi tía Isabel necesitó escolta, al edificio de mi abuela fueron los de la derecha a hacer protestas, por suerte la Tencha no escuchaba, incluso una vez un tipo la empujó en la calle. Entonces dije no quiero vivir toda mi vida siendo el "nieto de..." y en un país donde todavía el odio se palpa. Conversé con la Paya y me dijo: "Si no estás feliz, ándate". Me ayudó a buscar universidades en Madrid. Estaba todo listo cuando conocí a Anthony, un neocelandés y cambié de planes. Vine a Auckland y me encantó.

¿Y cómo es Nueva Zelandia con el tema gay?
La organización gay más política está más desarticulada, pues ya consiguieron todo. Hay matrimonio civil, leyes que te protegen en el trabajo, es una sociedad tolerante.

Continúa Parte II