De la indiferencia a la apatía: las cinco facetas del tedio
El aburrimiento no es único, sino que existen variantes marcadas por conductas como divagar. Según expertos alemanes, la más perjudicial es la apática, ya que posee características de desánimo similares a las de la depresión.
TODOS lo han experimentado: desde el político al que las cámaras lo sorprenden cabeceando en plena sesión parlamentaria hasta el ciudadano que ve cómo se le pasa la mañana en una fila del banco. El aburrimiento, que tal como dice la Real Academia Española surge al "no contar con algo que distraiga y divierta", puede parecer un mal moderno, pero ya los antiguos romanos se quejaban del tedio (un grafiti en Pompeya dice: "¡Muralla! Es un misterio que no te hayas desplomado, cuando soportas todo el aburrimiento de tus escribas"). Pese a que esta evidencia muestra que el tedio forma parte inherente del ser humano, la existencia de cinco variedades había pasado inadvertida. Hasta ahora.
La evidencia revelada por Thomas Goetz, profesor de Investigación Educacional de la Universidad de Konstanz (Alemania), se enmarca en el reciente interés que ha despertado esta experiencia entre los científicos. Incluso, tras revisar décadas de reportes y teorías sobre el tema, Teresa Belton y Esther Priyadharshini, expertas en Aprendizaje de la Universidad East Anglia (Inglaterra), establecen en un estudio publicado en Cambridge Journal of Education que es hora de que el tedio "sea reconocido como una emoción legítima y clave para el aprendizaje y la creatividad".
Este renovado interés ha sacado a la luz varias pistas: el aburrimiento que aparece incluso cuando trabajamos (un reporte de la Universidad Central Lancashire, Inglaterra, señala que 25% de quienes laboran en oficinas sufren "tedio crónico") surge cuando el cerebro concluye que no hay nada nuevo o útil que aprender. Tras este fenómeno existe un mecanismo identificado en tests de resonancia magnética de la U. de Michigan a personas que pasaban horas identificando letras en una pantalla: sus reacciones se volvían más lentas, debido a que la comunicación entre las regiones cerebrales del autocontrol, la visión y el lenguaje se iba interrumpiendo.
"Eventualmente, la atención fracasa en su labor de lubricar los engranajes del cerebro", escribe en su reporte Daniel Weissman, sicólogo de la Universidad de Michigan. El objetivo de Goetz era ahondar en las sutilezas de esta reacción, por lo que recolectó datos en tiempo real de estudiantes universitarios y de secundaria. Por dos semanas, ellos reportaron si se sentían aburridos y respondieron preguntas sobre sus sentimientos positivos o negativos (satisfacción, ansiedad, enojo, etc.), además de informar cuán calmados o nerviosos se encontraban.
Así se estableció que los universitarios se aburrían 28% del tiempo, cifra que en los escolares llegaba a 39%. Además, se descubrió que el tedio es más común que otras emociones. "Es la reacción más intensa y recurrente que experimentaban los estudiantes; era mucho más notoria que la ansiedad, la ira y el placer", dice Goetz en su reporte.
Al analizar estos datos, se establecieron cinco clases de aburrimiento: indiferente, calibrador, de búsqueda, reactivo y apático. El más preocupante es este último, ya que mientras los primeros no tienen consecuencias tan graves e incluso pueden ser constructivos, el apático se asemeja más a la depresión y representa el 10% del tedio visto en los universitarios y 36% del analizado entre los escolares. Un detalle adicional: el tipo de aburrimiento está ligado a rasgos personales, por lo que si de pequeño alguien muestra síntomas del llamado aburrimiento de búsqueda, de adulto también tenderá a anhelar constantemente cambios en sus relaciones o trabajo.
No es del todo placentero, pero tampoco es desesperante. Goetz ejemplifica con el caso de un ejecutivo que ha tenido un largo día repleto de reuniones. "Vas a otra junta más, estás cansado y la charla es aburrida. Sin embargo, ese tedio es de alguna forma relajante e, incluso, positivo. Sigue siendo aburrimiento, pero te gusta estar así por algún tiempo", explicó a National Geographic. ¿Otro ejemplo? Cuando nos pasamos, casi sin darnos cuenta, horas y horas viendo algún reality que en realidad nunca nos importó demasiado.
Pese a que este tedio altera la intercomunicación del cerebro, no implica una desconexión total. Todo lo contrario: mediante resonancia magnética, expertos de la U. de Washington en St. Louis demostraron que, pese al aburrimiento, el cerebro está altamente activo y consume sólo 5% menos de energía que en condiciones normales. Es esta caída lo que hace, por ejemplo, que el tiempo parezca que avanza más lento.
Si la persona suele divagar con ideas que le resultan más emocionantes que el informe que debe terminar, experimenta un tedio "calibrador". En este caso, la persona suele pensar, por ejemplo, sobre el fin de semana que se avecina. ¿El resultado? Pasa demasiado tiempo soñando despierto, en detrimento de las horas que debe dedicar a su trabajo.
Aunque divagar no es tan malo, ya que según algunos sicólogos es una especie de autoentretención constructiva, especialmente si se busca resolver un problema. Experimentos realizados en EE.UU. a fines de los 70 mostraron que las personas que completaban tareas de asociación de palabras se aburrían rápidamente cuando se les mostraban respuestas que eran evidentes. Pero si se les daba más tiempo, comenzaban a intentar soluciones mucho más creativas, como si el tedio "pudiera presionar a las personas a forzar su capacidad inventiva", dijo Teresa Belton a New York Times.
La tercera categoría hace que una persona busque cosas más emocionantes que, por ejemplo, estudiar para un examen. Puede terminar viendo algún video divertido en YouTube, leyendo un libro interesante o chateando con un amigo vía WhatsApp. En otras palabras, quienes experimentan este tedio de "búsqueda" están altamente motivados a encontrar una actividad que los mueva. "Esta subclase de tedio puede ser creativa y generar acciones positivas", dice Goetz en su reporte (un estudio de la U. de West Florida dice que los hombres son más propensos a este tedio, porque necesitan estímulos externos mayores y más variados).
¿Se siente atrapado en una aburrida conferencia o una reunión que parece no terminar nunca? En ese caso, se está experimentando tedio reactivo: cuando la persona no puede cambiar las circunstancias que la rodean, el tedio se puede ver acompañado de inquietud y molestia. "Estás aburrido, no puedes dejar la situación y esto puede incluso generar agresividad", indica Goetz.
La gente que presenta la variante apática no sólo se siente poco motivada, sino que manifiesta un ánimo totalmente decaído ante la obligación de tener que hacer cualquier trabajo, ya sea un informe o asistir a una clase. Es el tipo más perjudicial de aburrimietno, porque la persona no experimenta ni el más mínimo interés por hallar algo que hacer.
Goetz explica en su reporte que se le considera similar a la depresión: "Es la que tiene la mayor cantidad de consecuencias negativas", dice. En un reporte publicado en International Journal of Epidemiology, cuando el aburrimiento adquiere este cariz suele asociarse a alteraciones propias del decaimiento del ánimo, como presión sanguínea elevada, mayor riesgo cardíaco y un consumo desmedido de alimentos o alcohol.
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