Los últimos 10 años de vida de Pierre-Auguste Renoir fueron una lucha poco amable contra la artritis, las vendas en las manos y una implacable joroba en uno de sus hombros. La vida feroz de uno de los artistas cumbres del impresionismo pasaba su costosa cuenta y a Renoir, ya sobre los 70 años, no le quedó más salida que cambiar el agitado vértigo parisino por el tranquilo sur de Francia, con vistas a la playa y el sol de la Costa Azul. Ahí, más o menos en las postrimerías de la Primera Guerra Mundial, conoció a la joven Andrée Heuschling. Fue su último interés romántico y su modelo final antes de morir en el año 1919. La película Renoir, que se estrena a fin de mayo, recrea este episodio en la vida del artista francés.
Dirigida por Gilles Bourdos, el filme galo, que fue además el candidato de su país para postular el año pasado al Oscar a Mejor Película extranjera, encaja una historia paralela de amor y admiración que envuelve a otro Renoir. Se trata de Jean, el futuro hijo cineasta de Pierre-Auguste, quien vuelve del frente de la Primera Guerra y encuentra en la casa de su padre a esta muchacha de 17 años. A Jean Renoir, que por entonces coqueteaba tímidamente con la cerámica, aún no se le ocurría ser cineasta. La presencia iluminadora de Andrée motiva entonces las últimas pinturas de Pierre y despierta el interés de Jean para que la chica se transforme en la eventual estrella de sus primeras cintas mudas.
Con tres millones de espectadores en el mundo, Renoir recaudó dos millones de dólares en las boleterías estadounidenses durante el 2013, transformándose en una de las películas extranjeras más vistas de la temporada en ese país. El pedigrí heredado tras su estreno en el Festival de Cannes 2012, dentro de la sección Una Cierta Mirada, y las buenas críticas posteriores le han dado una interesante estatura internacional.
Renoir, que coincide cronológicamente con la realización de varias otras cintas sobre artistas plásticos, tiene en términos básicos la sagacidad de retratar un período poco conocido en la historia del pintor. Fue en el año 1917 que Henri Matisse, uno de los adelantados en la plástica de principios de siglo, junto a Picasso y Duchamp, conoció a la joven Andrée Heuschling. Con pretensiones de figurar en el arte y las bambalinas, la muchacha, que luego cambiaría su nombre a Catherine Hessling, se había desplazado al sur de Francia para escapar al amargo paso de la Primera Guerra en el norte. Matisse optó por lo que un buen amigo haría: al conocerla le recomendó que fuera a ver al anciano Renoir, que seguramente le daría casa. A cambio, ella animaría la cansada existencia del maestro. Lo que nadie presupuestaba era el intempestivo retorno de Jean desde el frente. Con el tiempo, Andrée fue la primera esposa del cineasta y protagonizó cinco de sus filmes, entre ellos Nana (1926), basada en la novela de Emile Zola.
EL SEÑOR TURNER
Así se llama la nueva película del realizador británico Mike Leigh y el escueto título alude a William Turner, el pintor inglés que elevó las artes de su país a niveles insondados hasta ese momento. Protagonizada por Timothy Spall en el rol de William Turner, la cinta se estrena el 31 de octubre en Gran Bretaña, pero varios medios internacionales la dan como carta segura en la competencia del Festival de Cannes, que va del 14 al 25 de mayo. El cineasta inglés es tal vez el más prestigioso de su país y en 1996 se llevó la Palma de Oro en tal encuentro con Secretos y mentiras.
Maestro del paisajismo y precursor del impresionismo ya en la primera mitad del siglo XIX, William Turner se atrevió a ir bastante más allá del dibujo correcto y los contornos precisos que practicaban, entre otros, su famoso contemporáneo John Constable. Por el contrario, para él, la luz lo era todo (sus últimas palabras habrían sido "la luz es Dios") y en el intento de plasmar sus visiones se enfrentó a críticos y camaradas de profesión. Muchas de sus obras fueron llamadas "ininteligibles caos de color", poseídas por la "fiebre amarilla" o "mezcla de jabón y tiza". Solterón, solitario y poco sociable, Turner fue un raro en su tiempo. Sobre su interés en este personaje, Leigh ha dicho: "Era un tipo compulsivo. Turner no podía pasar un día sin pintar o dibujar. Me interesa captar su vida, su obra, sus relaciones, pero antes que nada busco el drama que surge de la tensión entre su figura excéntrica y el período épico que le tocó retratar".
A diferencia de Renoir o Mr. Turner, el proyecto fílmico Loving Vincent es un trabajo animado. Es, también, un proyecto ambicioso que busca reproducir la vida de Vincent van Gogh a través de imágenes que parezcan sacadas de sus propios cuadros. Así, por ejemplo, si se quiere personificar al doctor Paul Gachet, que trató a Van Gogh en sus últimos años, se recurrirá al famoso retrato que de él hizo el pintor.
El filme, en preproducción, es dirigido por la polaca Dorota Kobiela, quien lidera un equipo de 40 pintores, todos trabajando desde ya en reconstruir la vida del malogrado holandés. En total se recrearán las cerca de mil pinturas de Van Gogh, con el objetivo de relatar su existencia. Con un presupuesto que ascendería a los 10 millones de euros, Dorota Kobiela y Breakthru Films (ganadores del Oscar al Mejor Corto Animado con Pedrito y el lobo en el 2007) utilizarán también los diarios del pintor para describir su vida. En el filme, a modo de documental falso, aparecerán varios conocidos de Van Gogh. Todos darán su testimonio.
La imitación de las pinturas es un recurso habitual en el cine. Si en Loving Vincent se llamó a 40 pintores, en la citada Renoir fueron aún más lejos. El director Gilles Bourdos contrató los servicios del famoso falsificador Guy Ribes, convicto por fraudes millonarios. Cuando la cámara muestra las manos de Renoir pintando a su modelo, se trata en realidad de las manos de Ribes.