De aspecto pequeño y frágil, no es difícil creer que un de las razones por la que Graciela Iturbide (1942) no se dedicó al cine, y sí a la fotografía, fue porque no podía cargar sola con las pesadas cámaras filmadoras que se usaban a fines de los años 60. Otra razón, acaso la principal, fue haber conocido a quien marcó toda su carrera: el llamado padre de la fotografía mexicana, Manuel Alvarez Bravo. "El me enseñó a tomarme el tiempo para observar y, más que eso, me enseño de la vida: era un hombre muy poético. Lo que más me gustó de la fotografía fue el poder trabajar sola; para mí la imagen en movimiento es como la literatura y la fotografía como la poesía. Más que contar una narración, yo fotografío lo que me asombra, es algo muy personal", dice Iturbide, quien es considerada hoy una de las fotógrafas más importantes de Latinoamérica.

Desde mañana, en la sala de artes visuales del GAM, se exhiben más de 90 de sus fotografías, en una muestra organizada por la curadora chilena Cristina Alemparte, que recorren toda su trayectoria: desde el registro que hizo del México profundo, inmortalizando a los pueblos indígenas de ambos extremos del país, las mujeres de Juchitán por el sur y los indios seris del desierto de Sonora, por el norte; pasando por su serie del baño de Frida Khalo, y sus viajes, que incluyen Italia, India y Mozambique.

Son imágenes que rayan en lo simbólico y surrealistas: en una de ellas hay una mujer con seis iguanas sobre la cabeza; otra vestida a la usanza del siglo XIX, que recorre un campo con una radiocasetera en la mano, o una bandada de pájaros que forman una mancha como de pintura en el cielo. "Viví con los juchitecos, que eran más alegres, siempre en fiestas y lanzando chistes eróticos, y también con los seri, ellos eran más desconfiados, pero sí les gustaba todo lo nuevo. Andaban con smoking por pleno desierto, imitando al cantante de moda Rigo Tovar. Ahora pasaron abruptamente de ser un pueblo nómade al capitalismo; me encantaría fotografiarlos de nuevo" , dice Iturbide, quien en 2005 fue una de las pocas en fotografiar el baño de Frida Kahlo, que estuvo cerrado por 50 años y donde la pintora guardaba sus  prótesis, corsés, muletas y otros objetos .

Mirada personal

Elogiada por su mirada de la realidad local, Iturbide  recibió en febrero el Premio Cornell Capa, del International Center of Photography de Nueva York,  que se suma al Premio Hasselblad logrado  en 2008. "En la foto soy muy egoísta. Tomo lo que me sorprende, interpreto la vida con mi cámara y luego dejo que le público opine. Muchos me dijeron que lo que fotografié no se parecía a Juchitán, y, claro, porque es mi Juchitán. No pretendo dejar un testimonio histórico sino mostrar cómo yo conozco el mundo", dice Iturbide, quien a fin de año montará en Japón una muestra y hará nuevas fotos

Fotografías