La Universidad de Hofstra (Nueva York), es hoy el escenario del segundo debate presidenciale entre los candidatos Mitt Romney y Barack Obama. Este cara a cara estará abierto a las preguntas del público, una tradición instaurada hace veinte años y que, a lo largo de este tiempo, ha puesto contra las cuerdas a varios candidatos.
El demócrata y el republicano deberán responder a las preguntas formuladas por hasta 80 votantes indecisos seleccionados previamente por la empresa encuestadora Gallup.
Los orígenes de este formato se remontan a la campaña para las elecciones presidenciales de 1992 entre el entonces presidente George H.W. Bush y su rival demócrata, el gobernador de Arkansas Bill Clinton.
"¿Cómo le afecta a usted personalmente la deuda nacional?", lanzó en esa ocasión una ciudadana al Presidente Bush, ante lo que éste, visiblemente sorprendido, le pidió mayor precisión en su pregunta: "No estoy seguro de lo que pregunta, ¿no estará sugiriendo que la deuda no afecta a quienes tienen recursos, verdad?".
La reacción irritada del Presidente a una pregunta extraña e incómoda -al hablar de la deuda, la ciudadana se refería a la recesión económica- pero formulada por una electora contribuyó a mermar la imagen pública del político conservador, a la vez que aupó a su rival, quien supo desenvolverse con mucha más naturalidad.
"He sido gobernador de un pequeño Estado durante 12 años", explicó Clinton mientras caminaba hasta situarse enfrente de la mujer, manteniendo siempre la mirada fija sobre su interlocutora: "He visto a gente perder su trabajo, fábricas ir a la bancarrota... todo ello mientras desde la capital se les privaba de servicios, pero se les subía los impuestos".
La sagaz respuesta del candidato demócrata y su dominio del lenguaje corporal -cercano y sencillo- en contraste con el nerviosismo y la frialdad de Bush, hicieron que Clinton se proclamase ganador indiscutible del debate, encarrilando así su futura victoria en las urnas.
La espontaneidad de la que disfrutaron los televidentes en esa ocasión, sin embargo, será difícil que se repita esta noche, puesto que a diferencia de lo ocurrido en 1992, esta vez los ciudadanos están obligados a escribir sus preguntas por adelantado y será la moderadora quien decida a cuáles da voz y a cuáles no.
Como le sucedió a su padre, también a George W. Bush le jugó una mala pasada el debate de preguntas ciudadanas, cuando en las elecciones de 2004, en las que él optaba a la reelección frente al demócrata John Kerry, una mujer le pidió que expusiera tres malas decisiones que hubiese tomado y cómo las resolvió.
"He tomado muchas decisiones... algunas de poca importancia...", balbuceó Bush tratando de rodear la petición, para, finalmente, no indicar una sola cuestión en la que hubiese fallado.
La de hoy será la sexta edición de un formato de debates peculiar, pero cercano a la ciudadanía, en el que las respuestas tienen tanta importancia como la desenvoltura y la "humanidad" en el trato, dado que se conversa directamente con lo que el propio Clinton definió como "la carne y la sangre de EEUU"