Vasili Aksiónov tuvo una visión. En 1979 imaginó una historia alternativa de su país y la tituló La isla de Crimea. Durante la Revolución Rusa, las tropas bolcheviques no logran conquistar Crimea y ésta se convierte en un Estado independiente. A diferencia de la Unión Soviética, Crimea es un Estado democrático, moderno y de fronteras abiertas al mundo. El país progresa, hay prosperidad, pero entre los ciudadanos comienza a cundir una idea contraria: reunificarse con la URSS. El gobierno de Moscú, feliz, decide anexar Crimea y organiza una operación militar. ¿Le suena conocido?
La isla de Crimea no pasó la censura de la época. Era una contra utopía: la operación militar terminaba en masacre. Vasili Aksiónov debió salir al exilio y su novela se publicó en Rusia recién en 1992, después de la caída del régimen comunista.
Desde luego, la novela ha ganado renovada vigencia. "Crimea siempre tuvo una vocación separatista. Fue el último lugar del que se retiraron las tropas blancas. Hoy esa novela resulta muy presente", dice Olga Ulianova, historiadora de la Universidad Estatal Lomonosov de Moscú y académica de la Usach.
Aksiónov es autor también de Una saga moscovita, novela que se tradujo en 2011 y que hace un gran fresco del siglo XX ruso. La isla de Crimea, no disponible en español, es un ejemplo de la capacidad de la literatura para recoger los conflictos que laten en la sociedad, las constantes que atraviesan la historia, así como de ofrecer un retrato de su época.
A más de un siglo de Chéjov, Tolstoi y Dostoievski, los monstruos de la literatura rusa, la literatura actual de ese país se ha multiplicado en géneros, estéticas y formatos. Y pese a su diversidad, los escritores están atentos también a la vida en las calles y a lo que late bajo la superficie. Del bestseller a la narrativa experimental, del periodismo a la novela satírica y del testimonio a la parodia histórica, puede leerse una visión de su convulso pasado y su agitado presente.
"En los últimos 20 años ha habido cambios importantes en la literatura rusa, producto también de los procesos históricos", observa Olga Ulianova. Uno de los más notorios fue la aparición del policial eslovaco. Novelas de intriga y entretención que tienen por protagonistas a las mafias, ex agentes de la KGB y los nuevos ricos. "Son personajes de acción. Héroes de nuestro tiempo; no los personajes pensantes de Dostoievski", dice la académica.
Productos de lectura rápida que los rusos consumen por millones. Quienes llevan la delantera en el género son tres escritoras: Daria Dontsova (Los dentistas también lloran), Tatiana Poliakova (Mi amado asesino a sueldo) y Polina Dashkova (La marioneta chechena). "Los personajes son tipos despiadados, crueles, pero allí no hay la reflexión moral de la gran literatura. Hay mucho placement (mucha mención de marcas), tal vez como un símbolo de estatus", agrega Ulianova.
Junto a esa ficción de vocación más comercial, a partir del 2000 aparecen nuevas corrientes narrativas. Una de las figuras más relevantes y controvertidas es Dimitri Bykov (1967).
Narrador, periodista, poeta y activista, Bykov es autor de celebradas biografías, entre ella una de Boris Pasternak. Suele utilizar el género para hacer también una especie de biografía colectiva de Rusia. Entre sus obras destacan el conjunto de cuentos satíricos Cómo Putin se convirtió en Presidente de Estados Unidos y dos novelas: Almas vivas y La lista.
La primera hace una referencia a las 400 almas de Gogol y plantea un futuro apocalíptico con Rusia en medio de una guerra civil, con la extrema derecha en el poder y atravesada por conflictos étnicos. En La lista, en cambio, narra la historia de un guionista de televisión que ha logrado habituarse y sobrevivir en la Rusia actual. Su vida va bien hasta que descubre que su nombre está en una lista. No sabe de qué se trata ni por qué su nombre está allí. El temor que dejó la era soviética se hace presente. Pronto descubre que hay más gente en la lista, de distintas edades, y comienzan los rumores y el pánico. Bykov es una figura en Rusia: suele hacer presentaciones y utiliza Facebook y las redes sociales.
En la línea de las novelas distópicas, destaca también El día del opríchnik de Vladimir Sorokin: Rusia en el 2027, aislada del mundo por una Gran Muralla, es gobernada por un nuevo zar, un déspota heredero de la tradición de Iván el Terrible, que ha sido leída como un dardo al Kremlin.
Más directas y más desgarradoras, dos novelas se asoman a una de las heridas aún abiertas de Rusia: la guerra en Chechenia. Escritas por jóvenes que participaron en ella, La guerra más cruel (2008), de Arkadi Bábchenko (1977), y Patologías (2013) de Zajar Prilepin (1975), narran la violencia, el horror, el hambre y la corrupción en las tropas. Ambos fueron cercanos a la periodista asesinada Anna Politkóvskaya, (ver recuadro). Prilepin, además, milita en el Partido Nacional Bolchevique, del escritor y político Eduard Limónov, enemigo de Putin y quien inspira el libro homónimo de Emmanuel Carrère.
A este panorama se agrega Lyudmila Ulksaya. Escritora de trayectoria, entre sus obras destaca Daniel Stein, intérprete: la historia de un judío que se convierte al catolicismo para sobrevivir durante la URSS y en cuya historia recoge las tensiones religiosas rusas. En 2011, ella mantuvo correspondencia con el magnate Mikhail Khodorkovsky, condenado por Putin, la que se publicó en un libro que busca seguir la estela del relato del gulag.
La historia y la política se reflejan en la literatura. Lo sabe también el primer ministro de la actual Crimea, Serguéi Aksiónov, quien aclaró que no tiene nada que ver con el otro Aksiónov, el escritor. Pero, agregó, intentarán escribir un nuevo final para su historia.