Ximena (Paulina García) camina por las calles de su barrio y observa extrañada el rayado en un muro. "¿Y la alegría?", dice el grafiti. Ella, con 50 años, recién está aprendiendo a leer y apenas puede distinguir el significado. Esta escena de apenas un par de minutos es clave en el filme Las analfabetas: el episodio logra una resonancia que la transforma en algo más que la historia sobre una mujer que toda su vida ha dependido de otros para que le lean los diarios, las paradas de micros y los carteles callejeros.
En su paso por el Festival de Venecia 2013, el debutante director Moisés Sepúlveda recibió un comentario sobre este pasaje que le quedó grabado. "Decían que es una metáfora del Chile actual, alguien que aprende a leer su pasado para reescribir su futuro, una mirada que encontré muy buena", recuerda. Lectura que ha coincidido en todo el recorrido festivalero que hizo el filme, desde su estreno en Sanfic, donde ganó como Mejor Película Chilena, pasando por Mar del Plata, Huelva (Premio Mejor Director), La Habana y Nueva York.
Ahora, esta historia sobre una profesora de lenguaje recién egresada que se esfuerza por enseñarle a leer a una obstinada cincuentona, dolida por su pasado familiar, llega a las salas nacionales el 15 de mayo.
Los elogios que cubren la historia son anteriores al filme: vienen de su estreno teatral en 2010. Escrita por Pablo Paredes, la obra llamó la atención de Sepúlveda. "El tema me pareció muy interesante, al platear preguntas sobre la educación, la segregación", recuerda. Escribió el guión junto con Paredes y decidió mantener el elenco teatral: Paulina García y Valentina Muhr.
El traspaso de un formato a otro no fue fácil, sobre todo las actuaciones. "Ellas tenían una concepción muy clara del personaje, que a veces no coincidía con las mías; también había cosas de tono que hubo que trabajar. Pero ambas fueron muy generosas y aprendí mucho", agrega el realizador.
El rodaje comenzó el 2011, antes de que García filmara Gloria, y en el camino la película cambió. Sepúlveda sacó los personajes a la calle. De hecho en un par de escenas Paulina García interactúa con no actores. "La película estaba un poco encerrada y decidimos rodar estas escenas que le restan claustrofobia, además de agregarle emoción".
La emotividad fue un rasgo que el director quiso mantener. De este modo, Las analfabetas busca desmarcarse de cierto cine que descuida las emociones, ya sea por miedo a caer en un falso sentimentalismo o por un afán "intelectual", como dice Sepúlveda. "El público menos especializado se emociona con las buenas historias y es un camino que no quiero esquivar. Yo elegí la obra por ese carácter emotivo", apunta. Y ello se expresa a través de los diálogos, peleas y revelaciones de los personajes. De hecho, ahí se incuba el título del filme, en plural, ya que también se habla de un analfabetismo emocional de Jacqueline, la profesora encarnada por Valentina Muhr. Un personaje que crece del lado de Ximena.