El maestro Akutagawa logró el reconocimiento y el éxito mundial con su obra de arte. Pero sentía que no era suficiente. Quería algo superior a través de la pintura: "producir espacios inexistentes". Su propósito: "abrir en la pared precisamente un golfo, que se hundiera ilusoriamente hacia adentro", anota Carlos Iturra (57) en El golfo en la pared, uno de los 18 relatos de su libro Cuentos fantásticos, recién editado por el sello Catalonia.
"¿Por qué no reúnes tus cuentos fantásticos, ya que te gustan tanto y en cada libro tuyo siempre hay por lo menos un par? Podrías incluso titularlo Cuentos fantásticos", cuenta Iturra que le sugirió un amigo.
Así, completó su octavo volumen de relatos, donde hay historias sobre expediciones extraplanetarias, como en el llamado Z4, "el planeta" del que "nunca se pensó que hospedara vida humana". O la recreación de los días de un anciano que practica brujería a pasos de la Alameda, protagonista de Demonios en San Diego.
Por primera vez Iturra ingresa por completo al mundo de la ciencia ficción. Desde 1998, con su libro Paisaje masculino ha intentado "incorporar el relato gay en la literatura chilena", dice. El año pasado sumó en su producción El discípulo amado y otros paisajes masculinos.
Ahora, frente a su nuevo ejemplar cuenta quiénes son sus autores preferidos del género. Parte por Borges, "mi favorito", dice y agrega varios más: Oscar Wilde, Lovecraft, Saki, Akutagawa, Stevenson, Dickens, E.T.A. Hoffmann y Ray Bradbury.
Regreso al pasado
Carlos Iturra formó parte de las veladas literarias, en los 70, en la casa de Lo Curro, de la agente de la Dina Mariana Callejas, la ex esposa de Michael Townley.
El relato que cierra Cuentos fantásticos se titula Nocturno del torturado. Ambientado en el régimen de Pinochet, recrea las vejaciones contra Yurichenko, un comunista que no quiere delatar a sus compañeros. Los hechos ocurren en una casona de la Dina, ubicada cerca de Plaza Italia.
"No sea tonto, la corriente duele fuerte. Piense en su mamita", le dice el torturador, a quien llaman "El Carnicero del estadio", "ya que se le atribuía haber sido uno de los guardianes más feroces que tuvieron los presos políticos del Estadio Nacional", anota Iturra.
Durante su detención, Yurichenko recibe la visita del padre Darcy, quien trabaja para la Dina. El prisionero lo encara. "Trabajo para Dios, aunque te cueste creerlo", le dice el cura.
En un forcejeo entre torturado y torturador se produce una fuerte descarga eléctrica. Ambos mueren, pero la ficción puede más. "Habito en el cuerpo de un asesino", se dice Yurichenko, quien -peor que el escarabajo de Kafka- comienza una nueva vida en un cuerpo ajeno: el de "El carnicero".
¿Quiso redimir al torturador?
Lo que hay es la idea fantástica de que alguien pueda matar a otro y pese a matarlo dejarlo vivo. Elucubrar más allá es buscar en un perro la quinta pata del gato.