En 2011, Francia quiso dar nuevos aires a su gobierno y creyó en las propuestas del dirigente socialista François Hollande. De esta forma, con los 18 millones de votos que le dio la población, superó a su contendor de derecha -y hasta ese entonces Mandatario- Nicolas Sarkozy, convirtiéndose en el segundo Presidente con lineamientos ligados a la izquierda en llegar al Elíseo, durante la Quinta República.
Las ganas de implementar una forma de mando más ligada al pueblo y con ideas más liberales, entre ellas la aprobación del matrimonio homosexual, fueron la estampa de su campaña. Pero la fórmula de Hollande está perdiendo la chispa que tenía en sus comienzos, cuando envolvía a las masas con sus discursos y estrategias. A esto hay que agregar las malas decisiones que ha tomado durante el último tiempo, sobre todo en relación a la investigación que la justicia está haciendo sobre el supuesto financiamiento que Muammar Gadaffi hizo de la campaña del ex Presidente Sarkozy: en un principio negó y luego afirmó estar al tanto de las escuchas judiciales, descolocando a los franceses.
A esta cadena de errores se suma al principal detractor del gobierno socialista: la crisis económica que ha afectado a Europa desde hace algunos años ha sido el tope y motivo de desaprobación más potente y así se ratificó en la primera vuelta de las elecciones municipales que se realizaron este fin de semana, en donde la coalición de derecha (Frente Nacional y Centro derecha) obtuvieron en conjunto el 51,28% de los votos, superando por más por más del 13% a los partidos socialistas y de izquierda, que sólo alcanzaron el 37,7%.
Pero, ¿qué ha hecho que los conservadores nuevamente generen complicidad y atracción en los franceses? Según el gobierno, la abstención de casi un 40% en las urnas fue una de las claves en la caída de los escrutinios del oficialismo, sin embargo, miembros de la derecha francesa señalan que esto se debe a que la población ya no cree en el socialismo.
EL REVES DEL FN Y DE LA CENTRO DERECHA AL OFICIALISMO
El renovado mensaje populista que ha demostrado la líder del Frente Nacionalista (FN), Marine Le Pen, quien en las últimas presidenciales logró el 18% de los sufragios, sigue convenciendo a un número cada vez mayor de franceses. Aunque el porcentaje obtenido por este grupo en las elecciones de alcaldes y concejales llegó al 4,78%, marcó un gran ascenso, pues sólo presentó 597 listas electorales que representan sólo un tercio del censo total.
Sin embargo, el mayor logro fue la victoria que alcanzó con el candidato en Hénin-Beaumont, quien en primera vuelta se quedó con la alcaldía de la cuenca minera del norte, símbolo de gran pujanza política.
Esta buena racha ya se veía venir, pues hace un mes atrás, la encuesta realizada por TNS Sofres le entregó al FN su nivel más alto de popularidad en Francia: en la ocasión, un 34% de los galos dijo apoyar las rígidas ideas del partido de derecha radical, entre las que destacan el rechazo de la inmigración, la defensa de los valores tradicionales, el refuerzo de los poderes de la policía, la demanda de una justicia más severa, sacar a Francia del euro, limitar las prerrogativas de la Unión Europea, aplicar medidas proteccionistas a la economía francesa, entre otras.
A la sorpresa entregada por la FN en esta primera parte de los comicios por alcaldías, se suma otro golpe, pero por parte de la centro derecha: la favorita para quedarse con el municipio de París, la socialista franco-española Anne Hidalgo, sólo consiguió ser segunda, quedando atrás de la candidata de la Unión por un Movimiento Popular (UMP), Nathalie Kosciusko-Morizet. El panorama fue similar en Marsella, la segunda ciudad más importante del país, donde el PS quedó en tercer lugar (20%), tras la UMP (40%) y el FN (22%).