Donald Trump ganó las elecciones de noviembre gracias a que supo canalizar las preocupaciones y las frustraciones de buena parte (no de la mayoría) del electorado estadounidense y ofrecerles un modelo y gestión de gobierno que, según el nuevo jefe de Estado, les permita recobrar lo perdido, especialmente la seguridad económica de las décadas pasadas, cuando Estados Unidos era un motor industrial; la seguridad interior frente  a un terrorismo inspirado en el extranjero, y una cultura y unos valores de antaño, fuera de las influencias hispana, negra y de otros orígenes.

Por eso Trump a partir de ahora debe ser capaz de cumplir sus promesas para satisfacer las expectativas de los habitantes del Estados Unidos profundo, pero sin provocar un quiebre en la sociedad norteamericana, sino al contrario, acrecentar su base de apoyo, incluso con aquellos que hoy ven en su gobierno a una amenaza a sus intereses y anhelos, y garantizar de esta forma su permanencia en la Casa Blanca durante este mandato (no pocos han mencionado la posibilidad de un impeachment) y con posibilidades de ampliarla a un segundo período.

Control migratorio

Sin duda, la promesa de campaña más publicitada de Trump es la construcción de un muro a lo largo de la frontera con México, como una especie de cortafuegos para impedir la llegada de tantos extranjeros al país. La apuesta es levantar una barrera para frenar el flujo migratorio que no viene sólo desde México, sino que desde más al sur del continente. Se trata de una obra millonaria (algunos tramos ya existen) de 1.600 kilómetros y cuyo costo Trump (que calcula en US$ 8.000) ha dicho que lo pagarán los mexicanos. En esta misma línea, el nuevo gobernante dijo que expulsaría a los inmigrantes ilegales (11,3 millones) que viven el país, aunque luego afirmó que echaría a entre dos y tres millones que -según sus cálculos- han cometidos crímenes o tienen antecedentes.

Lo cierto es que ningún gobierno norteamericano ha sido capaz de cortar la migración. Estados Unidos, un país forjado gracias a los extranjeros (el mismo Trump es descendiente de inmigrantes), depende económicamente de la mano de obra foránea. Y, aunque todavía no se traduzca en resultados electorales, la creciente presencia hispana y su influencia en la sociedad norteamericana resulta imparable. Eso al punto que son cada vez más los latinos -que antes se concentraban en los estados costeros- que ahora se instalan en los estados interiores.

Revival industrial

Trump dijo que robustecería la economía estadounidense, le devolvería el esplendor pasado a la industria, con la consiguiente creación de 25 millones de nuevos y mejores puestos de trabajo en los próximos 10 años. Para eso ha dicho que pondrá en observación los tratados de libre comercio, específicamente el de América del Norte, y que presionará a las empresas para que vuelvan a instalar sus factorías (que hoy tienen en China, México y otros países) en suelo estadounidense. Incluso habló la semana pasada de que "habrá un fuerte impuesto fronterizo a las compañías que se van y cometen 'asesinato' impunemente". Además, mencionó la apertura de nuevas fábricas en la región industrial del Medio Oeste y ha insistido en que reconstruirá –como una medida generadora de empleo e inversiones- la infraestructura del país, especialmente aeropuertos y puentes "que parece que pertenecen a un país del tercer mundo".

Sin embargo, el nuevo inquilino de la Casa Blanca parece llevar el país a contracorriente, en cuanto a libre mercado se refiere, levantar barreras arancelarias para proteger a la industria local y fomentar el consumo interno de los productos fabricados en Estados Unidos, aun cuando resulten más caros. Y para eso podría desatar una guerra comercial con China, Japón, México y otros países del sudeste asiático. Pero el cumplimiento de esta apuesta de campaña (más empleos, más industria) resultará determinante para que quienes votaron por este empresario, outsider político y figura de reality show, renueven su confianza en él en los sondeos y, especialmente en las elecciones legislativas de medio término de 2019.

Menos estado

Buena parte de ese electorado, aborrece un aparato estatal grande y que éste se entrometa en sus asuntos privados, especialmente en uno: su dinero, a través de los impuestos. Así Trump prometió bajar los impuestos a tasas no aplicadas desde la Segunda Guerra Mundial con un tope de 15% (actualmente s el 40%) para cualquier empresa y eliminar el impuesto a las ganancias a más de 73 millones de hogares. Es en esta línea que quiere cancelar el programa de salud conocido como Obamacare, un sistema que establece la obligatoriedad de contar con un seguro médico y funciona a través de pólizas que son subvencionadas por el Estado. Además, dijo que quitará los fondos del programa Planned Parenthood que vela por la salud y los derechos reproductivos de las mujeres. También dijo que dejará de "gastar dinero" en la exploración espacial.

Política exterior

Al igual que en el tema de comercio internacional, la promesas de política exterior podrían encaminar a Estados Unidos en una senda "aislacionista" o para que deje de ser el "policía del mundo". Eso en cuanto a su involucramiento en conflictos internacionales como la guerra de Siria o una eventual defensa de sus socios europeos de la OTAN, en caso de una agresión de parte de Rusia. De hecho, puso en duda el tratado de la Alianza Atlántica de defensa mancomunada y se ha mostrado partidario de que el peso de la lucha contra el Estado Islámico en Siria se lo lleve Rusia y el régimen de Assad, y que las tropas estadounidenses se encarguen de eso en Irak y de la protección de los pozos petrolíferos. En tanto se ha mostrado a favor de poner fin al deshielo con Cuba, revisar el acuerdo con Irán por su programa nuclear, y –en su lucha contra el terrorismo- mantener y aumentar el número de presos supuesto terroristas en la prisión de Guantánamo y establecer severas medidas para el ingreso de musulmanes a Estados Unidos.